El histórico restaurante Can Lluís, en el barrio del Raval, lleva más de un año cerrado. Lo hizo el 14 de marzo de 2020, con la primera ola de la pandemia, pero el coronavirus no es la principal causa de que el establecimiento esté con la persiana bajada, explica Júlia Ferrer, la mujer del propietario a Metrópoli. La peripecia se inició en 2014, con el fin de los alquileres antiguos, y ha acabado ante el juez tras un desahucio "sin aviso". Por el camino, Can Lluís ha sufrido una okupación, un robo y el destrozo del techo del lavabo durante el temporal Gloria y que la propiedad no ha reparado. Aunque a ellos les gustaría seguir abiertos, hace unos días, este medio informaba de la clausura del local, uno de los restaurantes preferidos de Manuel Vázquez Montalbán. Sus paredes acumulan 92 años de vivencias. 

Júlia explica que cuando se acabó el contrato de renta antigua empezaron a negociar un nuevo contrato, aunque la intención de la familia era comprar el restaurante. "Nuestros hijos, Pol y Eric estaban interesados en continuar el negocio a pesar de cada uno tiene su trabajo". La familia de Ferran Rodríguez, el marido de Júlia, está al frente de Can Lluís desde 1929, aunque el local tiene incluso más años, cuando era Can Mosques. "Era conocido así por los toneles con bacalao fresco secándose en las puertas que, en verano, atraían a las moscas”, dijo Ferran en una entrevista en 2017.

3.000 EUROS DE ALQUILER

Siempre según la versión de Júlia, durante dos años, entre 2014 y 2016, el restaurante funcionó con un contrato de palabra. Detrás estaban los hijos de la primera propietaria, una persona con la que Ferran jugaba de niño. Sin embargo, en 2017, el edificio se vendió a un "fondo inmobiliario", dice Júlia. Y ahí empezaron los problemas de verdad. Durante nueve meses se estuvo negociando un nuevo contrato, pero éste no se firmó hasta junio de 2018. "Había cláusulas que eran inaceptables", afirma. Con el nuevo alquiler, el precio se incrementó notablemente. "Pasamos a pagar 3.000 euros al mes y el contrato se hizo por 10 años". Hasta entonces el alquiler era de 900 euros. "Por el tipo de restaurante que tenemos, muy familiar, y nuestra política de precios, no podemos pagar esas cantidades", sostiene Júlia.

En 2019, Can Lluís celebró sus 90 años de vida. El restaurante, para quienes no lo conozcan, es un clásico de Barcelona, uno de los mejores de cocina tradicional. Por él han pasado cientos -miles, seguramente- de actores, políticos, periodistas, escritores, intelectuales, músicos... La lista no se acaba: Ernest Lluch, Joan Manuel Serrat, dos premios Nobel (José Saramago y Harold Pinter), los dibujantes de El Jueves y El Papus, Tony CurtisSara MontielPepe Rubianes, Tete Montoliu, Vittorio Gassman, Tip y Coll, Rafael Alberti, Núria Espert, Toni Miró...

Clientes de Can Lluís en el restaurante / METRÓPOLI - ARNAU MAS



EL PRIMER RESTAURANTE DE BARCELONA AL QUE FUE MESSI

Casi todas las visitas notorias de Can Lluís han quedado plasmadas en cinco libros, cinco incunables que incluyen originales frases, dibujos, caricaturas…También las paredes del establecimiento rezumaban historia por los cuatro costados, con fotografías, carteles teatrales y dedicatorias de clientes. Hasta fue el primer restaurante barcelonés que visitó Leo Messi con solo 14 años. Lo trajo el exagente de futbolistas, Josep Maria Minguella. “Me dijo que acabaría siendo uno de los cracks del Barça”, evocaba Ferran. Minguella se equivocó. Messi ha acabado siendo el mejor futbolista de todos los tiempos.

La situación del restaurante se complicó de forma importante en 2020. Júlia explica que la propiedad empezó a rehabilitar la finca para alquilar los pisos. Asegura que los trabajos en la fachada les destrozaron las puertas exteriores de barniz. En enero del año pasado, durante el temporal Gloria que azotó Barcelona, unas filtraciones de agua del primer piso hicieron caer el techo del lavabo de mujeres. El espacio tuvo que ser apuntalado. Según Júlia, durante 40 días, la propiedad les dio largas para no arreglar los destrozos. "Pretendían que los pagáramos nosotros, pero no nos corresponde", argumenta. Cuando cerraron, la reparación seguía sin haberse hecho.   

