Cuando la comitiva policial encarrila el paseo de Lluís Companys de Barcelona, un centenar de personas desaloja el paseo en cuestión de segundos. Furgonetas de la Guardia Urbana de la comisaría de Ciutat Vella y de la UREP, la unidad especializada en control de masas, se abren paso por la céntrica avenida con el Arc de Triomf en el horizonte. La presencia de estos agentes con formación de antidisturbios busca evitar episodios violentos que la policía se ha encontrado en los últimos meses. Un ejemplo: los enfrentamientos del pasado 21 de marzo en la plaza dels Àngels (enfrente del Macba), cuando un grupo de jóvenes lanzó una lluvia de botellas sobre los agentes.

A las 23.00 horas, un rastro de botellas de alcohol y las latas de cerveza revela horas de juerga en Lluís Companys. A las 21.00, entre 200 y 300 personas participaban en un botellón multitudinario donde llegaron a instalar un karaoke con una pantalla. Un músico que toca unos bombos será el único rezagado que no podrá abandonar el paseo junto a sus amigos. Se lo impiden dos agentes de paisano que lo retienen hasta la llegada de una decena de compañeros. Es el primer denunciado de la noche. Por delante quedan horas de patrulla de la Guardia Urbana que velará por el cumplimiento del toque de queda nocturno y las medidas sanitarias. Metrópoli Abierta acompaña a la pequeña caravana policial la madrugada del viernes al sábado 10 de abril, en un recorrido marcado por las fiestas ilegales en pisos del Gòtic y una visita al Port de Barcelona.

300 EUROS DE SANCIÓN

"¡Déjenme tranquilo, respétenme! ¿Qué quieren? ¡Si ya saben quien soy!", exclama el músico con el tambor en una bolsa en la mano. Tras 15 minutos retenido, los agentes requisan el instrumento. Alegan que su actitud es reincidente y que carece de autorización para tocar en la calle. Además, está vulnerando el toque de queda. "A las 22.15 ya se le había advertido. Le hemos identificado para denunciarlo. Era el que estaba organizando la fiesta y se enfrenta a una sanción de 300 euros, 75 si la abona en los próximos 10 días", explica el caporal Gómez. Los guardias le requisan el instrumento. Si quiere recuperarlo, deberá abonar otra tasa.

La Urbana denuncia a dos chicas en un edificio del Gòtic por hacer una fiesta ilegal / PABLO MIRANZO





El segundo aviso de la noche moviliza a los agentes a la calle de Escudellers Blancs, en el Gòtic. Los furgones policiales cruzan el centro zumbando con los semáforos rojos en una Barcelona desierta, salpicada por un puñado de coches. Una pareja de agentes de incógnito constituye la avanzadilla. Realizan una primera inspección para localizar el domicilio que acoge la fiesta. Algún vecino ha abierto la puerta del edificio y media docena de urbanos enfilan una estrecha escalera hasta el último piso.

FIESTA EN LA TERRAZA

La puerta del piso denunciado está cerrada. Un piso más arriba, otro acceso conduce a un ático, escenario del guateque, delatado por latas de cerveza y botellas y una especie de lounge improvisado con un palé y un colchón en el suelo. En la terraza contigua hay más botellas cerca de unos sofás. Un recipiente de cerámica hecho añicos con restos de comida en la escalera revelan las prisas de los jóvenes por esconderse en el piso. "Buenas noches. Os habéis dejado la llave puesta por fuera", saluda el caporal Gómez. Finalmente, una chica de unos 25 años saca la cabeza. Otra joven extranjera argumenta que tiene los documentos "en trámite". "Suelen poner esa excusa", comenta una guardia.

Guardias urbanos suben hasta el piso donde tiene lugar una fiesta en la calle de Escudellers Blancs / PABLO MIRANZO



La policía sanciona a tres jóvenes. Son las 23.55. Antes de abandonar el edificio, la misma agente se lleva un susto cuando otro joven aparece de repente en la terraza con evidentes signos de embriaguez. Se había escondido, como otras personas, que permanecen en el domicilio ocultos. Desde otra terraza, cruzando la calle, algunas cabezas se asoman, esperando la marcha de la policía.

