Janet Sanz va de progre y de mujer fatal para la industria del automóvil. Sonado fue su desprecio a los trabajadores de Nissan e increíble su cara amargada el día que Jaume Collboni anunció un acuerdo con el Gremi de Restauració de Barcelona para salvar miles de negocios. Posiblemente estaba dolida por las críticas que escuchó un año antes en las fiestas de Santa Eulàlia de Lluís Sans, propietario de la lujosa tienda del mismo nombre en el paseo de Gràcia, el día que una copa de vino tinto manchó unos preciosos zapatos, nada comunes, que lucía la teniente de alcalde.
Este martes, en la comisión de Ecologia, Urbanismo e Infraestructuras, Janet demostró que tiene más de pija que de progresista. La segunda teniente de alcalde lució una prenda de la marca Lacoste en un gesto que no pasó desapercibido por sus rivales políticos. La marca del cocodrilo, clásica por definición, siempre ha sido una de las favoritas de los pijos. De la gente bien.
Janet, tal vez, no quiere ser menos que Eloi Badia, el concejal de Emergencia Climática que también suele vestir prendas caras de marca. Presumen de ecología y sostenibilidad, con un discurso muy izquierdista que no encaja con su imagen, más próxima a un votante conservador que a un simpatizante de los comunes de Sant Andreu o Nou Barris.