Nueva etapa en el Liceu de Barcelona. El templo musical por excelencia de Catalunya cambiará el próximo mes de marzo de director general. Roger Guasch, que tomó posesión el 4 de octubre de 2013, abandona la cúpula y comienza una nueva etapa profesional. Los motivos son, según una nota oficial del propio Guasch, personales, ya que “ha decidido iniciar una nueva etapa en su carrera profesional”. Fuentes cercanas al Liceu, no obstante, señalan a Metrópoli Abierta que el director general ha cedido finalmente “a muchas presiones de la sociedad civil y problemas internos con los órganos que existen dentro de la institución”. Léase tensiones con el coro o con la orquesta, por ejemplo. Pero también no se han de desdeñar motivos económicos, debido a recortes en subvenciones y ayudas públicas.
Se abre ahora la incógnita de quién llevará la batuta en una de las instituciones barcelonesas más prestigiosas. Que nadie se llame a engaño: el cargo es técnico y empresarial, pero también político. Y tiene muchos novios, tantos como partidos políticos. Sin embargo, el nombramiento de los responsables va muy ligado a los resultados de las elecciones y hay codazos para entrar.
El patronato de la institución es un reflejo de lo que se cuece detrás del telón: el presidente de honor es el presidente de la Generalitat; el vicepresidente primero es el consejero de Cultura; el vicepresidente segundo es el secretario de Estado de Cultura; el vicepresidente tercero es el teniente de alcalde de Cultura (en representación de la alcaldesa); y el vicepresidente cuarto es la presidenta de la Diputació de Barcelona. A partir de aquí, tanto el Ministerio de Cultura como la Generalitat tienen cuatro vocales.
Se trata, pues, de una sobrerrepresentación de mandatarios políticos en todos los órganos de gobierno de la institución. Y ahí es donde todos pretenden ganar peso específico. Hasta ahora, sin embargo, ha habido un control casi absoluto de Convergència. De hecho, Guasch ya había sido elegido en su momento tras una búsqueda profesional encargada por Joaquim Molins, entonces presidente del Liceu.
Guasch había sido director general del grupo L’Aliança cuando esta mutua estaba a punto de quebrar. Llegó como hombre del entonces presidente Artur Mas para arreglar la situación tras la intervención de la misma y logró enderezar los números. Ello le valió luego ser el elegido para llevar la dirección del Liceu.
EL CONTROL DE CONVERGÈNCIA
La presidencia del patronato del Liceu recae en Salvador Alemany, presidente a su vez de Abertis. Alemany llegó en otoño del 2016 a la institución para sustituir a Molins, que ya entonces tenía minada su salud (falleció finalmente en julio de 2017). Llegaba con el visto bueno de la Generalitat, por algo era el hombre de Artur Mas en materia económica. Con anterioridad, Alemany había rechazado el cargo de consejero de Economía: los puestos políticos son efímeros; los institucionales, no. Y su sintonía con Guasch no parece haber funcionado mal, quizá por la afinidad política de ambos. En 2012, se cambiaron los estatutos y de decidió que la presidencia dejaría de ser rotatoria de las instituciones presentes en el Patronato y que sería presidente un representante de la sociedad civil.
Pero eso era sólo sobre el papel. En realidad, el cambio fue un éxito de los nacionalistas de Convergència, tras un paréntesis de ocho años en los que encabezaron la institución Rosa Cullell y Joan Francesc Marco. Finalmente, pudieron volver a imponer el tándem Molins-Guasch. No era una novedad dicho tándem ni el control convergente: los destinos del templo musical ya terminaron en manos de Josep Caminal (exsecretario general del partido) en los años 90 del pasado siglo hasta el 2005. En 2013, fue Joaquim Molins (exconsejero con Jordi Pujol) el que se hizo cargo de la institución y, finalmente, llegó Alemany, hombre de confianza de Mas.
