En algunos barrios, los más céntricos de una ciudad, la molestia puede ser grande. En una escalera en la que unos suben y bajan, con maletas, los vecinos pueden considerar que se ha llegado a un límite. Sí, eso puede suceder. Pero, ¿se ha analizado en detalle ese tipo de turismo que utiliza los pisos turísticos? Y lo que es más importante, ¿se puede considerar que esos apartamentos son el gran obstáculo para que no haya la oferta de vivienda que la población demanda? ¿O lo que está ocurriendo es que las autoridades políticas tienen en los apartamentos turísticos un gran argumento, como cabeza de turco, para no afrontar su gran responsabilidad como es la falta de vivienda pública o vivienda asequible?
Los propietarios de pisos turísticos han comenzado a sospechar que se trata de esa segunda consideración. Y esa fue una de las conclusiones de un debate celebrado este lunes, organizado por Federatur, la Federación Catalana de Apartamentos Turísticos. Las restricciones dictadas por el Govern de la Generalitat no guardan relación con lo que, supuestamente, se podría alcanzar. Es decir, el parón a los pisos turísticos no solucionará la falta de vivienda, porque, en realidad, el piso turístico en Barcelona --una gran ciudad global, atractiva, que seguirá generando el interés de los viajeros-- no supone un gran porcentaje respecto al total de viviendas en la ciudad.
Uno de los datos que maneja Federatur y que no se cansan de repetir los expertos que conocen el sector, constata esa cuestión: en Catalunya hay unas 100.000 licencias de pisos turísticos, aunque sólo la mitad tienen una actividad real. Y el 80% de los propietarios de esas licencias sólo tienen una vivienda. El 70%, además, la tiene cono segunda residencia.
En Metrópoli lo hemos reflejado. Lo asegura Eduardo Navarrete, (Konta Partners, consultora boutique inmobiliaria), que pone el acento en la importancia de ese sector, con 8.000 millones de euros que proporciona el turismo en toda el área metropolitana. De ese pastel, los pisos turísticos representan el 45% de la oferta de alojamientos turísticos y sólo el 1,14% del parque total de viviendas de la ciudad. Son 9.470 viviendas para ese uso, frente a las 827.000 viviendas totales. Pero la cifra todavía es menor, porque de esos 9.470, sólo unos 7.000 son apartamentos turísticos activos.
¿Es realmente el problema en Barcelona? Puede serlo en algunas zonas de la ciudad, las más demandadas, si se tiene en cuenta los roces de convivencia que se pueden producir, pero no puede señalarse que es el principal problema para poder ofrecer vivienda a los residentes que la necesitan. Las administraciones, todas, y de todos los colores, olvidaron hace décadas que debían planificar la construcción de vivienda, pública, --de alquiler para jóvenes, por ejemplo-- o asequible, en el mercado libre, para una población que iba en aumento. Y ahora llegan las prisas, al verse frente a una realidad que exige con celeridad alguna respuesta.
Los que utilizan pisos turísticos, además, no suelen crear los problemas de convivencia que se señalan, porque hasta el 75,3% de los usuarios realiza las estancias en familia o en pareja. Sí, hay un 17,6% que llega en grupos de amigos, que buscan unos días de fiesta y que pueden incurrir en excesos. Pero vayamos con la lupa, sepamos identificar dónde está el problema, dónde la carencia, y dejemos el trazo grueso. Las administraciones, en este caso la Generalitat, deberían ser más eficaces. Hay herramientas técnicas de sobras para identificar lo que funciona mal. Y, mientras, se debería lanzar con toda la potencia necesaria un plan de construcción de viviendas en colaboración con el sector privado que solvente una demanda ya desesperada.