(Con)vivir entre mafia, prostitución y drogas
Los vecinos de la calle d’en Robador están hartos de los altercados diarios entre prostitutas, proxenetas y toxicómanos
4 marzo, 2017 21:00Noticias relacionadas
“Esta noche tenemos fiesta”.
Éste es el mensaje irónico que lanza un vecino de la calle d’En Robador en el grupo de Whatsapp que comparten los residentes de esta zona. Es lunes. Dos de la madrugada. La pelea a gritos entre una prostituta y un cliente les saca de la cama. Una vez más. “Han despertado a mi hija y ahora no se puede dormir porque tiene miedo”, responde otra vecina en el chat indignada.
La vida en esta parte céntrica de Barcelona, en el corazón de Ciutat Vella situada entre Las Ramblas y la Rambla del Raval, no es fácil para los vecinos. Conviven en su calle con una treintena de prostitutas que ejerce a todas horas del día. Y con un local de la Agencia de Salud Pública de Barcelona que asiste a drogadictos e intercambia con ellos jeringuillas usadas por nuevas que acaban tiradas a menudo dentro de los portales donde viven las familias. O en el parque infantil de enfrente de la nueva Filmoteca, en la plaça de Salvador Seguí, donde las escenas de sexo o las de toxicómanos defecando o pinchándose son habituales.
Los altercados entre los clientes de las prostitutas, sus proxenetas y los toxicómanos son diarios. Y algunos vecinos, incluso, han sufrido amenazas y agresiones por parte de las trabajadoras del sexo al pedirles que abandonaran el portal de su casa, donde se instalan para captar clientes.
“Hay dos grandes frentes abiertos en nuestra calle: uno es la prostitución y el otro, el de los toxicómanos, que se ha agravado en los últimos meses. La semana pasada encontramos jeringuillas en el portal de nuestra casa”, lamenta C. Serra, portavoz de l’Associació de Veïns d’Illa Robador. “Si tienes hijos, educarlos en medio de todo esto es un poco desagradable…”, esgrime.
Desde hace años los balcones están repletos de carteles que señalan al Ayuntamiento como principal culpable de la situación existente en una calle en la que varios clanes alquilan las habitaciones para que las prostitutas lleven a sus clientes. Cobran 10 euros a las prostitutas por el alquiler de la cama por cada servicio, tarifa que añaden al precio que cobran.
“Solo ejercemos en estas habitaciones, no podemos ir a otra parte”, confiesa una de las prostitutas. Pasan más de 12 horas diarias trabajando. “El tipo de cliente que encontramos es a menudo agresivo, debemos vigilar con quien subimos a la habitación”, explica otra prostituta, quien complementa este trabajo desde hace diez años con la limpieza de pisos turísticos. “Vengo cuando puedo para llegar a fin de mes… Personalmente soy respetuosa con los vecinos y lo hago, como muchas de nosotras, para dar de comer a mis hijos”, argumenta.
“No sabemos exactamente la cantidad de habitaciones que hay, según el Ayuntamiento se van cerrando, pero a la que cierran una se abre otra,.. Éste es el problema. Además, el juez no precinta la vivienda, sino únicamente la habitación, una cosa totalmente absurda”, añade Serra.
El Ayuntamiento, mientras, asegura que trabaja para arreglar la convivencia entre todas las partes. Su objetivo, expresa mediante una nota de prensa, es “garantizar el descanso de los vecinos y abordar los problemas asociados a las dinámicas que se generan en el espacio público relacionadas con el trabajo sexual garantizando el derecho de las mujeres”. Y agrega que a partir del segundo trimestre de 2017 incorporará en esta zona un “dinamizador comunitario”, que, entre otras funciones, buscará la mediación entre todas las partes cuando aparezcan problemas de convivencia. Una solución que no convence a los vecinos.
“Lo que no puede ser es que el uso económico de la calle pase por encima de los residentes”, sentencia Serra. “Lo que propone el Ayuntamiento de convivir prostitutas y vecinos en el mismo espacio y que ellas estén ocupando la vía pública para captar al cliente no permite la convivencia”, zanja. Serra, sin embargo, reconoce que “la presencia de la Guàrdia Urbana es notable”, pero no suficiente para erradicar el problema.
La situación es insostenible desde hace muchos años. Y ningún consistorio parece hallar la solución para desencallarla. “Incluso las propias prostitutas, las más antiguas, que son las que hablan con nosotros y que tienen hijos, nos dicen que en este barrio no vivirían, que aquí no se puede estar”, describe Iván Ribera, vecino jubilado que es de los más activos en las reivindicaciones del barrio. “Estamos agotados. En un barrio normal luchas por un parque, por un colegio, por un aparcamiento… Pero aquí es demasiado…”, esboza. Y admite que, igual que muchos otros vecinos, se está planteando abandonar esta zona.
La situación es insostenible desde hace muchos años. Y ningún consistorio parece hallar la solución para desencallarla
El problema para varios de los residentes de la calle, sin embargo, es que los pisos en los que viven son de Protección Oficial. “Hay viviendas que son de compra, pero son de régimen de protección oficial privado, que significa que nos comprometemos a vivir y a no alquilarlo y si lo hacemos es a precio social… Los números no salen”, ilustra Serra. Algunos se sienten atrapados. “No hay día en el que no haya una pelea o haya que llamar a una ambulancia…”, resume Ribera, quien aclara: “Nuestra guerra no es la prostitución. Es que los hijos de los vecinos que viven aquí no pueden sacar los críos a la calle porque cada dos por tres te encuentras cosas que no deben ser”.
Los años de lucha vecinal siguen, por ahora, sin obtener resultado para pacificar la situación. Desde la cuenta de Twitter @illarobador postean todo tipo de imágenes para plasmar el calvario que viven: jeringuillas abandonadas en la calle, toxicómanos siendo recogidos en el suelo por la ambulancia, preservativos usados en el portal de casa… La resignación y el desánimo es cada vez mayor entre los residentes, a quien las prostitutas, dicen, les llaman colonos, “porque ellas estaban antes y dicen que el barrio es suyo porque estaban antes y que nosotros somos los ‘nuevos’”.
El problema está cada vez más enquistado. No hay solución a la vista. Y los días pasan y la proyección de escenas grotescas y sórdidas es más habitual delante de la Filmoteca… Que dentro de ella.