Arquitecto formado en Holanda donde se centró en la vivienda de tipo social y embajador en Washington como represente de la oposición durante la etapa más dura de El Salvador, cuando la guerra impedía la paz social durante los años 80'. “El Salvador, hoy es lindo país”, cuenta el actual cónsul general de este Estado centroamericano en Barcelona, Francisco Roberto Altschul.
¿Qué hace el consulado de El Salvador para el bienestar de los salvadoreños que viven en Barcelona?
Nos interesa centrarnos en los jóvenes. Ellos se movilizan siempre que se organice algo de fútbol. También combatimos la violencia que pueda darse entre los adolescentes en El Salvador a través de un convenio de cooperación con la Generalitat. Los salvadoreños nos piden que agilicemos la expedición de los pasaportes que ahora se tramita en dos meses, aproximadamente. Nos interesa recuperar la industria textil e instrumental a través de una escuela taller, de manera que podamos profesionalizar la artesanía.
Hace pocos días se estrenaba una exposición de arte postal de la paz en El Salvador en Barcelona. A nivel cultural, ¿qué hace el consulado de El Salvador en la ciudad?
Hemos acompañado a la creación de la Casa de El Salvador para promover la cultura salvadoreña aquí desde el arte y la música tradicional. También estamos a disposición de otras entidades latinoamericanas como lo hemos demostrado cediendo el espacio consular para una exposición de pintura femenina. Unos cuadros pintados por mujeres de diferentes países.
¿Qué ver la primera vez que uno viaja a El Salvador?
Es un país pequeño. Puedes estar en un lago volcánico y en la costa el mismo día. Tenemos la ‘Pompeya americana’, un retrato de la vida precolombina petrificada por la erupción de un volcán, la Laguna Caldera. El enclave se llama la Joya de Cerén. Se trata de un lugar que permite apreciar la vida cotidiana de un pueblo maya agricultor de hace 1400 años, el único conocido en El Salvador. Es uno de los sitios arqueológicos más importantes de Mesoamérica.
¿Qué destaca de la gastronomía salvadoreña que no tiene la mediterránea?
La cosmología indígena cuenta que el ser humano fue creado con maíz, no con barro. Esto responde a la presencia continuada del maíz en la dieta salvadoreña. Un alimento fundamental son las pupusas (tortitas de maíz o arroz). Las pupusas se rellenan de queso y se les añade loroco. El loroco es una planta enredadera que sirve para condimentar las pupusas y las sopas. Comemos muchas flores: el pito es somnífero, el chaparro es una bebida muy similar a la cachaça. El chaparro se usa para combatir la diabetes y para lavar heridas. Otro plato muy común es el gallo en chicha. La chicha se obtiene con la fermentación del maíz y una vez tenemos el alcohol, se mezcla con la cáscara de la piña y la naranja. La elaboración de las chichas ha sido una actividad clandestina, ya que su cultivo ha sido monopolio del Estado como el de toda la producción de alcohol.
Existía un cuerpo de seguridad llamado 'Policía de Hacienda' que decomisaba las chichas en las áreas rurales. El gallo en chicha es común en las festividades de fin de año, una versión salvadoreña del pavo navideño europeo. Una comparativa gastronómica que Metrópoli Abierta seguirá cocinando en próximos artículos.