La contaminación acústica del Gòtic ha provocado que Eva Vila, integrante de la plataforma de vecinos Fem Gòtic, haya cambiado algunos hábitos. “Hay momentos en los que a mi hijo de tres años le resulta imposible hacer la siesta. Lo cambio de habitación o le modifico el horario para que pueda descansar”, cuenta a Metrópoli Abierta sobre unas molestias provocadas por bares o discotecas que cierran de madrugada, viandantes que van de un punto al otro del barrio gritando o camiones de basura que pueden llegar a pasar por la misma calle hasta tres veces en una noche.
"Conozco vecinos que no pueden conciliar el sueño a partir de las 3:00 horas o que han cambiado la distribución del piso para poder dormir", añade.
Vila conoce sobre todo el panorama de la calle Ample, que dice que está enfocado al ocio nocturno. Una realidad que no difiere demasiado de la que se vive en otras partes del barrio. El vecino José Manuel Benito apunta que, aunque está acostumbrado al ruido porque ha trabajado como camarero durante toda su vida, por las noches escucha demasiados “gritos de turistas y locales que salen de fiesta por la calle Escudellers". Manuela Cuevas señala que sus oídos también conviven con “turistas que se pelean entre ellos, bandas que se enfrentan tirándose botellas de cristal o gritos de chicas, a quien supongo que habrán robado o algo por el estilo”.
CERVEZAS EN LA PLAZA DE GEORGE ORWELL
Laura Ygón trabajaba cerca de la plaza de la Mercè y asegura que “es uno de los sitios más ruidosos e insoportables de Barcelona”. Y la vecina Carmen Pérez señala que uno de los problemas son los grupos que se sientan en corrillo en la plaza de George Orwell a beber latas de cerveza y las personas que salen fuera de los bares a fumar mientras gritan. “Hay muchos días que no puedo dormir, aunque es peor en verano, cuando lo tengo todo abierto”, reconoce Pérez y, acto seguido, añade: “El Gòtic es un barrio ruidoso desde hace unos 15 años, desde que Barcelona se abrió de verdad al turismo”.
Otra de las consecuencias de la masificación turística es que la ciudad se ha llenado de espectáculos improvisados en medio de la calle. Aunque Vila insiste en que todo el mundo debe poder ganarse la vida de alguna manera y que la ciudad es de todos, se debería controlar "el volumen" de estas performances. “En las terrazas de la plaza de George Orwell y la plaza del Pi hay actuaciones de flamenco y rumba, bailes hindú o espectáculos orientales durante todo el día. Queda muy bonito desde fuera, pero si vives allí te cagas en la puta”, sostiene.
VENTANALES CATALOGADOS
Por si el ruido que concentra el Gòtic no fuese suficiente calvario, los vecinos, además, tienen algunos impedimentos para aislarse del exterior. Vila recuerda que hay “muchos edificios” cuyos ventanales están catalogados. Eso provoca que si uno quiere instalarse un cristal doble y la madera está deteriorada, también deba cambiar toda la estructura porque la antigua no aguantaría una pequeña reforma de este calibre. “En mi caso, el Ayuntamiento me dijo que no podría aprovechar la madera actual. Y comprar una nueva es algo que no puede permitirse todo el mundo”, indica.
A finales de noviembre, el regidor de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, se jactaba a través de Twitter de que el consistorio está combatiendo el ruido que genera el ocio nocturno, pero está claro que no es suficiente. Vila subraya que se deberían regular los horarios de los camiones de la basura, que señala que pasan tres veces durante la madrugada por una misma calle, y que los locales de ocio “cierren más pronto”.
Para ella, estos solo se preocupan de que los clientes no griten en las inmediaciones a su establecimiento, pero les permiten hacer ruido en la siguiente esquina. “Y esto provoca que algunos vecinos deban bajar a pedirles que bajen el tono de voz o que, incluso, opten por tirarles agua o huevos”, sentencia.