Crisis en la masonería de Barcelona por una polémica operación inmobiliaria
La Gran Logia de España busca nueva sede, pero los afiliados se oponen a la compra de un local en La Sagrera que costaría 1,5 millones
7 junio, 2024 23:25La masonería catalana pasa por una aguda crisis que tiene como trasfondo una operación inmobiliaria consistente en el intento de compra de una nueva sede. La Gran Logia de España (GLE), la rama de la masonería denominada regular, que está ligada a las potentes logias inglesas, tiene su sede desde hace unos 50 años en un local de Gran Via cercano a paseo de Gràcia. La parte trasera del local fue añadida al espacio de restauración de El Nacional, aunque para la práctica de la actividad de las 17 logias que coexisten en este espacio es suficiente.
Algunos dirigentes de la GLE, no obstante, propusieron cambiar de local y pasar a comprar uno nuevo, lo que soliviantó a los masones, hasta el punto de que el Gran Maestre Provincial de Catalunya, Rubén Argemí, dimitió hace pocos días al oponerse a la operación la inmensa mayoría de los afiliados catalanes.
Una reunión tensa
Según ha podido saber Metrópoli, el pasado 3 de abril hubo una tensa reunión a la que asistieron unos 65 afiliados, en la que se explicaron los pormenores de la operación inmobiliaria. En dicha reunión, se comunicó que la cúpula de la masonería había puesto sus ojos en un local del barrio de La Sagrera, en la calle de Pacífico, cerca del parque de la Pegaso, a la que pretende trasladar la sede. El local, de 1.400 metros cuadrados, está dividido en tres plantas (contando un altillo). El traslado se haría aprovechando que en diciembre termina el contrato de alquiler de la histórica sede donde ha residido hasta ahora la GLE.
Sin embargo, la operación representa un importante dispendio: el precio del local se eleva a 900.000 euros, pero el acondicionamiento del mismo supera los 500.000 euros más, por lo que el monto total de la operación se eleva a prácticamente 1,5 millones de euros. De ellos, 900.000 euros se pagarían en efectivo y 600.000 euros deberían ser financiados a través de una hipoteca bancaria a 15 años. En la actualidad, la GLE paga 5.000 euros de alquiler del local de Gran Via, IVA aparte, y tiene alquilado otro piso, donde ha puesto las oficinas, por el que abona otros 1.000 euros. La hipoteca le supondría un pago mensual de 4.000 euros más. El problema es que la reforma del local referido durará alrededor de un año, por lo que el desembolso mensual entre alquiler e hipoteca durante ese tiempo supera los 12.000 euros.
Un local difícil de vender
Las pegas de la mayoría de los masones, no obstante, no son por el precio, sino por operatividad. Para empezar, hay un problema de inseguridad del barrio. Además, el local está encajonado y coexiste, puerta con puerta, con un bar que tiene una amplia terraza frente a la puerta. Además, viven encima y alrededor unos 70 vecinos, por lo que se debería acondicionar también el recinto para insonorizarlo, cuestión que no se había previsto al hacer el cálculo de las obras.
Fuentes internas de la masonería explican también que “el local lleva intentando venderse hace más de un año y nadie lo ha comprado. Por algo será. Tanto la zona como las condiciones y la ubicación son malas. Además, no existe zona de aparcamiento en los alrededores y el metro no está cerca, por lo que muchos hermanos difícilmente pueden desplazarse. En paseo de Gràcia, por lo menos, hay parking cerca y no hemos de estar pendientes del transporte público”. Según los comentarios de algunos afiliados, “antes preferimos realizar nuestras tenidas [reuniones] en los salones de un hotel que en un local que no reúne las condiciones y que está muy lejos del centro de la ciudad”.
La reunión de abril acabó mal, con gritos, reproches, caras largas, enfados y un desplante al Gran Maestre de la GLE, el senador socialista Txema Oleaga. Tanta fue la tensión que cuando el Gran Maestre interrumpió al Gran Orador en su discurso, muchos de los masones presentes se levantaron y se fueron de la reunión. Durante ese encuentro, la mayoría de los presentes se mostró contrario a la operación inmobiliaria e incluso pidieron dimisiones, tanto la del Gran Maestre Provincial como la del Gran Maestre de la GLE. En la reunión, muchos de los presentes también pidieron votar si se aprobaba el traslado de la sede y la cúpula de la organización se negó. Más tarde, la GLE envió a sus afiliados una circular en la que prometía que se realizará en breve una votación telemática entre los afiliados para decidir si se compraba el local de La Sagrera. En la última reunión de la masonería, celebrada en Murcia el 27 de abril, se desechó, de momento, cerrar la operación de Barcelona.
Sede alternativa
De hecho, no fue el único local barajado como nueva sede: también hay otro en Gran de Gràcia, de unos 1.000 metros cuadrados, que ha quedado vacío tras marcharse las monjas que lo habitaban. El problema es que pertenece al Obispado de Barcelona. Algunos masones plantearon negociar el alquiler de ese local pero, según afirman, Oleaga se negó y prohibió abrir conversaciones con la Iglesia. Según fuentes que asistieron a la reunión, la respuesta fue que “si interviene el Obispado, nada de nada. Pensad que estamos excomulgados”. En realidad, la pretendida excomunión quedó sin efecto en 1983 con la reforma del Código Canónico, que hizo desaparecer la excomunión de la bula In eminenti.
Hace un tiempo, la comisión de Patrimonio de la GLE también visitó un local en la Avenida del Paral·lel que había sido un supermercado, pero se desechó la idea ante la pésima ubicación del recinto y a la oposición de los afiliados a la organización.
La situación ha llegado a extremos tales que Rubén Argemí presentó su dimisión como Gran Maestre Provincial hace unos días, tras las severas críticas recibidas desde las distintas logias que confluyen en la GLE de Barcelona. La principal acusación que le hacen es que la operación inmobiliaria se hizo en absoluto secreto, lo que contraviene la ética masónica, para la que la transparencia es básica. Sólo se explicó a los afiliados en el último momento, cuando los rumores sobre el cambio de sede eran atronadores y todos pedían explicaciones. Pese a la dimisión, las espadas siguen en alto. Los afiliados no están dispuestos a abandonar su tradicional sede si no es a un recinto cómodo y céntrico de la ciudad.