Felatrix, Bustuariae, Delicatae, no son postres, ni dibujos animados. Felatrix era la mujer experta en realizar felaciones; Bustruariae era la más hábil practicando sexo en los cementerios, y Delicatae, era la mujer que se acostaba con senadores y generales cobrándoles más que las demás.

Prostitutas especializadas en Barcino, la Barcelona romana. Las había que solo ofrecían su cuerpo de noche, blitidaes, las que iban desnudas con todo el cuerpo pintado, las dorae. Todas ellas, cobraban sin rendirle cuentas a nadie. Las prostibulaes y meretrices pagaban impuestos a un poder que tampoco las defendía de nada. Si tu especialidad eran las felaciones, eras tan infame que no tenías derecho a votar nada, cosa que las meretrices que lograban pagar su liberación, podían llegar a conseguir y después, montaban un nuevo lenocinio para fornicar.

LA PROSTITUCIÓN DE BARCINO

Los lenocinios son prostíbulos, llamados así por los 'lenos', controladores de la actividad, lo que hoy son los proxenetas. Se fornicaba porque las habitaciones eran las 'forniques', de ahí que siga usándose el mismo verbo para referirse a las relaciones sexuales.

Lo que hoy es el centro cívico Pati Llimona de la calle Regomir eran las termas del imperio, que siempre estaban junto a una de las puertas peatonales de la ciudad para recibir a los soldados y comerciantes que desembarcaban en el puerto. Esas termas de 1500m² fueron mixtas porque destruyeron las femeninas para construir la segunda muralla, más alta, de piedras más bastas. A partir de ese momento, Barcino coge fama de otro tipo de negocio, el de la prostitución personificada en las puertas de la muralla. No dentro de las termas, sino, alrededor. Justo a la entrada de la ciudad, pero con el tiempo, las termas mixtas se convirtieron en lugares donde se vaticinaban ciertos encuentros carnales.

Fuera, en las calles y en la sociedad en general, era habitual que los aristócratas y patricios tuviesen esclavos a los que sometían a tener relaciones sexuales en cualquier momento, incluso estaban obligados a ofrecerse a los invitados que acudían a las grandes bacanales que los aristócratas organizaban en sus domus y Barcino no se quedó atrás. Relaciones sexuales consentidas por las mujeres con tal de controlar la lujuria de sus hombres, que no querían controlarse. A este ritmo, el índice de natalidad iba en aumento y las criaturas, fruto de la lujuria, solo podían ser esclavos, lo que resultaba ser mano de obra esclava pero sin alimentar. No eran hijos reconocidos. Eran hijos de lupas (lobas), prostitutas.

Cartel del sanatorio contra la sífilis del dr. Abreu / AO



La prostitución ya era un negocio que daba beneficios pero también generaba problemas. Frente a los nacimientos desproporcionados, se penalizó el adulterio pero se adornaban las puertas de los prostíbulos con guirnaldas cuando había una chica virgen disponible. Las lupas de Barcino vestían estolas más cortas y de color pardo. Siglos más tarde, 'de picos pardo', unos pañuelos de forma triangular que se ataban en la cintura según una orden municipal impulsada por Violant d´Hongria, esposa de Jaume I, al cual una prostituta le besó en la mano y la reina, celosa, mandó que todas las prostitutas de la ciudad fuesen identificadas públicamente. Años más tarde, se reconocían por un cinturón azul puesto sobre un fajín blanco. En Florencia, por ejemplo, se las reconocía por llevar cascabeles en el sombrero.

Años antes, los visigodos arrianos acabaron con la permisividad romana de la prostitución hasta el punto que los padres que consentían la prostitución de sus hijas eran castigados con 300 latigazos y si una mujer visigoda se prostituía, se le rapaba el cabello, quedaba marcada públicamente y sería esclava sexual para toda la vida.

Calle dels Tres Llits. Perímetro del burdel municipal / AROA ORTEGA



Llegada la era moderna, el Consell de Cent, la institución de autogobierno de la ciudad hasta el siglo XVIII, autoriza la apertura de un gran burdel a cambio de unos impuestos que se repartían entre las arcas de la ciudad y las del rey. El gran burdel corresponde a una manzana entera que hoy desemboca en la actual plaza Reial. Entre las calles de les Heures y Tres Llits, Barcelona acogía un burdel regentado por la familia Gualbes, un linaje de la alta burguesía, cuyos miembros tenían una profesión destacada en la sociedad y el burdel les suponía unas ganancias extras. En ese burdel, las prostitutas podían vivir aunque fuesen confinadas y tenían un huerto en una esquina de la plaza Reial, hoy la sala Sidecar. 

