Nunca se han ido, aunque ha habido épocas en las que su presencia ha pasado más desapercibida. Desde hace años, el cruce entre la calle Sant Pere Més Baix y la plaza conocida como El Forat de la Vergonya, en el barrio de La Ribera, se ha convertido en un centro de reunión de jóvenes, la mayoría de ellos menores de edad. Son los chicos de la cola, adolescentes que en teoría están inmersos en el sistema público de protección social de menores de edad pero que, en realidad, se pasan el día deambulando por las calles del barrio de La Ribera.
Actualmente son un grupo numeroso, de unos 80 jóvenes, que, sobre todo por la tarde, muestran su lado más problemático. Por lo menos esa es la denuncia que hacen comerciantes y vecinos, cansados de la actitud que algunos de estos jóvenes adoptan cuando se les recrimina determinadas actuaciones y, sobre todo, de la escasa atención que se les presta desde las administraciones.
“Cuando cae la tarde es cuando empiezan los problemas de verdad”, denuncia un comerciante que por precaución prefiere permanecer en el anonimato. “Hay robos y peleas, y se les dice algo te amenazan. Hace mucho tiempo que pasa, pero nadie nos hace caso”. Hablamos con Elisabeth Jiménez, regidora del PP en el distrito de Ciutat Vella, como testigo. Ella ha sido la última en denunciar ante los responsables del distrito la situación de angustia y ansiedad, y que en algunos llega al miedo, que los comerciantes viven en esta zona muy próxima al mercado de Santa Caterina.
SIN VIGILANCIA
El principal problema que perciben los comerciantes de la zona es la escasez de presencia policial. “Sabemos que la policía no tiene la culpa”, afirma otro comerciante, que tampoco quiere ser identificado. “Hacen lo que les dejan hacer. Y muchas veces reconocen que sus actuaciones suelen ser inútiles. Pueden detener a un menor de edad por un robo, llevarlo al centro de acogida al que pertenece, irse a hacer el atestado a comisaria y, antes de que acaben el papeleo, el chico ya está de vuelta. Y eso, claro, les afecta”.
Hay comerciantes que semana tras semana envían quejas al Ayuntamiento, pero su perseverancia no tiene respuesta. “Muchas veces ni responden. Y si se pasan por aquí, les decimos lo que ocurre y nos dicen que exageramos, incluso nos piden comprensión para con los chavales. Les pedimos que se queden en la zona un par de días seguidos para que lo comprueben con sus propios ojos y, claro, se niegan”, afirma otro comerciante. “Así que se van convencidos de que no pasa nada. Pero los que estamos aquí sí vemos lo que ocurre, y lo sufrimos”.
Varios comerciantes relatan que hace unos días, unos chavales le dieron una paliza a un vecino que salió en defensa de un turista al que habían robado, y que ahora la familia del agredido tiene miedo. “Si les recriminas algo, te amenazan. Y muchos de ellos se sienten impunes ya que han visto que no se hace nada contra ellos. Llegan a mofarse de la policía con un descaro que asusta, pero ellos no pueden hacer nada. Si a alguien se le ocurre tocar a alguno de ellos, se puede meter en un lío enorme”.
CIERRE DE NEGOCIOS
Para algunos comerciantes, el vaso de la paciencia se ha llenado. Y van a cerrar sus negocios. “Tras el verano, hay cuatro o cinco comercios de esta zona que casi seguro que ya no abrirán. Están hartos y se están dejando la salud por defenderse y denunciar a estos chicos. Hay quien abre con miedo y otros que no aguantan más ni las amenazas ni la tensión de no saber qué pueda pasar en cualquier momento”. De nuevo, el comerciante que lo explica prefiere el anonimato, aunque reconoce que “ellos ya saben quienes les plantan cara, pero preferimos no darles ninguna facilidad”.
En lo que coinciden todos ellos es que la solución al problema es política. “Hace falta voluntad política para hacerlo. De la Guàrdia Urbana y de los Mossos no tenemos ninguna queja. Pero desde el Ayuntamiento no hacen nada. Es más, hay quién justifica la actitud de estos chicos y parece que al tratarse de gente que ha sufrido ahora no se les puede recriminar nada. Y eso es un error. El problema se está enquistando y cada día que pasa la solución se hace más complicada”, afirma uno de los comerciantes.
Los chavales suelen concentrarse en la puerta del Palau Alòs, ya que allí tienen wifi gratis, además de que usan este edificio municipal, que acoge una escuela para adultos, la Francesc Layret, un Casal de Joves, y un parvulario, para esconderse cuando se acerca la policía e incluso para cambiarse de ropa, según denuncian algunos comerciantes.