280 SANCIONES Y 333 DESALOJADOS

La casi totalidad de barceloneses respeta el toque de queda y las medidas que impone la pandemia: prohibición de salir de casa a partir de las 22.00 horas y de celebrar reuniones con más de seis personas. Una minoría de ciudadanos vulnera las restricciones, sobre todo el fin de semana, para realizar en gran medida fiestas en sus casas. Algunos sortean la acción policial, otros no. La madrugada del 10 de abril, la Guardia Urbana sancionó a 280 personas por saltarse el toque de queda y desalojó a otras 333 de la vía pública. Los agentes pusieron 22 denuncias por "compartir alcohol" en la calle, según una portavoz de la Urbana.

Un agente inspecciona con su linterna el interior de un piso donde varios jóvenes intentan esconderse / PABLO MIRANZO



"Nos comentan que hay una fiesta ilegal con más de 30 personas en la calle Avinyó. En marcha", suelta el agente Gómez, que no se separa de su walkie-talkie. La tercera parada de la noche se ubica a unos centenares de metros, en la calle de Avinyó. Allí tiene lugar otra fiesta, esta vez más numerosa. Los agentes tardan unos 20 minutos en localizar el edificio y entrar en él. Antes, el silencio de la calle de Ferran se ve interrumpido por un bombo electrónico. "Baja la música", le ordena un agente a un chico que aparece en el balcón del inmueble desde donde parece surgir el sonido.

ESCONDIDOS

En el edificio de la calle de Avinyó la escalera comunitaria da a un patio interior acristalado que permite ver el interior de una amplia vivienda. Las linternas de los guardias iluminan a una decena de personas estiradas en el suelo con la luz apagada. Algunos sostienen los cubatas en vasos de plástico. Nadie abre la puerta a pesar de los insistentes timbrazos. "Levantaremos un acta con las molestias denunciadas, la presencia de entre 30 y 40 personas y mañana una patrulla se acercará para conocer quien vive en el piso e imponer la denuncia correspondiente", explica Gómez.

Un músico callejero se enfada con la policía después de conocer que será sancionado / PABLO MIRANZO



Una denuncia vecinal por otra supuesta fiesta masiva en la calle de Príncep de Viana resulta ser una falsa alarma. Los agentes, eso sí, sancionan a los denunciados por molestias. La madrugada avanza y la lista de las fiestas ilegales detectadas por la policía crece. Hasta las 02.00, Gómez cuenta una quincena de reuniones repartidas por toda la ciudad que incumplen las restricciones.

VISITA AL PORT OLÍMPIC

Las calles siguen desiertas. Tras cinco meses de toque de queda, la ciudadanía sigue cumpliendo casi a raja tabla la medida restrictiva. Los botellones, sin embargo, son una constante a partir los viernes y, especialmente, durante las tardes del sábado. La avenida de Lluís Companys, el paseo del Born y las plazas dels Àngels, Terenci Moix, Vila de Gràcia y Sol son puntos de encuentro habituales. La Urbana prioriza la información y prevención, aunque también sanciona (227 personas desde el 1 de febrero hasta la primera semana de marzo). En la mayoría de situaciones, como la de este viernes, los agentes avanzan lentamente con sus vehículos dejando un breve espacio de tiempo para que los juerguistas abandonen la calle.

Agentes de la Urbana acuden al Port Olímpic tras el aviso por unas molestias / PABLO MIRANZO



La cobertura de una noche de patrulla de la Guardia Urbana finaliza en el Port Olímpic. Vigilantes de seguridad privada han avisado a la policía alertados por las molestias ocasionadas por los pasajeros de dos embarcaciones. Sale un chico extranjero de uno de ellos y la policía le comenta la situación. Le exigen que dejen de armar jaleo y, en este caso, se libran de la sanción.

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