DEL BURDEL AL CONVENTO

Cuando llegaba la Semana Santa, desde el miércoles día previo al jueves santo y hasta el domingo de resurrección, las prostitutas de Barcelona se trasladaban a los conventos. En el siglo XV, el Consell de Cent dotó al burdel municipal de una cantidad suficiente de dinero para que los conventos de las Magdalenas, las Egipcíaques, aún de pie en la calle con el mismo nombre; y el de las Agustinas, en la calle de las Penedides (hoy delante del Palau Güell, edificio de la Guardia Urbana); acogieran a las prostitutas con un lecho y leña para calentarse. Algunas de las que entraban decidían quedarse, otras, volvían al burdel. 'Las recogidas del beatería de Santa María de las Egipcíacas', es una obra teatral española (y luego cinematográfica), que representa este período de recato y descanso carnal de las prostitutas en cuaresma. Unos días, a veces, eran de hambruna, ya que el Consell de Cent no cubría el gasto de comida en los conventos y la ingesta de alimentos de las prostitutas quedaba a merced de la voluntad de la congregación.

Pasados los años, los jesuitas se contraponen a cualquier actividad sexual reglada en la ciudad. El burdel se cierra y el negocio del sexo pasa de nuevo a la clandestinidad. En ese momento, en Europa había nacido una señal pública que indicaba discretamente donde se continuaba con la actividad. En Barcelona se llaman ´carabasses´ y aunque hay una calle con este nombre que linda con la plaza de George Orwell, ahí no hay ninguna auténtica. Sin embargo, sí se han mantenido las de las calles Panses y les Mosques. Se trata de la cara de unos hombres esculpidas en la fachada de lo que eran prostíbulos. 

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Carassa de la calle Flassaders / AROA ORTEGA

La guerra de sucesión antepone otros intereses en la ciudad de Barcelona y no se han encontrado documentos sobre el oficio pero en el s. XIX llega a la ciudad uno de los pintores más famosos de todos los tiempos, el malagueño Pablo Picasso. Primero se instaló en un piso de los Porxos d´en Xifré, donde hoy se encuentra el restaurante de las Set Portes. Más tarde, se trasladó al número 3 de la calle Mercè y cerca, en el 44 de la calle d´Avinyó, había un burdel que frecuentaba con su amigo Àngel Fernández de Soto. De hecho, 'Las señoritas de Avignon' son prostitutas que Picasso pintó en el primer piso del número 44 de esta calle. Un palacio noble, que pasó a ser escuela femenina y ahora es la sede de una fundación.

LA EPIDEMIA DE LA SÍFILIS

Arrancaba la revolución industrial en Barcelona y el fenómeno migratorio procedente de las zonas rurales aumenta la demografía de la ciudad. Los altibajos de la actividad económica y los sueldos, que no daban para ahorrar, obligaron a algunas mujeres rurales y obreras que se habían quedado sin trabajo a vender sus cuerpos. Adela era una joven gerundense de 25 años que vivía en la calle Ataülf, 19. Al lado de la antigua botica de la corte de Aragón. Adela era una de las prostitutas que se pagaba controles médicos y una cartilla sanitaria de meretriz.

En su época, Barcelona se rindió a la sífilis. 20.000 personas padecieron la enfermedad extendida por transmisión sexual y la prevención entre las profesionales del sexo cobró cierta importancia. Según los archivos consultados por la guía de la ruta ´Prostituere´, Meritxell Carreres; se estima que habían 12.000 mujeres ejerciendo la prostitución. Frente a esta situación, el hospital de Sant Pau y la Santa Creu era el único que ofrecía asistencia general y se quedó pequeño. Por eso, algunos médicos del momento, como el dr. Abreu, impulsaron el sanatorio para curar la sífilis en el barrio de la Bonanova. Un proyecto que también se quedó corto, ya que sólo ofrecía 25 camas para enfermos y funcionó dos años más de lo que duró la Exposición Universal.

Cartilla de sanidad de prostituta / AO



En 1874 se inaugura la avenida del Paral·lel con el nombre de Marqués del Duero. En aquel momento, el equivalente al Montmartre de París, pero de aquel Paral·lel solo queda una sombra en el recuerdo de la gente, dos edificaciones teatrales de entonces: El Molino y el Teatro Arnau, y tres teatros que, aunque existían, han sido reedificados y continúan funcionando: el Teatro Apolo, el Teatro Victoria y el Teatro Condal. Una avenida que llamaba la máxima atención de las gentes, trabajadores y familias adineradas. Se abría un nuevo nicho de mercado para la prostitución. Hoy, Arc del Teatre, antes la calle dels 30 Claus era conocida porque había una puerta alicatada con 30 clavos donde los clientes iban a 'picar clavos'.

Y no, la prostitución no es el trabajo más antiguo del mundo. El primero es el de curandero y la documentación de las primeras prostitutas procede de la antigua Mesopotamia, asegura Carreres. 

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