El Passatge de la Pau es uno de esos rincones especiales del Barri Gòtic. Especial por el ambiente que se respira en un trayecto tan corto, y especial también por ser un pasaje que pasa casi desapercibido pese a estar a escasos metros de la Rambla. Pero, sobre todo, por la enorme falta de ortografía que conserva el nombre de la calle escrito en castellano, con unas letras enormes, encima de uno de sus característicos arcos: Pasage de la Paz.
El pasaje comienza en la calle Josep Anselm Clavé y finaliza en la plaza Joaquim Xirau. Su tramo más singular es el que transcurre bajo tres arcos, y es encima de uno de ellos, el que da entrada caminando desde la plaza Joaquim Xirgu, donde puede leerse con grandes letras Pasage de la Paz. Sí, pasage con 'g' en lugar de la preceptiva 'j' que marcan las reglas ortográficas del castellano. Se trata, pues, de la única vía de Barcelona que conserva tan flagrante falta de ortografía en su rotulación, aunque hay quien afirma que, en realidad, cuando se realizó la inscripción, alrededor de 1839, escribir pasaje con 'g' no era un error ortográfico. También se explica esta grafía por influencia del francés, como evidencia el hecho de que en otras ciudades españolas también existan calles con nombres similares, como el Pasage del Comercio, en Madrid, y el Pasage de Gutiérrez, en Valladolid.
Sea como fuere, el pasaje se llamó así por la firma del Convenio de Vergara, también conocido como Abrazo de Vergara, que en realidad se dieron los generales Espartero, isabelino, y Maroto, carlista, en Oñate, por el que se puso fin a la primera guerra carlista.
Su peculiar construcción, con dos arcos en sus entradas y una plataforma en el centro, llama la atención. La estructura obedece a la necesidad de hacer edificios más altos para alojar más viviendas y los arcos ayudan a soportar los edificios. Destacan las pinturas policromadas que se han conservado en los bajos de uno de los arcos y en la plataforma central, aunque han desaparecido en el arco de la entrada de la calle Josep Anselm Clavé.
TRANQUILIDAD
La parte de la calle entre los dos arcos transmite tranquilidad y sosiego. Algunos bares que se encuentran en el mismo pasaje permiten el descanso del visitante y el disfrute del silencio en una calle sin apenas tránsito, en la que los pocos turistas que se acercan lo hacen casi son sigilo, respetando el espacio e intentando no perturbar la paz y el silencio que el pasaje transmite.
Lo mas habitual es encontrarse con personas que miran hacia arriba para contemplar las pinturas que decoran los bajos del arco y de la plataforma central. Y las miradas de los unos arrastran las de los otros, por lo que se hace inevitable fijarse en los mismos.
PROSTÍBULO
El negocio más famoso que ha albergado la calle fue el prostíbulo conocido como el Chalet del Moro. Situado en el antiguo edificio del número 3, vivió su época dorada en los años 1920 y 1930. Lo fundó un empresario alemán que huyo de su país durante la I Guerra Mundial, y su nombre fue debido a la suntuosidad oriental que decoraba su interior. La mayoría de las prostitutas eran extranjeras, que acabaron huyendo durante la Guerra Civil, y el local terminó cerrando en 1935, cuando el gobierno ilegalizó la prostitución. Reabrió cuando las tropas franquistas entraron en Barcelona para frenar las violaciones que los soldados franquistas, sobre todo legionarios y marroquíes, hacían en las ciudades que conquistaban. Poco a poco, el negocio fue decayendo y acabó siendo un burdel sucio y barato.
Tras cerrar en 1956, el edifico se convirtió en pisos de alquiler barato y poco a poco quedó en el abandono. Fue derribado en 1991 y en su lugar se construyeron viviendas de protección oficial.
En la actualidad, la calle acoge la fundación del prestigioso arquitecto, ya fallecido, Enric Miralles, y el estudio de arquitectura Miralles Tagliabue EMBT.