A los chiringuitos, la broma de los mojitos ilegales en la Barceloneta les está costando cara. “Cada vez tenemos menos clientes”, explica a Metrópoli Abierta Federica, encargada del bar Bo kaap, a pie de playa donde venden los mojitos a 10,50 euros. A esta injusticia se suman las medidas que impulsó el Ayuntamiento de Barcelona a finales de mayo. Con el fin de evitar la saturación –que no se ha conseguido– decidió reducir el número de chiringuitos, sombrillas y hamacas en las playas de la ciudad.

Otra de las medidas es que los chiringuitos están obligados a vender las bebidas en un vaso de plástico reutilizable. “La gente no quiere gastarse un euro por un vaso que no va a devolver. Algunos vienen de muy lejos para comprar solo un refresco... es absurdo hacer pagar ese dinero por el vaso”, confiesa indignada la encargada. “Además, ¿por qué tenemos que cumplir solo nosotros con la medida mientras los vendedores ambulantes pueden vender en vasos de plástico convencionales y sin pagar impuestos?”, lanza retóricamente.

Los vendedores ambulantes hacen el agosto todo el verano. Pasean mañana, mediodía y tarde con sus mojitos de color verde radioactivo que venden a los turistas por cinco euros, o dos euros si el turista regatea. Se trata de un precio poco competitivo para los chiringuitos, cuya concesión de espacio es de 600.000 euros anuales. “No salen los números, además... muchos turistas se han movido a otras playas como la de Bogatell”, añade. Tal como indicaba este medio, algunos de ellos calculan que hoy en día pierden un 30 % que se llevan los vendedores ambulantes y no saben si podrán seguir con el negocio veraniego durante más años.

CRÍTICOS CON LA PERMISIVIDAD DE COLAU

No son los únicos críticos con las medidas de la alcaldesa. Mientras el sector de la restauración se queja de la asfixia, los vecinos achacan su situación a la permisividad. “Este problema viene de lejos, no es nuevo de ahora, pero es cierto que desde que está ella se ha visto incrementado. Si antes había cuatro manteros, ahora hay 16”, cuenta la presidenta de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, Carme Piera, en una conversación con este medio.

Después de la manifestación que tuvo lugar el pasado sábado, los vecinos confiesan ver más control. “La Guàrdia Urbana hace más redadas desde entonces, pero tampoco sirve de mucho”, explica desesperada. Los agentes, cuando cazan a algún vendedor, le obligan a tirar la mercancía, pero el asunto no va más allá y una hora más tarde el sujeto vuelve a la carga con más productos.

CAÍDA DEL TURISMO

No obstante, a pesar de que el turismo está en auge, algunos restaurantes admiten haber caído en la facturación este verano. Así lo explica a este medio la encargada de un restaurante del paseo Joan de Borbó, cuya identidad ha preferido mantener en secreto. “La facturación por ahora ha caído en un 15 %”, comenta sobre este caso en concreto. “Al restaurante de al lado le está yendo muy mal, ayer solo facturaron 1.000 euros, es extraño”, añade.

De hecho, según apuntaba el Gremio de Hoteles de Barcelona, el sector hotelero de la ciudad condal ha recibido este verano menos turistas que en 2017. Además, según el estudio City RepTrak 2018, realizado por el Reputation Institute, Barcelona ha pasado de la posición 8 a la 15 en el ranking de las ciudades con mejor reputación del mundo. Un dato poco favorable para recuperación de la ciudad en términos turísticos. 

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