En la imagen, un niño cogido posiblemente de su madre o una familiar, gira la cabeza hacia la escena que le llama poderosamente la atención. Durante unos segundos, los ojos del pequeño se clavan en la aguja clavada en el brazo del hombre, un consumidor de droga, seguramente de heroína.

La instantánea, publicada por la cuenta de Twitter Raval Sud, retrata la intensa degradación que sufre una zona del Raval barcelonés, concretamente los alrededores de la Sala Baluard, conocida despectivamente como narcosala. La escena, sin embargo, no es nueva y se repite desde hace años. El hombre, sentado en la acera entre dos coches, se inyecta la droga ante la mirada de los transeúntes.

SATURACIÓN DE LA SALA BALUARD

Durante estos meses de pandemia, el consumo de drogas en este rincón de Ciutat Vella se ha acentuado. Es también un punto de venta de droga. El centro público, el Cas Baluard, instalado para proporcionar un entorno seguro a los toxicómanos, es incapaz de absorber con fluidez las decenas de personas que acuden cada día.

Las medidas para frenar la Covid-19 provoca que muchos consumidores deban esperar fuera y consumen en la calle una vez consiguen la aguja que les dispensa la Agència de Salut Pública de Catalunya. La consecuencia: consumo de drogas las 24 horas del día en plena vía pública, también durante el día a los ojos de cualquier, también los niños.

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