“Una familia con tres niños ocupó una vivienda vacía, conectó el agua y la luz y se marchó a los 10 días. Después entró un grupo de narcotraficantes”. Así es como el vecino del Raval David Marimón describe a Metrópoli Abierta el método que utilizaron unos traficantes de drogas para ocupar uno de los bajos de la calle de la Riereta 1.
"Ya lo hemos denunciado a la policía. Nos han dicho lo de siempre: harán vigilancia y lo notificarán al juez, pero hasta que el juez no les de permiso para entrar, no se puede hacer nada”, explica sentado en el salón de su casa. Marimón lamenta que desde el pasado agosto debe convivir con una criminalidad que hace que esta finca deje ser el hogar que construyó nueve años atrás.
CÓMO AFECTA A LOS VECINOS
Los actos incívicos que ha presenciado Marimón son múltiples. Es recurrente que estallen peleas entre narcotraficantes y entre estos y clientes, así como escuchar a cualquier hora gritos y a personas llamando al timbre del local ocupado. En el caso de que no les abran, pueden llegar a llamar a los vecinos. Y en ocasiones hasta han destrozado parte del mobiliario de la escalera.
“Hace una semana rompieron el cristal de la puerta principal con una botella. Dos días más tarde, supongo que al estar cansados de abrir y cerrar esta puerta, rompieron la cerradura. Yo mismo tuve que arreglarla”, indica Marimón, que al mismo tiempo apunta que este ambiente en la escalera ha avivado el miedo entre algunos vecinos. “A veces hay clientes que se quedan dormidos, discuten, se gritan y se mean. Y después, por la mañana, nos encontramos que está todo hecho un asco. Hay personas mayores que tienen miedo de salir solos de casa y necesitan que alguien les acompañe”.
Más allá del miedo que despierta encontrarse inmerso en una rutina de este tipo, hay vecinos que incluso evitan vivir en el edificio: uno pasa largas temporadas en su pueblo porque “no se siente a gusto en casa” y otro, que tiene la vivienda alquilada, ya ha visto como se han marchado tres inquilinos en los últimos tiempos. La situación no es nueva: hace cuatro años el mismo local fue ocupado por otros narcotraficantes.
REPUNTE DE DROGAS
Este bajo de la calle de la Riereta 1 es uno de los puntos de venta de drogas que han surgido después de la segunda macroperación contra los narcopisos, que tuvo lugar el pasado junio. El portavoz de la Asociación de Vecinos del Raval, Lluís González, reconoció recientemente a este diario que después de la intervención policial los vecinos notaron durante un mes y medio que la situación estaba “más controlada”. Pero desde hace unas semanas se percataron de que se está produciendo un repunte de drogas y consumidores en el barrio.
El local ocupado de la calle Riereta ocupado por los narcotraficantes / MA
Una opinión similar a la de Ángel Cordero, integrante de Acció Raval, que asegura que después de la macrooperación las bandas se trasladaron a barrios como La Verneda, La Mina, Sant Antoni y l’Eixample y, más tarde, algunas volvieron al Raval. Acció Raval ha localizado 15 pisos ocupados que actualmente actúan como puntos de venta, alguno de los cuales “podría ser un narcopiso”, y han avistado otros 15 donde también se podría estar traficando con drogas. “Han cambiado la dinámica y la mayoría son ahora puntos de venta”, dice Cordero y añade: “la policía dijo que con la macrooperación de junio se agotó el fenómeno, pero está claro que no es así”.
REIVINDICACIONES
La relación de este local con el narcotráfico se remonta a años atrás. Marimón recuerda que hace unos cuatro años lo ocuparon otros narcotraficantes. Las caceroladas y denuncias a la policía de los vecinos consiguieron que, pasados dos años, acabaran marchándose. Más tarde, en agosto de 2017, lo ocupó “por necesidad” un vecino del barrio que vendía muebles. Su estancia terminó en abril de 2019, cuando lo desahuciaron. El piso quedó vacío, y eso pudo propiciar que el pasado agosto llegaran los actuales traficantes a este piso que, actualmente, es gestionado por la inmobiliaria Canvives y es propiedad del Banco Santander.
“Una manera de dificultar la ocupación para la venta de drogas es evitar que los pisos se queden vacíos. Mientras vivió aquí nuestro vecino, nunca tuvimos problemas. Pero a la que se marchó, no tardaron en llegar los traficantes”, detalla Marimón al hablar de una práctica que ha hecho saltar las alarmas al integrante de Acció Raval. “El propietario de hace cuatro años (otra entidad financiera) no actuó contra el narcotráfico de entonces y después se desahució al vecino. Parece que tienen el interés de que la gente se vaya del barrio para vender la vivienda a un precio más alto o, bien, que se queden más pisos vacíos para así comprar otros inmuebles a un precio más económico”.
En este edificio hay varios domicilios con renta antigua, pero sus inquilinos tienen claro que de aquí no se van por mucho que un local vacío sea una oportunidad para delincuencia.