Si el aislamiento se alarga hasta el mes de junio, la actividad turística en Cataluña caería en torno a un 64% con pérdidas de 20.000 euros. Pero si la vuelta a la normalidad no llega hasta finales de año, la caída podría ser del 83% y las pérdidas escalarían hasta los 25.000 millones de euros, según un estudio de la asociación Exceltur.
La crisis del coronavirus ha salpicado con fuerza todo el sector terciario de Barcelona pero, sobre todo, los bares y los restaurantes de la ciudad. Una tercera parte de los locales no volverán a abrir una vez haya pasado el Covid-19 porque, según los expertos, no podrán aguantar. Ante esta perspectiva tanto hoteleros como restauradores piden medidas como ampliar el periodo para tramitar los expedientes de regulación o también la suspensión de impuestos.
VERANO "PRÁCTICAMENTE PERDIDO"
Desde el gobierno afirman que el retorno a la actividad dependerá de la evolución sanitaria pero el turismo ve negro sus próximos meses. Los hoteles de la capital catalana asumen que el verano en Barcelona está “prácticamente perdido” y no prevén recuperar la actividad hasta setiembre, cuando se podría retomar el turismo de ferias y congresos.
Las aerolíneas, por su parte, también viven con incertidumbre la crisis del coronavirus y con la incógnita de hasta cuando se alargarán las restricciones de movilidad. De momento, para los meses de verano –julio y agosto– las empresas confían en el turismo de proximidad.
APERTURA PROGRESIVA
Los representantes del sector prevén que la apertura del sector hotelero se haga de forma progresiva y en función de las reservas que vayan teniendo. La previsión, por contra, es que un 30% de los bares y restaurantes de la ciudad ya no vuelvan a abrir.
El interiorista Jaime Beriestain se ha visto obligado a traspasar su emblemática tienda-restaurante por el Covid-19 y ha sido de los primeros establecimientos de la ciudad en tomar esta decisión. El diseñador anunció el lunes a través de su cuenta de Instagram que el local ubicado en el número 167 de la calle Pau Claris bajaba su persiana.
La cafetería de Jaime Beriestain era uno de los puntos de encuentro de los vecinos de Barcelona gracias a su propuesta gastronómica pero, sobre todo, por el interiorismo del local, que el mismo propietario definía como “su casa”.