Es un día agridulce en la sede de Goats Granollers. Enfundados en sus chalecos de cuero negro, ocho miembros y dos aspirantes a integrar el club motero se funden en un abrazo con Juan José Campomanes. Seis años después de conocer a su "segunda familia", este vecino de Ripollet se despide de sus amigos de ruta, sus hermanos. Su futuro está en Costa Rica, donde en unos días empezará un nuevo proyecto de vida con su mujer.
En la asociación, los lazos de amistad son fuertes. Sus colegas le recuerdan que esto es un hasta pronto y él ya piensa en llevar los colores del club por todo el mundo. "Hace seis años dejé la familia de sangre atrás y la vida me puso a Goats de frente. Se ha convertido en mi nueva familia", explica aun emocionado Campomanes, al que todos llaman Guancho. Asoman las lágrimas en los rostros de los moteros mientras miran un vídeo de despedida proyectado en la pared del local. En la pantalla intervienen compañeros de Madrid y algunos miembros que no han podido asistir a la cita.
PARCHES Y JERARQUÍA
Si el ripolletense simboliza la tristeza del hermano que se marcha lejos, Óscar representa la consolidación y fortaleza del proyecto. Es un prospect, un aspirante a convertirse en miembro de este Moto Gang, y hoy ha dado un paso que lo acerca más a su meta. Enseña con orgullo el parche de "Goats" que le acaba de entregar Rubén Cabello (33 años), el secretario. Cosida en la parte superior de la espalda, la insignia completará el "Granollers" que ya luce debajo. Cuando reciba el ansiado dibujo de la cabra, el emblema del grupo parcheado en el centro del chaleco, se convertirá en un miembro oficial de Goats Granollers.
La familia motera celebró el domingo 31 de octubre una reunión familiar en la sede del grupo, una antigua granja reformada de arriba a bajo que acoge una cocina, un salón, un bar, una barbacoa y un pequeño cerco donde habitan una familia de tres cabras, las mascotas del club. Acudieron parejas, las esposas y media docena de niños. Metrópoli pasó la tarde con este grupo de apasionados del mundo a dos ruedas que aspira a convertirse en uno de los aproximadamente 60 Moto Clubs repartidos por Cataluña.
EL RETO DE SER UN MC
Al igual que sus miembros, los clubes de motos obedecen a una jerarquía. Cabello explica que la pandemia ha retrasado el último paso de su asociación para ser un Moto Club (MC) de pleno derecho. "Hemos trabajado duro, de momento tenemos un club de puta madre y estamos a un paso de ser MC. Es nuestra meta personal". El presidente, Jordi García (49 años), calcula que en unos pocos meses lograrán su objetivo.
¿Por qué ser un MC? "¿No te gusta ser el mejor en lo que haces? Si sabes que hay más, yo lo quiero conseguir. ¿Por qué no? Se trata de ganarte un prestigio, no te lo regalan", contesta el responsable del grupo, dueño de una empresa de transportes.
Con una larga tradición motera, Cataluña acoge una gran parte de los clubes moteros españoles. La comunidad de Madrid, por ejemplo, acoge a una veintena, lejos de las 60 organizaciones catalanas. Jordi sus hombres buscan ganarse el respeto del resto de MC. Hasta entonces no se les permite lucir la "M" y la "C" en su chaleco y moto. "Sería una falta de respeto", subraya García. La fiesta deberá esperar.
LA 'ALIANZA'
La historia de Goats se remonta a 2012 cuando galopando sobre unas Leonart de 125 cc, un joven Cabello no se perdía un solo foro de la marca por la geografía española. Alicante, Madrid... Junto a un grupo de amigos fanáticos del motor recorrieron miles de kilómetros disfrutando de lo que más les gustaba. Fue en esas reuniones donde se forjaron otras amistades y se empezó a gestar la historia del club que ahora cumplirá su primera década. "La idea de hacer algo más siempre estuvo ahí. No queríamos que la cosa se quedara en comer butifarra los domingos. A base de trabajo, esfuerzo y de hacer las cosas bien estamos donde estamos", se felicita.
Empezaron como todos. De un grupo de amigos al que le gustan las motos pasaron a ser un Moto Group. De ahí subieron el siguiente peldaño, Moto Gang, el actual y la antesala a MC. Unas decisiones que aprueba la llamada Alianza, una especie de consejo formado por la mayoría de MC catalanes. Al igual que en este órgano, los integrantes de Goats votan en asamblea y de forma igualitaria las diferentes decisiones que se toman: fiestas, viajes, el ascenso de un integrante. "Al final no dejamos de ser una asociación, como un club de petanca. No hablamos de armas, putas ni de drogas. Hablamos sobre como gestionar el club", explica Rubén.
¿DROGAS? TOLERANCIA CERO
La asociación de moteros y crimen, retratada a menudo en la ficción televisiva, pero también en la realidad con noticias sobre algunos MC y sus prácticas delictivas, no retrata la gran realidad de estas asociaciones, según cuentan los miembros de Goats. "Cada uno sabe a lo que se mete, pero ocurre como en todo. Las primeras noticias que se ven son las malas, las que generan visitas. Hay clubes que hacen las cosas de otra manera, pero nosotros somos un club familiar, no hacemos cosas raras. Somos gente muy legal y a día de hoy no hemos tenido ningún problema con nadie", comenta Rubén.
García asegura que el grupo tiene tolerancia cero con las drogas. "Con el alcohol se intenta que se beba lo menos posible. A los aspirantes les prohíbo que beban durante fiestas con invitados de otros clubes. Deben estar al 100%. Somos gente sana, trabajadores. Aquí un perla no va a entrar. Ya lo han intentado algunos. ¿Qué pueden aportar?", señala el presidente.
UN CLUB FAMILIAR
Toni Marzo (40 años) es uno de los aspirantes. Es un apadrinado del vicepresidente y entró en el club hace un año y medio. Cuando se le pregunta qué esperaba encontrar en la asociación responde: "Rodar, rutas, estar en familia y amistad, mucha amistad". Por su respuesta, se desprende que lo ha logrado. "Me enamoré de la gente. Había conocido a otros clubes, pero me quedé en Goats. Es un club muy familiar".
Existen ciertas normas muy rígidas en el mundo de los clubes de motos y este no es una excepción. A partir de Moto Gang, las mujeres tienen vetada la participación activa en el grupo. "Siempre he querido mantenerlas al margen. No es por nada, pero esto es cosa nuestra. Yo me lo tomo como mi pasión y un lugar de encuentro con los colegas. Ojo, que al final mandan ellas eh", señala García. Para el presidente, el compromiso con el club es inquebrentable, total. "De la mujer me puedo divorciar. De la moto, el club, nunca".