“¡Ya está bien de los abusos, de los robos de Trablisa! Estamos hartos de que jueguen con nosotros. ¿Estamos todos de acuerdo?”. “¡Sí!”. Esta es la escena que Metrópoli Abierta ha presenciado durante la concentración de los trabajadores en huelga de Trablisa. Los aproximadamente 20 empleados que conforman este encuentro en las inmediaciones de la Terminal 1 no solo piden mejores condiciones laborales, también denuncian que, si la jornada transcurre con normalidad, es porque “la empresa no está cumpliendo todas las medidas de seguridad”.
“En esta temporada del año debería haber seis trabajadores por filtro de seguridad y solo hay cinco. Esto provoca que hoy se estén haciendo la mitad de los registros aleatorios de maletas que se hacen a diario”, asegura Fidel Gómez, miembro del comité de huelga de Trablisa.
Mientras la directora de Recursos Humanos de Trablisa, Pilar Albacete, ha declarado minutos antes de esta concentración que “no han venido otros trabajadores a sustituir a los huelguistas”, Gómez pone sobre la mesa una opinión que difiere por completo. “Han traído un equipo de seis personas de Mallorca que van a cobrar el doble de lo habitual y tendrán dietas. La empresa nos dijo que no nos podían subir el sueldo y ahora pagan más a estos trabajadores”, dice indignado.
Trabajadores de Trablisa conversan durante la concentración / METRÓPOLI ABIERTA
MÁS DERECHOS
Además de utilizar la concentración para lanzar reivindicaciones como “necesitamos más personal en verano” o “no llegamos ni a 1.200 euros al mes”, los huelguistas también señalan que están lejos de trabajar bajo parámetros de seguridad. “Tengo que abrir maletas y tocar a personas de todo el mundo. No me han hecho un reconocimiento médico ni dispongo de gel desinfectante para las manos”, dice Ricardo Mora y añade: “¡Este aeropuerto es insalubre!”.
Otras de las quejas son que “la falta de personal” no les permite ir al lavabo con mucha frecuencia, que escasean trabajadoras para hacer chequeos a mujeres y que no hay aire condicionado en su puesto de trabajo. “En las tiendas hay aire condicionado, pero en los filtros no”, apunta una trabajadora. Acto seguido, otro trabajador saca de su mochila un abanico y grita entre risas: “Mira, mira, este el aire que yo tengo”.