Para un argentino, el mate es mucho más que una infusión. Es más bien una costumbre, una forma de entender la vida, una demostración de valores. Ningún oriundo del mayor país del Cono Sur lo toma porque realmente tenga sed. Ni porque sea líquido. Se dice que cuando uno chupa su primer mate es cuando en verdad se hace adulto. ¿Pero es más importante un mate que la responsabilidad de ejercer un cargo público? Los manuales no dicen nada de ello. Pero para el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, Gerardo Pisarello (Barcelona en Comú) debe ser que sí, porque muchos concejales de la oposición le temen cuando comienza a prepararse un mate durante una reunión. Es como si un torero sacara su capote y se fuera hacia mitad de la arena, porque eso significa que no se va a tratar el tema para el que se había concertado el encuentro, que va a haber toreo del bueno.
Igual que en Argentina no importa si el mate se toma muy caliente, amargo, dulce, con cáscara de naranja o con un leve chorrito de limón, a Pisarello no le importa la ideología del político que tenga sentando enfrente en su despacho si tiene otras prioridades. Y, evidentemente, preparse y saborear un buen mate está primero, lo que casi siempre descoloca a su interlocutor y acaba llevando la conversación por derroteros imprevistos. Por los cerros de Úbeda, como diría un castizo. Y en esta trampa con forma de infusión reconocer haber caído tanto ediles de formaciones nacionalistas como progresistas. “Si Pisarello se empieza a preparar un mate, al final acabarás hablando de políticas neoliberales, no de lo que había agendado”, explica un veterano concejal barcelonés, que ha quedado atrapado alguna vez en uno de estos quilombos.
El líder de los comunes barceloneses se podría escudar en que para alguien nacido en la provincia argetina de Tucumán, como es el caso de Pisarello, el mate tiene el sobrenatural efecto de hacerte conversar si estás en compañía -y de que se pierda la noción del espacio y del tiempo- o de hacerte cabilar si estás solo. Pero sus colegas del resto de partidos creen que este gesto es solamente uno más de los muchos trucos que utiliza para darles esquinazo y rehuir la negociación y el debate.
CON LA PALABRA DEMÒCRATA EN LA BOCA
Generalmente estas escenas de agravio se producen en la intimidad de conversaciones privadas, pero el primer teniente de alcalde tampoco ha tenido reparos en mostrar una actitud muy similar en público. Es mítico el momento, hace unos meses, en que dejó con la palabra en la boca a la concejal del Grupo Municipal Demòcrata , Sònia Recasens, en plena comisión de Economía y se levantó para prepararse un té (es que en la sala Lluís Companys donde se celebra no hay mate). Y cuando volvió con parsimonia a su sitio con la taza humeante en la mano siguió sin prestar la más mínima atención a lo que se le estaba diciendo. Y Recasens no le estaba llamando precisamente guapo.
Este tipo de desplantes no es el único de su catálogo. El más recurrente es que se ponga a mirar el Whatsapp o el Telegram de su móvil y no levante la vista aunque se le hable, se le pregunte o se le interpele. “Lleva preparadas las respuestas y no escucha lo que se dice. Por eso no responde a las cuestiones particulares que se le plantean en las comisiones. No le interesan”, explica un concejal que le conoce bien.
El truco del WhatsApp y del Telegram también lo utiliza en otro contexto. Cuando alguna formación política de la oposición le intenta contactar vía mensajería instantánea de WhatsApp, lo normal es que no conteste. “Pero si le recriminas que no responde a los mensajes, te contesta que eso es porque él usa básicamente Telegram”. Y se queda tan ancho, se queja uno de los principales grupos de la oposición. “Pero si le envías mensajes por Telegram tampoco los responde”, denuncian con sorna.
INDISPOSICIÓN IMAGINARIA QUE A VECES FALLA
Otra forma de eludir una cita oficial, en la que tampoco media el mate, es excusarse porque está indispuesto cuando solo faltan cinco minutos para la hora acordada, cuando en realidad se encuentra perfectamente. A veces esta táctica ha sabido esgrimirla con discreción e impunidad y ha salido indemne y airoso del engaño. Pero otras veces no ha tenido tanta habilidad (o ha arriesgado demasiado) y se ha acabado cruzando en un acto público municipal con la persona a la que había dado plantón. “Pero disimula como si no te hubiera visto”, relata otro miembro de la oposición al que le ha ocurrido justo esto mismo muy recientemente.
Concejales de formaciones ideológicamente dispares coinciden en diagnosticar que lo que le pasa a Gerardo Pisarello “es que no le interesan para nada los temas municipales, lo suyo es la alta política”, no en vano es profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de Barcelona (UB). “No se le ve a gusto en el ayuntamiento. No me extrañaría que acabara de diputado en el Congreso o en un cargo de mayor relevancia que este. No está atento a la política municipal, porque en el fondo le resbala”, confiesa uno de sus rivales políticos en el consistorio.
En Argentina, cuando entre dos personas no hay confianza lo primero que se preguntan para romper el hielo es por el mate: “¿Dulce o amargo” . Y el interpelado, como prueba de buena educación siempre responde “como vos tomés”. Si uno tiene una entrevista con Pisarello no tiene por qué conocer esta norma de cortesía. Pero, sin duda, sí que tiene que estar ojo avizor en el caso de que el teniente de alcalde pregunte “¿Unos mates?” Lo mismo es la señal inequívoca de que no le interesa nada de lo que tenga que explicarle.