Colau se niega a atender las quejas vecinales por los narcopisos
La alcaldesa no ha querido reunirse con ellos para escuchar sus peticiones
7 febrero, 2018 22:14Noticias relacionadas
Los vecinos del Raval decidieron hace un tiempo ponerse manos a la obra y luchar contra la proliferación de los narcopisos. Las situaciones que les han tocado vivir han generado angustia y miedo y la inacción de las administraciones ha permitido la proliferación de un negocio que ha degradado la vida en el barrio.
Por eso, hace poco menos de un año, un grupo de vecinos de la calle de Roig decidió ponerse en marcha para luchar contra los narcopisos y la creciente presencia de drogadictos en la calle. Tras llevar a cabo una primera recogida de firmas para pedir ayuda a la administración, se dieron cuenta de que la solución pasaba por sus propias manos.
La Asociación de Vecinos RPR, una de las más activas en la lucha contra los narcopisos, acusa al Ayuntamiento y a la alcaldesa Ada Colau de no atender sus reivindicaciones y de hacer caso omiso a sus peticiones para reunirse con ella y exponerle los problemas que sufren por este asunto.
Para intentar que sus reivindicaciones sean escuchadas por las alcaldesa, los vecinos han puesto en marcha una iniciativa en las redes sociales para pedirle que se reúna con ellos y poder tratar este espinoso asunto. “Sabemos que viene a algunos eventos al barrio, pero no quiere hablar con nosotros de los narcopisos”, afirma Carlos, portavoz de la Asociación de Vecinos RPR (Robadors-Picalquers-Roig). “Por eso hemos iniciado una campaña en las redes sociales para pedirle que venga a hablar con nosotros. Muchos de los líderes de los partidos de la oposición ya han venido a interesarse por el asunto pero ni los del Barcelona en Comú ni los de la CUP han querido hacerlo”.
Una de las propuestas que la asociación quiere hacer llegar a la alcaldesa es que entre todas las partes implicadas se elabore un protocolo de actuación para el caso de los narcopisos. “Queremos saber cómo se tiene que actuar y cómo van a actuar los demás, la Guàrdia Urbana y los Mossos. Nosotros lo hacemos como sabemos, pero no usamos ningún protocolo de actuación porque no existe. Y vemos que las distintas policías actúan de maneras diferentes”.
SITUACIÓN INSOSTENIBLE
La decisión de iniciar sus actividades de lucha contra los narcopisos la tomaron cuando la situación en algunas calles del barrio se hizo insoportable. El aumento de la presencia de los adictos fue la señal de alarma. Acudían a los narcopisos, que se habían establecido de manera impune en el barrio, a comprar droga. Aumentaron las escenas desagradables en las calles, los gritos y las peleas, los insultos a los transeúntes y los pequeños robos. La intranquilidad entre los vecinos les hizo reaccionar.
“A mediados de junio del año pasado la situación se hizo insoportable”, cuenta Carlos. “Había peleas, palizas, la calle olía a orines, los adictos entraban en los narcopisos sin ningún tipo de problemas y nadie hacía nada. Así que lo hicimos nosotros. Nos reunimos con Gala Pin, concejala del distrito, pero desde entonces lo único que ha sido capaz de decirnos es que no tienen jurisdicción en el tema de lo narcopisos y que lo único que pueden hacer es intervenir en el espacio público. Así que limpian las calles, cambian la luz y recogen las jeringuillas”.
Los vecinos consideran estas actuaciones insuficientes. “Empezamos a buscar nosotros mismos las pruebas, haciendo fotos y vídeos. Y comenzamos con las caceroladas. Se fueron uniendo otros vecinos, que organizaron sus propias caceloradas, y al final hicimos una gran manifestación”, recuerda el portavoz de la asociación.
NARCOPISO Y 'HOTEL'
Su primer gran éxito tiene nombre: calle de Roig 22. Se trata de un edificio en el que había dos narcopisos muy activos, en los que traficantes y adictos campaban a su anchas y que llegaron incluso a usar casi como si fuera un hotel. “En el terrado del edificio llegaron a dormir hasta 60 personas”, afirma Carlos. “Y cuando por fin fueron desalojados por la policía, dejaron casi 1,2 toneladas de basura, que tuvimos que sacar para evitar que afectara a la estructura del edificio. Además de los narcopisos, también tenían una sala para pincharse”.
Los narcopisos fueron clausurados gracias a una grabación con cámara oculta que hizo un periodista y que, por medio de los vecinos, acabó llegando a los mossos. Estos se la entregaron al juez, lo que permitió a la policía entrar con orden judicial y cerrarlos. Para evitar que el edificio fuese 'recuperado' por los traficantes, los pisos fueron tapiados por orden judicial.
La lucha de la asociación ha ayudado a que se hayan clausurado “seis narcopisos, una casa de prostitución y una sala de venopunción. Y ahora estamos a la espera de que se clausuren tres salas más. Los vecinos nos mantenemos en contacto constante para saber qué pasa en las calles. No queremos que haya más delincuencia en estas calles. Sabemos que los narcopisos nos traen otro tipo de delitos, como robos en las tiendas o atracos en la calle. Hemos luchado mucho para evitarlo, pero los vecinos no somos policías, hacemos lo que podemos”.
Carlos es consciente de que la lucha tiene sus riesgos, pero los asume. “Nos han amenazado, nos han tirado objetos manchados de sangre, han amenazado a nuestros hijos. Pero es algo que asumimos. No queremos que nuestros hijos no puedan ni salir a la calle. Hace unos días, cuando ya era de noche, me encontré en la calle con una vecina de casi 90 años. Y le pregunté qué hacía a esas horas paseando. Me dijo que ahora se sentía segura de pasear sola a esas horas y que antes no podìa hacerlo porque tenía miedo”.
BIOCONTENDEDOR SIN CONTROL
De todas formas, los temas espinosos no dejan de estar presentes. “Hace muy poco ha aparecido un biocontenedor lleno de jeringuillas usadas en la calle. Se lo dijimos al ayuntamiento y al principio nos negó que fuera de los que ellos usan, pero luego reconocieron que sí. Y nos preguntamos cómo es posible que eso ocurra si este tipo de contenedores deben estar muy controlados. A partir de eso nos hemos enterado que el propio Ayuntamiento se los suministra a los traficantes o a los adictos para que recojan las jeringuillas usadas y los entreguen en los puntos de recogida. ¿Cómo es eso posible? El Ayuntamiento dice que el 80 % de los biocontenedores son entregados en el lugar adecuado, pero ¿qué pasa con el 20 % restante? Antes, los educadores les daban a los adictos una jeringuilla nueva a cambio de una usada. Y eso está muy bien. Pero ahora ya no sabemos qué pasa. Además, los educadores han dejado de hablar con nosotros, al parecer tiene orden de no hacerlo”.
Mientras tanto, la lucha en el barrio continúa. Los vecinos saben que los narcopisos cambian de ubicación pero no desaparecen. Algunos incluso defienden que se trasladan a otros distritos dependiendo de la presión policial, pero que siempre acaban regresando. La lentitud de la maquinaria legal provoca situaciones que angustian a los vecinos y comerciantes de la zona, cansados de convivir constantemente con los problemas que genera el negocio de los narcopisos. Y algunos vecinos se preguntan, ¿hasta cuándo?