Desde hace más o menos una década, el paisaje casi siempre es el mismo en un rincón del Gòtic Barcelonés. A unos metros del Arc de Triomf, el consumo de drogas en la calle es habitual. También lo son los orines de las personas que la consumen, que combinan la inyección de heroína con alcohol. Las peleas entre ellos y las amenazas que lanzan a los vecinos agravan, aun más, una sensación de inseguridad que se enquista en este punto del barrio de Sant Pere, Santa Caterina i la Ribera. Lo denuncian a este medio dos restauradores de la zona. Sus negocios se ubican a unos pasos del Centro de Atención y Seguimiento de las Drogodependencias (CAS) Lluís Companys. Calculan que una veintena de los usuarios generan continuos conflictos por la ocupación de la vía pública y exigen una solución.
“Antes era complicado andar por aquí de noche, pero ahora ya lo es a cualquier hora”, relata Jorge Torres, dueño del bar Torres. Los vecinos tropiezan habitualmente con decenas de jeringuillas tiradas en el suelo. Cuando les reprochan que se pinchen a plena luz del día, los usuarios del CAS se rebotan y, en algún caso, se producen incidentes. El último ocurrió hace unos días cuando un toxicómano escupió a una vecina. La mujer explica que en ese momento ella llevaba la mascarilla bajada porque estaba llamando por teléfono al 112. “Me he hecho la prueba del hepatitis. Muchos tienen la enfermedad”, explica la residente, que prefiere mantenerse en el anonimato.
VARIAS REUNIONES, POCAS SOLUCIONES
Vecinos y restauradores han mantenido varias reuniones con Mossos d’Esquadra, Guardia Urbana y Ayuntamiento de Barcelona. Pero el tiempo pasa y no vislumbran una solución. “Cada día se agrava más. El otro día un minusválido le pidió a una mujer que siempre está con ellos y fueron directo a agredirle”, cuenta. Este miércoles las sillas de su bar volaron por los aires mientras dos hombres se peleaban. “Conseguimos que no entraran en el local. A mi mujer casi le dan con una silla”, explica el hombre. El enfrentamiento siguió en el Centro de Atención Primaria (CAP Casc Antic) donde “destrozaron” la entrada.
Esther Fouces regenta otro bar de la zona, el Rincón de Galicia. Al principio ayudaba a los usuarios del centro. Les daba comida, les dejaba usar el servicio y les cargaba sus móviles, pero todo eso se terminó después de varios “malentendidos”. “Se emborrachan, se olvidan que han dejado el móvil y luego me acusan de ladrona”, explica. Esta trabajadora explica que arrastran el problema desde hace más de 10 años. “Es un problema que va más allá de la ocupación de la vía pública. Es un problema transversal”, opina.
DESINTOXICACIÓN
Ubicado en el paseo de Lluís Companys, entre las calles Rec Comptal y Portal nou, el CAS Lluis Companys es uno de los centros de reducción de daños de Ciutat Vella. En el interior se realizan talleres, programas y servicios enfocados a abandonar la adicción a las drogas. Los usuarios pueden consumirlas de manera controlada bajo la supervisión de los educadores. Hay duchas, ropa y pueden comer algo. Los vecinos, sin embargo, insisten en la afectación diaria motivada por la difícil convivencia de algunos de sus usuarios.
En los alrededores del CAS, los pequeños campamentos han sido una constante. También durante la pandemia y los primeros meses de confinamiento total. Los vecinos han recogido 677 firmas para pedir a las administraciones una solución que ponga fin al deterioro de la convivencia en la zona. En el escrito, destacan también la afectación económica que conlleva la ocupación de la vía pública de estas personas. "El grado de suciedad de las calles cercanas es insostenible. Se trafica con pastillas y sustancias de todo tipo a plena uz del día. Los negocios estamos perdiendo mucha clientela, ya que no es agradable pasar por allí, y menos sentarse en una terraza a ver semejante espectáculo", denuncian.
UNA DIFICIL CONVIVENCIA
El objetivo de los afectados es cerrar este centro o trasladarlo de lugar. Al menos la segunda opción se antoja muy difícil, pues su ubicación está ligada estrechamente al lugar que frecuentan las personas adictas a las drogas, es decir, las zonas de tráfico de drogas. Lo señalaba hace unos días en una entrevista a este medio Josep Rovira, director del Área de Drogas de la Associació Benestar i Desenvolupament (ABD). "Los espacios de reducción de daños tienen que estar donde se consume que es donde está el tráfico, el mercado del consumo. Allí es donde la gente va y compra", recuerda el especialista.
Las quejas de los vecinos del Gòtic vuelven a poner sobre la mesa la frágil convivencia entre la necesaria función de los centros que atienden a las personas adictas a las drogas y los vecinos y comerciantes que viven a unos metros de estos locales. En abril, Metrópoli ya se hizo eco de las críticas de vecinos y comerciantes ubicados cerca del CAS Baluard. La suciedad e inseguridad también ha movilizado a los residentes del Raval a recoger firmas y a enviar una carta a la alcaldesa Ada Colau implorando que no amplíe el centro, una de las opciones que plantea la Agència de Salut Pública de Barcelona, el organismo pública que la gestiona.