"¡Dame el dinero, dame el dinero!", le dice un hombre a otro mientras desenfunda un machete. A escasos metros, otro hombre le apunta con un cuchillo mientras le responde "no lo tengo". Situaciones como esta son las que pueden ver cada noche los vecinos de la calle Morera si se asoman a los balcones que dan a la vía, ubicada en pleno barrio de El Raval de Barcelona. La zona se ha convertido en un auténtico sumidero de delincuencia en el último mes, justo después de que se instalara un narcopiso en el número 7 de la estrecha callejuela.

Que la zona adolece de alta criminalidad y consumo de drogas no es ninguna novedad. Los cuerpos policiales llevan años desmantelando inmuebles okupados y convertidos en puntos de venta y consumo de estupefacientes, pero la problemática parece no tener fin pues, cuando se desmantela uno, poco tiempo transcurre hasta que aparece otro. Y esto es precisamente lo que ha ocurrido en el lugar. Hace escasos dos meses, efectivos policiales habían desmantelado un narcopiso en la calle de les Cabres, la paralela a Morera. En menos de un mes, individuos sospechosos entraban en el primer piso de un edificio de solo tres plantas, rompían la puerta del portal y se instalaban, colocando una bolsa de basura negra en el balcón, un símbolo representativo de lo que ocurre en el interior. Desde entonces, se ha instaurado un auténtico régimen del terror.

NARCOTRÁFICO

Y es que este plástico oscuro cumple una doble función: por un lado, sirve de símbolo que indica a los consumidores que allí acuden que ese es el lugar donde obtener su dosis; por el otro, levanta un velo que impide ver lo que ocurre en su interior. Vecinos de la calle, que conecta directamente con el mercado de La Boqueria, han relatado a Metrópoli que, desde que los narcotraficantes se instalaron en el lugar, ya no se puede vivir.

Desconocen si se trata de los mismos criminales que desalojaron de la calle de les Cabres pero, desde entonces, la de Morera se ha convertido en una calle muy transitada por la noche. Gran número de personas llegan, entran en el piso, cuyo portal permanece abierto durante todo el día, pican a la puerta, recogen su dosis y se pinchan en la misma calle. El interior del piso, por otra parte, se ha convertido en un fumadero de crack, aseguran las fuentes consultadas. También se venden otro tipo de sustancias.

PELEAS CONSTANTES

"No tienen nada que ver con gente del movimiento okupa, que suelen participar activamente en la comunidad", insisten los vecinos, que conviven con más pisos okupados en la misma calle. "Esto son unos delincuentes que se dedican al trapicheo y menudeo". No obstante, el gran número de peleas y gritos que se repite noche tras noche les ha quitado el sueño. A ello se suma la suciedad. En las últimas semanas, se ha convertido en algo habitual encontrar orines, excrementos y jeringuillas, tanto dentro del edificio, en el que viven más personas, como en la calle. Con el calor, la zona apesta y ya no pueden abrir las ventanas para ventilar sus domicilios o disfrutar de la brisa, tan necesaria para conciliar el sueño con el calor de estos días.

El número 7 de la calle de Morera en El Raval, donde se ha instalado un narcopiso / ANDONI BERNÁ

Los que allí viven aseguran que ha habido casos en los que algunos vecinos se han enfrentado a compradores y camellos. Eso ha hecho que haya vecinos de la pequeña calle que vivan directamente amenazados, entre los que se encuentran personas de avanzada edad.

Este medio se ha desplazado hasta el lugar para corroborar los hechos, solo para encontrarse con una actuación policial que ha terminado en fracaso. Cuatro agentes se han personado en el lugar, han entrado en el edificio y han picado a la puerta. La Guardia Urbana es consciente de que allí hay un narcopiso en funcionamiento, pero ningún cuerpo policial puede ejecutar un desalojo sin una orden previa de un juez. Preguntados por este medio, han rechazado hacer declaraciones para no entorpecer la investigación. En cualquier caso, los vecinos comentan que ya han denunciado los hechos y habitantes de la zona graban lo que ocurre noche tras noche para reunir pruebas. Después de que no contestara nadie, los agentes se han marchado con las manos vacías, pero no habían pasado ni cinco minutos de su marcha cuando un joven ha entrado al piso para realizar una compra.

EFECTO LLAMADA

Hasta que la Justicia actúe, los vecinos del número 7 tienen que soportar que se formen largas colas de personas desconocidas frente al primer piso. Como si fueran un comprador más, tienen que esperar su turno para poder subir a sus viviendas. El resto de habitantes de la calle, personas que se conocen desde hace décadas, esperan que el asunto no se cronifique y provoque un "efecto llamada" que atraiga a más mafias que okupen nuevos inmuebles para alimentar el narcotráfico en la capital catalana.

Lo que sí que está atrayendo ya es a turistas. Y es que en los últimos días jóvenes con mochilas y maletas son atraídos hasta el edificio, guiados siempre por un "puntero", una persona se sitúa normalmente en la Rambla y se acerca a turistas para intentar captarles y guiarles hasta el narcopiso.

Balcón del inmueble okupado y convertido en un narcopiso / ANDONI BERNÁ

Con todo, aseguran que lo que se vive es una situación de alarma constante y de miedo, pues, sobre todo, los más mayores, ya no quieren salir de sus casas, ya sea por temor a que les entren o por lo que les pueda pasar en una calle en la que llevan décadas viviendo. "Están consiguiendo que la gente se marche, cualquier día nos harán daño", aseguraba un vecino a este medio.

Episodios como este no dañan solo al inmueble, sino al barrio entero, un barrio donde la masificación turística y la marginalidad conviven con unos vecinos que intentan vivir su vida de la mejor manera posible, sobreviviendo a las mafias, las drogas, la prostitución y la delincuencia que lleva años manchando la imagen del Raval.

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