Pero a nadie se le escapa que, a pesar de esta monocromía política, en el Liceu, como en otras instituciones similares, los partidos se pelean por estar. Y su gestión es una de las asignaturas pendientes de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). El nombramiento de Guasch afianzó el control de CDC sobre la institución, con un presidente (Molins) y un director general (Guasch) afines, pero los republicanos no perdieron nunca la esperanza de poder controlar algún día la más prestigiosa institución musical catalana.
LAS GANAS DE ERC
El principal competidor que ya tuvo Guasch fue Fèlix Serraclara. No era el candidato oficial de ERC, pero a los republicanos ya les iba bien que pudiese acceder a director general de la institución un profesional reconocido a nivel internacional como Serraclara aunque sólo fuese para que Convergència no copase todo el poder. Le apoyaron en la sombra, pero las maniobras entre las bambalinas del Gran Teatro del Liceu frustraron las esperanzas republicanas y forzaron el tándem Molins-Guasch, sin esperanzas para Esquerra.
Ahora se abre de nuevo la puerta a la esperanza. El convergente Alemany está en la presidencia y en justa correspondencia, se piensa ya en un director general que cuente, al menos, con el visto bueno de ERC. Habrá intentos de presión y negociaciones para controlar la institución. Así lo han hecho saber a Metrópoli Abierta diversas fuentes. “De hecho, no es un lugar para hacerse rico, pero sí que es una plataforma de prestigio”, explica un eminente director escénico a este diario.
Al margen de la pugna política, se ha de reconocer que no es sólo un gestor lo que se persigue, sino alguien que conozca detalladamente el mundo artístico mundial y que tenga muy claras las prioridades a la hora de planificar los presupuestos. El equilibrio entre la gestión económica y administrativa y la creación artística ha de ser el eje alrededor del cual se ha de plantear una estrategia empresarial muy compleja y delicada, ya que el Liceu no es una corporación económica al uso, sino una institución cultural con una idiosincrasia propia muy diferente a un emporio empresarial que ha de priorizar exclusivamente su cuenta de resultados. En esta institución se juega también con sensibilidades.
AUMENTÓ LA PARTIDA ARTÍSTICA
La nota oficial del Liceu explica que en estos 4 años, el plan estratégico aplicado por Guasch “ha mantenido la política de destinar una parte significativa del incremento de ingresos de la actividad artística a la mejora de los cuerpos estables, iniciando así la renovación de los efectivos del Coro y de la Orquesta. Esta primera fase concluye con la prórroga del maestro Josep Pons hasta la temporada 2021/22 con el objetivo de finalizar este proceso de renovación”.
El director general se va con el reto de haber cerrado las tres últimas temporadas con “equilibrio económico, dejando atrás los resultados de déficit de la temporada 2013/14”. La partida artística, resalta en su comunicado, se incrementó un 31% respecto a esa temporada “debido a la buena acogida de las propuestas, tanto en sus títulos más clásicos como en las más rompedoras, como por ejemplo el fenómeno Elektra, de Strauss, con la dirección musical de Josep Pons, o la reciente Tristan und Isolde, de Àlex Ollé, de La Fura, también bajo la dirección musical del maestro titular del Teatre”.
En esta etapa, no obstante, hubo algunas determinaciones que generaron polémica. Por ejemplo, el fichaje de personas cercanas a Convergència para desempeñar cargos de responsabilidad en la estructura del Liceu. Por ejemplo, Helena Roca, hija del abogado (y exsecretario general de CDC Miquel Roca) fue elegida directora de Patrocinio y Mecenazgo; o Sira Torrecilla, exjefa de Relaciones Institucionales del consejero de Cultura, Ferran Mascarell. Desde la institución afirman que primaron las razones profesionales; los detractores de la gestión del Liceu sostienen, por el contrario, que primaron las razones políticas. Y esa guerra se abre de nuevo ahora, cuando se hace necesario otro director general que lleve la batuta de las finanzas y afronte los retos de futuro de la institución musical por excelencia.