Un grupo de vecinos del Raval decidió custodiar el viernes pasado una vivienda de la calle Riereta 13 para evitar que regresaran los traficantes que la habían estado ocupando. Lo que no esperaban es que, al día siguiente, aparecerían cuatro miembros de la banda empuñando palos, que les amenazarían a base de decirles que “el piso era suyo” y que uno de ellos hasta les enseñaría una navaja. “Nos quedamos delante de la puerta. Ellos querían entrar, pero no les dejamos”, cuenta a Metrópoli Abierta Ángel Cordero, integrante de la plataforma de vecinos Acció Raval.
Cordero reconoce que después de la segunda macrooperación contra los narcopisos que tuvo lugar el pasado junio, se acabó con muchos, “quedaron unos nueve”. Pero en los últimos meses se ha producido un repunte y, actualmente, “hay más de 20”. El inmueble de la calle Riereta 13 es un claro ejemplo de que hay bandas que siguen traficando con impunidad y de como los vecinos están tratando de paliar una problemática que las administraciones están lejos de solucionar.
HISTORIA DE UN NARCOPISO
Cordero recuerda que este narcopiso ha estado operando durante unos tres años sin que la policía haya intervenido. Desde Acció Raval sospechaban que podía deberse a que sus traficantes “eran más cuidadosos que otros”, que durante unos lapsos de tiempo operaban y durante otros detenían la actividad. A pesar de ello en ocasiones se producían peleas entre clientes. Algo que hizo saltar las alarmas entre algunos residentes del barrio.
El principio del final de este punto de venta de drogas tuvo lugar el viernes por la noche, cuando los Mossos d’Esquadra acudieron a la calle Riereta tras producirse una reyerta en las inmediaciones del inmueble. Calmaron la situación. Pero después, unos vecinos volvieron a llamarles porque escucharon a una mujer chillando en el interior del piso. Cordero desconoce los motivos de los gritos, pero gracias a ese aviso, los Mossos d’Esquadra y los Bombers tiraron la puerta abajo, desalojaron a “la gente que había dentro” y 'aseguraron' la entrada con una "especie de espuma". Aunque esta dificultaba el acceso, aún “se podía abrir”.
EVITAR EL REGRESO DE LOS TRAFICANTES
Tras la marcha de los narcotraficantes, había una serie de factores que vislumbraba que este episodio no había terminado. Existía la posibilidad de que la banda regresara, el Ayuntamiento de Barcelona no había tapiado la entrada y el propietario, Sareb –‘banco malo’–, todavía no se había pronunciado.
Un panorama que llevó a un grupo de jóvenes del barrio a ocupar la vivienda para asegurarse de que la vivienda continuara siendo un espacio libre de drogas. “Cuando llegamos allí, nos encontramos a un nombre que trabajaba para los traficantes. Le dijimos que se marchara, no quería irse, pero acabó haciéndolo”, señala Cordero, que junto a otros vecinos estuvo acompañando a los actuales ocupantes del piso. “En 15 minutos volvió acompañado por tres narcos. Todos llevaban palos”, añade.
Fue entonces cuando la tensión se apoderó del ambiente durante unos instantes: unos 20 vecinos custodiaban la puerta para que evitar que los delincuentes entraran, uno de ellos sacó una navaja cuando Cordero le agarró el palo y se produjeron varios empujones. No se marcharon hasta que otras personas empezaron a gritarles desde la calle y los balcones alertando de que llamarían a la policía.
OCUPACIÓN
Uno de los jóvenes que actualmente ocupan el piso de la calle Riereta 13, Leila, indica a Metrópoli Abierta que el pasado sábado los Mossos d'Esquadra se presentaron en la vivienda para identificarles. Les permitieron quedarse, pero antes de dejarles solos les alertaron: “cuidado con los narcos porque nosotros no podemos llegar a todo”.
Leila detalla que, desde el viernes, entre seis y ocho personas han estado las 24 horas en el lugar y que muchos vecinos les han echado una mano. “Se han pasado por aquí para ayudarnos a arreglar el piso. Necesita masilla porque la pared está gastada y hay agujeros hechos por las ratas. También estamos limpiando las paredes, donde hay marcas de sangre, escupitajos y pintadas”, dice Leila. Y agrega que casi cada noche han llamado al timbre del inmueble presuntos antiguos clientes.
“A uno de dijimos que aquí ya no se venden drogas y contestó: ‘¡¿Por qué?!’ ‘¡¿Por qué?!’”, recuerda Leila, que al mismo tiempo asegura que el final de estos hechos “no es que vuelvan los traficantes, sino que nos quedemos hasta que nos desalojen de forma judicial”.
EL PROPIETARIO
Uno de los hechos que más ha sorprendido a Cordero durante todo este proceso es que también se presentó al inmueble un “representante de Sareb” alertando de que interpondría una denuncia a las personas que actualmente lo ocupan. La razón de su asombro no es otra que “durante los tres años que han estado los traficantes, el propietario no ha formulado ninguna demanda”.
No se trata del único caso que muestra la pasividad de muchas entidades bancarias y fondos buitre a nivel inmobiliario. “Lo que estamos viendo es que no denuncian el tráfico. En el mejor de los casos, solo denuncian la ocupación de los traficantes”, asegura Cordero y agrega: “Permiten que el barrio se degrade para que la gente de vaya y, así, poder especular”.