Nacida bajo el signo del absolutismo, la calle Ferran es en la actualidad una vía imprescindible en el barrio Gòtic. Es la unión entre dos lugares emblemáticos de la ciudad, La Rambla y la plaza de Sant Jaume, y un paso obligado para los visitantes.

Esta popular arteria guarda entre las paredes que la protegen una negra historia sobre su origen. Durante el despótico reinado de Fernando VII, el francés Charles d'Espagnac, un francés que se integró en el ejercito español y que, gracias a su crueldad, acabó siendo gobernador militar de Catalunya, decidió abrir una arteria entre La Rambla, ya convertida por aquellos tiempos en una importante vía de la ciudad, y la fortaleza de la Ciutadella, donde vivía. El corredor debìa ocupar las actuales calles Ferran, Jaume I y Princesa.

Para echar a los vecinos de la zona, expropió las viviendas y las destruyó, usando para ello la mano de obra de los que en aquellos días estaban encarcelados. Pero, tras destruir decenas de casas y dejar a numerosas familias sin vivienda, no logró llevar a cabo la conexión con la plaza de Sant Jaume. La razón, el último edificio a derribar era un convento y él, tan religioso, optó por respetarlo. La unión definitiva se haría años más tarde.

VARIOS NOMBRES

A lo largo de su historia, la calle ha tenido varios nombres. El de Ferran proviene de su denominación original, en homenaje a Fernando VII, aunque a lo largo de los años ha ido variando, inevitablemente, tal y como cambiaba la situación política del país. Mayor de Duque de la Victoria (1840-43 y 1954-56), de la Libertad (1869-75), Joan Fivaller (1931-39), y a partir de 1980, Ferran. El resto del tiempo, fue Fernando VII hasta que perdió la numeración, y con ella el homenaje al rey tirano, a partir de 1910.

Fue, durante un tiempo, la calle donde vivían las familias adineradas. Su proximidad con la Rambla le permitió convertirse en el centro de la ciudad. Pero poco a poco fue decayendo como lugar para vivir y creciendo como eje comercial. Desde principios de siglo XX, la presencia de comercios de todo tipo ha atraído a los barceloneses y a los visitantes.

Es habitual ver a turistas en bicicleta / HUGO FERNÁNDEZ



PASEO TURÍSTICO

El paso del tiempo y el crecimiento del turismo ha convertido la calle Ferran en un centro de ocio. Bares, restaurantes y hoteles han sustituido a las viejas tiendas de ropa, sombreros o zapatos. Perviven algunas, pero son las menos.

La Llibreria Sant Lluís, que actualmente está amenazada con el cierre; el Belles Arts Ferran, que lleva proveyendo a los amantes de la artes de todos los materiales necesarios desde 1969; la farmacia De la Estrella, fundada en 1840; o la iglesia de Sant Jaume, construida en el siglo XIV, aunque ha sufrido varias modificaciones, han logrado mantener el aire de antaño. Contemplar sus fachadas, escaparates o interiores reconforta.

Pero poco a poco se van abriendo camino los McDonald's, Starbucks, los típicos bares con aire británico, como el Temple Bar, o los de tapas y  los restaurantes que actúan como imán para los turistas, que se pasean por la zona a cualquier hora del día o de la noche. Y, para sorpresa de los transeúntes, en medio de la calle aparece una tienda oficial del Real Madrid.

Quizá por ello, la calle Ferran es un recorrido obligado para todos aquellos que pasean por la Rambla, quieren visitar la plaza Reial, la calle Avinyó o la plaza de Sant Jaume, o que descubren las estrechas calles del viejo barrio judío. Suerte que todavía a nadie se le ha ocurrido sustituir las faroles colgantes que le dan ese aire artístico que nunca debería perder, aunque seguro que alguien ha pensado colocar unas modernas farolas con luces led para ahorrar.

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