Estado actual del edificio Estel, antigua sede de Telefónica en Barcelona / MA

Estado actual del edificio Estel, antigua sede de Telefónica en Barcelona / MA

El pulso de la ciudad

La antigua sede de Telefónica, el edificio maldito de Barcelona

Su nuevo propietario, el magnate indio Dinesh Gidwani, ha solicitado una nueva licencia para construir viviendas de lujo en un inmueble que lleva abandonado desde 2011

21 abril, 2019 00:03

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La antigua sede de Telefónica en Barcelona, situada entre las calles Mallorca, Viladomat y la avenida Roma, se ha convertido en un quebradero de cabeza para todo aquél que ha tenido vínculos con el edificio. Inversores, estudios de arquitectura, constructores... todos ellos han sufrido constantes cambios de planes cuando han querido dar algún tipo de uso al inmueble que, en muchos casos, les ha hecho alejarse del proyecto y que otro ocupara su lugar con un nuevo propósito.

Ahora el Estel --nombre oficial del edificio-- trata de salir a la luz por enésima vez, con un nuevo propietario y otro estudio de arquitectura al frente del proyecto. El nuevo inversor es el magnate indio Dinesh Gidwani, que opera a través de su inmobiliaria Fiscalter Inversiones 2013. No obstante, fuentes cercanas al proyecto aseguran que la gestión directa no la lleva Gidwani, sino que la realiza un tercero. La intención del multimillonario indio es reformar el edificio para destinarlo a viviendas residenciales de lujo. Para llevar a cabo sus planes ha contratado a WIT, un pequeños estudio de arquitectura barcelonés de reciente creación.

LICENCIA EN TRÁMITE

Tras su compra, trataron de poner rápidamente el proyecto en marcha, algo que obligó al ayuntamiento a parar las obras en mayo porque, según fuentes municipales, "se estaban realizando trabajos que no se correspondían con la licencia que se había presentado". Según las mismas fuentes, ahora han tramitado una nueva licencia que "será necesario que se conceda para poder continuar con las obras", cuyo expediente está actualmente en trámite de aprobación.

Entre las personas que trabajan en el proyecto existe un cierto optimismo sobre la posibilidad de volver a reanudar la obra. En conversación con este medio, se muestran convencidos de que "los trabajos se reiniciarán en breves". No obstante, los constantes incumplimientos legales y la política restrictiva del actual gobierno local frustró ideas parecidas de anteriores propietarios del inmueble. Fuentes cercanas explican que durante los sucesivos intentos de reanudar las obras se han producido incumplimientos de la normativa de seguridad y en el plazo de vaciado del edificio, entre otras, lo que ha convertido a este activo inmobiliario en una auténtica pesadilla para los promotores. 

LOS VAIVENES DEL PROYECTO

Los cambios de planes han sido de tal magnitud que hasta tres estudios de arquitectura han diseñado diferentes propuestas para el edificio en menos de cinco años. En concreto, han asumido el proyecto el estudio madrileño AGAS --que proyectó un hotel de lujo que contaba hasta con un helipuerto en la azotea--, el estudio de arquitectura barcelonés GCA, y finalmente WIT.

Más enrevesado todavía es el cambio de manos de propietarios del edificio. En 2007, Telefónica lo vendió al fondo estadounidense Carlyle por 219 millones de euros, que también proyectó construir viviendas de lujo. No obstante, la crisis financiera llevó al fondo a la quiebra, lo que supuso el abandono del proyecto y del cuidado del edificio, que lleva vacío y en estado de semi abandono desde 2011. Dicho estado se tradujo en problemas de seguridad en los alrededores de la obra, lo que la convirtieron en campo abonado para los pillajes y saqueos, hasta que el Ayuntamiento de Barcelona actuó de oficio para tapiar los accesos al inmueble.

LOS PROBLEMAS DE PLATINUM STATES

En 2014, una family office de Hong Kong, integrada en el grupo Platinum Estates, adquirió el Estel por tan sólo 56 millones de euros. Su idea era construir un enorme y lujoso hotel en pleno distrito del Eixample, y ceder su gestión a la cadena Hyatt. Sin embargo, sus planes chocaron de frente con la moratoria hotelera impulsada por el gobierno de Ada Colau, que llegó al poder poco después de que Platinum se hiciera con el activo. El grupo inversor reaccionó con una proyección de pisos de lujo, aunque tampoco lo pudieron tirar adelante. Varios incumplimientos de la normativa frenaron la licencia demandada e implicó varios precintos de la obra.

Reformularon el primer proyecto, que contemplaba pisos de hasta 300 metros cuadrados, por uno mucho más modesto de apartamentos de entre 60 y 120 metros cuadrados. También se trabajó en un proyeto similar al que se está ejecutando en las antiguas oficinas del Deutshe Bank --viviendas de lujo gestionadas por el grupo hotelero Mandarin Oriental-- pero en este caso bajo la gestión del grupo W. Pero tampoco salió adelante. Finalmente, a principios de 2018 Platinum se deshizo del activo maldito y lo vendió al actual propietario por una cifra que se desconoce, aunque fuentes cercanas apuntan que dobla el precio por el que lo adquirió en 2014.