Los trabajadores de los puntos verde sufren amenazas, agresiones y robos. En muchos casos, estas situaciones de riesgo están relacionadas con la recogida de chatarra y otros objetos que se depositan en estos equipamientos municipales. En estos centros, los ciudadanos llevan ordenadores, televisores o móviles que ya no funcionan para que sean reciclados. Son aparatos muy codiciados por personas que se ganan la vida revendiendo estos objetos en mercados callejeros, como el top manta de la miseria de Glòries, y hacen lo que sea para conseguirlos.
En ocasiones, estos recogedores de chatarra, muchos de ellos rumanos, se ponen en las puertas de los puntos verdes e intentan que los vecinos les entreguen lo que van a tirar, especialmente si se trata de utensilios de los que pueden sacar un beneficio económico. Los recogedores de este tipo de material llegan a intimidar a los ciudadanos y si estos se niegan a entregarles los objetos que llevan al lugar de reciclaje, no dudan en amenazar o, incluso, agredir a los trabajadores de los puntos verdes o robar en los citados centros.
"En Barcelona hay 24 puntos verdes y en la mayoría hay un empleado por turno", explica Manuel Sánchez, trabajador y miembro del comité de empresa de Siresa (Soluciones Integrales para los Residuos SA), la compañía pública a la que pertenece. En todos hay cámaras de vigilancia, aunque a la práctica más bien sirven de poco. O, al menos, hasta ahora. Manuel sufrió en su propias carnes una agresión, aunque fue hace años en Santa Coloma de Gramenet.
PELEA EN LA GAL·LA PLACÍDIA
En el punto verde de la plaza de la Gal·la Placídia trabajan dos personas, una por turno. Por las mañanas está al frente del equipamiento Remei Ruiz. La empleada explica que la semana pasada, mientras su compañera estaba en el lavabo, les robaron una televisión. "La acababa de traer un vecino. Aparecieron dos personas y se la llevaron. Cuando mi compañera salió del lavabo vio cómo se alejaban con ella", relata. De cada caso, los empleados hacen una incidencia que derivan a su superior, y este al Ayuntamiento de Barcelona y/o a la Guàrdia Urbana.
En este equipamiento, las incidencias mensuales varían. "Hay meses que no hay ninguna y otros que hay tres o cuatro", evoca Remei. En una ocasión, un empleado y el conductor de un vehículo de reparto llegaron a las manos por la insistencia del segundo en pasar con la furgoneta por un lugar prohibido. El caso acabó en juicio. Pero, pese a esta deagradable situación, el punto verde de Gal·la Placídia no es de los peores.
Hasta ahora, los puntos verdes en los que se han producido más incidentes son uno en el distrito de Sant Andreu, cercano al parque de la Pegaso, y otro de la calle de Andrade, en Sant Martí. En el punto verde de Sant Andreu trabaja Isaac Ballesteros. Isaac explica que hay semanas que tiene hasta tres situaciones de riesgo. En ocasiones, grupos de tres o cuatro personas han entrado en el punto verde y se han puesto a remover en las cajas. "Les digo que no pueden estar allí y que no se puede coger nada". Pero ni así se libra.
El año pasado, Isaac sufrió una amenaza de muerte por oponerse a uno de ellos. "No sabes quien soy, te voy a matar...", le dijo. En conversación con Metrópoli Abierta, Isaac apunta que estos recogedores de chatarra suelen estar en la puerte del punto verde mañana y tarde y que también intimidan a los ciudadanos que se dirigen al equipamiento a depositar cualquier objeto. A algunos vecinos les han llegado a revolver la bolsa.
Las amenazas, robos y agresiones que sufren estos trabajadores no son de nuevos. "Hace años que pasan", asegura Manuel, aunque las incidencias se registran desde hace tres o cuatro temporadas. La gota que colmó el vaso y que llevó a los empleados a movilizarse fue el caso de Óscar, un trabajador que en 2017 fue amenazado de muerte por llamar a la Guàrdia Urbana al intentar evitar que un usuario se llevara un ordenador portátil en el mismo punto verde que ahora está Isaac. "Si llamas a la Guàrdia Urbana, te corto el cuello", le soltó.
EMPLEADO DESPEDIDO
El caso acabó en juicio y, según Òscar, la empresa le dejó tirado, desveló a TV3. Òscar acabó cambiando de centro de trabajo. En la calle de Andrade, donde fue trasladado, siguió sufriendo robos y coacciones y, poco después, fue despedido, supuestamente, por dejar que los recogedores de chatarra se llevaran material del punto verde, algo que é niega. El mes pasado, los trabajadores hicieron tres jornadas de huelga. "Reclamamos más seguridad, pero también que Òscar sea readmitido", subraya Manuel.
Tras meses sin que la empresa ni el Ayuntamiento hayan hecho nada para mejorar la seguridad de trabajadores y de los puntos verde, Siresa se ha comprometido a establecer unos protocolos para reducir los riesgo, según los trabajadores. Estos días, patrullas de la Guàrdia Urbana se acercan hasta los puntos verdes. Manuel dice que también se estudiará la posibilidad de que las cajas donde se depositan los objetos para reciclar sean herméticas para evitar cualquier usuario las pueda abrir.
Al cierre de esta edición, Metrópoli Abierta no había podido obtener el punto de vista de Siresa, una empresa participada al 100% por Tersa, que gestiona los residuos en el área metropolitana de Barcelona. Tampoco desde el Ayuntamiento han dado su versión sobre las denuncias de los trabajadores --el servicio de prensa municipal deriva las declaraciones públicas a Siresa--, aunque la presidenta de Tersa es la teniente de alcalde, Janet Sanz.