Cierra un local esencial en Barcelona, pero reabre pocas semanas después. Está a punto de cerrar, ya de forma definitiva, otra tienda especializada en comestibles, pero encuentra un socio inversor que busca “experiencias para los clientes”. ¿Qué sucede con las empresas familiares? El conflicto entre sobrinos llevó al ciere del Bar Pinotxo en la Boquería, y la voluntad de retirarse de Joan Múrria, pudo significar el final de Queviures Múrria, en el Eixample de Barcelona. El experto en la gestión de empresas familiares, Manuel Bermejo, reclama una mayor atención a esos negocios: “Hay que planificar mejor, buscar una gestión profesional o prever qué se quiere realmente cuando la empresa funciona a todo rendimiento y es que a partir de los 50 años hay que pensar en asegurar el futuro de un negocio, con los propios hijos, si se tienen, o con profesionales”.
Bermejo muestra su predilección por las empresas familiares. “Son la esencia de la economía de un país”, señala, en conversación con Metrópoli, aunque añade que la dimensión de esas empresas es pequeña, con un tamaño mucho menor a las que se consideran empresas familiares en países como Alemania. Y la sucesión de sus titulares, cuando llega, debe tener una preferencia, a su juicio. “Siempre he considerado que la aportación de un familiar directo, de alguien que ha conocido el negocio desde joven, es mucho más importante, porque hay más compromiso, más dedicación. Ahora bien, no siempre se dan las circunstancias y el dueño debe tenerlo todo muy bien pensado, pero no para actuar en el último momento, sino mucho antes, cuando las cosas van bien y él o ella están todavía a pleno rendimiento”.
Manuel Bermejo es presidente de The Advisory Board, una firma global, desde donde acompaña como consejero a numerosas familias empresarias en toda Europa y Latinoamérica. Se le considera como uno de los mayores influencers mundiales en materia de empesa familiar, y es profesor titular en IE Business School desde 1992. Su idea es clara respecto a los inversores que pueden ayudar a esas empresas familiares, cuando intentan acceder a nuevos mercados, o para afrontar un necesario reciclaje. “Hay que saber a quién dejas acceder a tu empresa, y entender que si se trata de un fondo de inversión, en algún momento querrá salir, con unos beneficios. Puede que se necesiten y pueden ser muy útiles en un momento de urgencia, pero habría que buscar un socio industrial, alguien que sí vea, casi como el titular, la naturaleza del negocio”, asegura.
Al margen de empresas más grandes, lo que señala Bermejo se ha concretado en Barcelona en negocios como el de Joan Múrria. Su colmado en el Eixample, que puso en marcha su padre, y que luce un cartel modernista diseñado por Ramon Casas, podía correr un peligro. Él mismo recibió ofertas de inversores que podían haber mantenido el “envoltorio”, como él dice, pero con unas características muy distintas. En cambio, se ha asociado con Ernest Pérez-Mas, vecino del Eixample y fundador de la operadora de telefonía Parlem y dueño de las bodegas Heretat Mascorrubí, y también con el chef de Alkimia, Jordi Vilà, para mantener el negocio y ampliarlo con un nuevo espacio reducido para cenas. El futuro de Colmados Múrria está ahora asegurado.
ENDOGAMIA FAMILIAR
Ahora bien, ¿qué debe tener claro, por encima de todo, una empresa familiar? Bermejo habla de las dos C, “control y continuidad”. Y enfatiza la cuestión de la continuidad, con el hecho de que los sucesores de los fundadores pueden mantener el negocio, pero con otros productos, no necesariamente con el mismo que posibilitó la apertura del negocio. Y el control “se puede mantener, sin necesidad, tampoco, de implicarse de forma directa”. Es decir, ¿una empresa familiar se puede llevar con profesionales ajenos? “Sí, claro, desde la reserva de la orientación o de la estrategia por parte del núcleo familiar. En todo caso, yo entiendo que un familiar siempre estará más comprometido que un profesional”.
El caso es que no todos están dotados. Un empresario con dos hijos que no quieran dedicarse el negocio familiar abre las puertas para cambios sustanciales. “Eso se debe ver desde el primer momento, y ya con 50 años, si se entiende que el negocio va bien, se debe pensar en qué hacer para dentro de diez o 15 años, incluso antes”, insiste Bermejo, que, entendiendo el caso del bar Pinotxo, cree que los problemas entre los sobrinos de Joan Bayén –el mítico propietario de la parada de la Boqueria—se deberían haber resuelto y atado mucho antes.
A los descendientes de un negocio familiar, Bermejo les recomienda que viajen, que trabajen en otras empresas. “Donde eso no pasa, se producen problemas endogámicos tremendos, que, luego, dificultarán una buena sucesión”. Lo ideal, por tanto, para ese consultor, es que “vean mundo”, y regresen luego para “generar ideas y para valorar el propio negocio familiar”.
ATENDER LAS RELACIONES FAMILIARES
En su libro, Bermejo lo deja claro: "Mi experiencia es que los negocios se cuidan y se atienden mucho, pero no tanto las relaciones familiares. Es un error, porque los integrantes de las familias empresarias son unos stakeholders de máxima prioridad a los que hay que dedicar tiempo y recursos de calidad para asegurar la necesaria cohesión en torno a un proyecto y unos valores. Cuando se erosionan las relaciones familiares por lo general hay conflictos que penalizan, y a veces destrozan, las familias".
En el caso del Bar Pinotxo los dueños de otra parada de la Boqueria gestionarán el negoco de Bayén, aunque persiste un problema legal, y que no está claro que puedan seguir utilizando el mítico nombre. Todo por no haber dejado bien claro, dentro de la sociedad entre los sobrinos de Bayén y el propio interesado, qué debería pasar con la parada que servía unos sensacionales platillos a primera hora de la mañana para los trabajadores que se acercaban al mercado de Las Ramblas.