LLEGA LA PANDEMIA

Durante el mes de febrero de 2020, el restaurante continuó abierto. "Utilizábamos un solo lavabo. Los clientes [muchos de ellos amigos de la casa] hacían cola. Todo el mundo tuvo mucha paciencia". Paralelamente, la familia Rodríguez-Ferrer presentó una denuncia al Ayuntamiento para que los técnicos municipales inspeccionarán los destrozos. Según Júlia, el informe del consistorio concluyó que correspondía a la propiedad pagar la reparación. El regidor del distrito Jordi Rabassa ha dicho en Twitter que el suyo es un caso de "especulación inmobiliaria". La familia opina que han sido víctimas de acoso.

Con la llegada de la pandemia, Can Lluís bajó la persiana y ya no ha vuelto abrir. Los titulares del negocio intentaron hacer ver a la propiedad que no podían pagar 3.000 euros con el local cerrado. El suyo fue un diálogo de besugos. "Hemos intentado negociar, pedir ayuda, pero no ha habido manera" Júlia asegura que en abril y mayo de 2020 no les giraron ningún recibo y ellos no ingresaron directamente el alquiler porque asegura que la propiedad les debía 4.000 euros. 

Un camarero del restaurante Can Lluís / METRÓPOLI - ARNAU MAS



IMPORTANTES PÉRDIDAS POR UN ROBO

La epopeya de Can Lluís no acaba aquí. En octubre de 2020, el restaurante sufrió un robo. El asalto acabó con destrozos -entre ellos toda la parte informática- y pérdidas. "La luz saltó y se perdió todo lo que había en los congeladores". El robo era además una okupación. Dentro del establecimiento se encontraron hasta un colchón. Con este panorama, añade Júlia, "no podíamos abrir. No veíamos como solucionarlo", lamenta en declaraciones a Metrópoli.  

El contacto con la propiedad acabó en diciembre de 2020, dice Júlia. Un mes más tarde, un vecino les alertó de que la persiana del establecimiento estaba levantada. "Pensamos que nos habían robado otra vez". Pero no era así. Cuando intentaron entrar, se encendió la alarma. La propiedad había cambiado la cerradura y había dictada una orden de desahucio. De ello les informaron los Mossos d'Esquadra. "Jamás hemos recibido un aviso de desahucio", asegura. Desde entonces, el caso está ante el juez pendiente de resolución judicial. La familia entiende que el desahucio es "irregular" y espera que el juez le dará razón. "Nos desahucian por dos meses". 

SIETE TRABAJADORES

Según Júlia, hasta que cerraron Can Lluís llevaba tres años en pérdidas, El restaurante tenía siete trabajadores. Durante la pandemia tres se fueron, pero los otros cuatro tuvieron que ser despedidos e indemnizados ante la imposibilidad de continuar la actividad, agrega la mujer del titular de negocio. Tanto Ferran como Júlia creen que la mejor salida es traspasar el negocio y la licencia. Lo llevan intentando desde la pasada primavera sin que hasta el momento lo hayan conseguido. "No es nuestro proyecto. No creo que hagamos el esfuerzo de volver a arrancar. Ha sido un golpe muy duro. Nos gustaría estar abiertos. No hemos cerrado porque hemos querido. Hemos cerrado obligados por unas circunstancias, por todo lo que nos ha pasado".

Dedicatoria de Vázquez Montalbán a Can Lluís / METRÓPOLI - AM



Can Lluís está en la esquina de la calle de la Cera con Reina Amàlia, junto a la ronda de Sant Pau. Curiosamente, Can Lluís está muy cerca del gimnasio social Sant Pau, otro histórico del barrio, que lleva meses esquivando ser desahuciado. El restaurante es una institución en el Raval, en Barcelona. Entre sus paredes hubo, en enero de 1946, un atentado anarquista. Murieron cuatro personas, entre ellas el abuelo y el tío de Ferran. El impacto de la bomba todavía se podía ver en el comedor interior.

NO HABÍA CERRADO NUNCA

Hasta marzo de 2020, Can Lluís no había cerrado nunca. Ni siquiera durante la Guerra Civil. Solo por vacaciones y los domingos desde 1974. Perder Can Lluís es perder una parte de la esencia de Barcelona. Y, por desgracia, no es el único comercio emblemático que ha bajado la persiana. El degoteo de cierres durante los últimos años es interminable.

De Can Lluís se encontrará a faltar la paella del senyoret, la fideuà de Can Lluís estilo Gandía, los mejillones de roca a la plancha, el timbal de exqueixada con olivada, los pescaditos de la barca de Vilanova, el rabo de toro guisadito al vino tinto, los callos con garbanzos... Pero también el trato -familiar, exquisito, amable-, las tertulias, las largas sobremesas... Con el cierre de Can Lluís, Barcelona pierde más que un restaurante, pierde un trozo de su historia.

Antes de publicar esta información, Metrópoli ha intentado sin éxito hablar con los administradores de la finca.

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