Paseo de la Bonanova, Barcelona. Finales de los años setenta y mediados de los ochenta. Cinestudio Spring. Sesiones dobles y grandes películas, necesarias para soñar en una ciudad que se transformaba lentamente, con enormes carencias y con especuladores inmobiliarios, que ya habían hecho su agosto con las viviendas para inmigrantes en muchos distritos de la ciudad. Quim Aranda, periodista y escritor, narra en Els tres cognoms de Lucía Van Haart (Columna) una historia que refleja su pasión por su ciudad, por el periodismo y por el cine, el de Hitchcock.

North by Northwest, traducido en España con el título Con la muerte en los talones, está presente en toda la novela, con el rostro hipnótico de Eva Marie Saint, la gran protagonista junto con Cary Grant. Aranda busca un imposible, que le permite enlazar todas sus grandes obsesiones, y, a la vez, pasiones: aquella hermosa actriz pudo haber tenido un affaire con un represaliado de la Guerra Civil española. Un encuentro, en Biarritz, con un actor frustrado que se parecía de forma inquietante al gran Tyrone Power. Y el periodista protagonista de la novela, Martín Genovés, investigará esa posible relación, porque se lo encarga esa vieja amiga Lucía van Haart de quien sigue enamorado, a pesar de los olvidos, las distancias y los sinsabores de la vida.

LOS PROGRAMAS DOBLES

Aranda recuerda una Barcelona que en la que el cine era una de las grandes evasiones, películas de Hollywood, con programaciones cuidadas, en sesiones dobles, que entusiasmaban e invitaban a la ilusión y el sueño. Aquel cine Spring cerró en 1985, y con él muchas salas en toda la ciudad, para construir viviendas. Es cierto que también se abrieron nuevas, como los cines Icaria, pero ya no significaban lo mismo. El recuerdo imborrable es también la nostalgia por la juventud, la época del aprendizaje, de los primeros trabajos como periodista y del conocimiento, con maestros del oficio.

Portada del libro de Quim Aranda

Pero este periodista (Barcelona, 1963), corresponsal ahora en Londres del diario Ara, juega en la novela con algo muy actual: la ficción y la realidad, la conexión de una historia verosímil con la manipulación, ligera, de textos que fueron reales. Y pasan por las páginas de Els tres cognoms de Lucía van Haart críticos de cine, como Alfonso Sánchez, que los veteranos recuerdan con aquella característica voz y sus comentarios sobre cómo los productores eran los que mandaban, por encima de los directores, que cobrarían protagonismo mucho después. Y periodistas como Manuel del Arco, que, curiosamente, si se compara con la actualidad, preguntaban con una enorme libertad a esos productores, que, sin tapujos, eran capaces de explicar lo que cobraba cada actor y lo que se ganaba en cada película.

 

Esos textos, publicados en diferentes publicaciones especializadas o en diarios como La Vanguardia, se reproducen en la novela, con algunas modificaciones que le van bien a Aranda para construir su novela. También surge el propio Aranda, porque Martín Genovés adopta un artículo del periodista que publicó en su etapa en El Observador, sobre Ramine, la ahijada del poeta Josep Maria de Sagarra. Y aparecen también textos de J.J.Navarro Arisa, que fue amigo de Aranda, y que falleció hace unos pocos años. No se olvida Aranda de Julieta Martialay, actual directora de Fotogramas, que aparece también en la novela a través de un artículo que lleva su firma. Y aparece, claro, otro periodista, Llàtzer Moix

Edificio de viviendas, en Paseo Bonanova 103, donde estaba el cine Spring / GOOGLEMAPS

Lo que construye Aranda es un gran fresco, a partir del cine, de una época en Barcelona marcada por el desarrollismo del alcalde Porcioles, con escándalos urbanísticos y accidentes que denotaban las ansias por renovar el parque inmobiliario de la ciudad para construir nuevas viviendas mucho más caras que las anteriores. Es la Barcelona preolímpica, en la que se cierran cines y se derriban chiringuitos, en la que se renueva una urbe que cambiaría por completo. Algunos se opusieron a aquella transformación, con el argumento de que, en realidad, iba a ser una gran operación para unos pocos. La ciudad, en su conjunto, sin embargo, se benefició, pero ya con otro acento, con otras características, que no son el objeto de la narración de Aranda.

El cine aparece una y otra vez, con el festival de San Sebastián de 1958 de fondo. En aquel año Hitchcock visitó el festival para presentar Vértigo. Y un año después lo hizo Eva Marie Saint para la première de Con la muerte en los talones. Evocar aquellos años, con las críticas cinematográficas del momento, supone también un análisis del periodismo y del desarrollo de España desde entonces. Las críticas de las películas podían ser muy críticas y laudatorias en cuestión de meses, y firmadas por los mismos críticos. Pero Aranda, que quiere reflejar esa realidad, mantiene también la tensión de su historia particular, la que mueve a Martín Genovés a recoger el encargo de Lucía van Haart, viuda de un famoso arquitecto, que había sido una especie de estrella del rock en el congreso de arquitectos celebrado en Barcelona, en 1996, que el periodista Aranda había cubierto en su etapa profesional en la edición catalana del diario El Mundo. De nuevo, realidad y ficción, y capacidad para tejer una narración que nunca desengancha al lector, y que enlaza pasado y presente.

Una entrada del cine Spring / TODOCOLECCION

Para el barcelonés que visitara con frecuencia el cine Spring aquel rostro no lo podrá olvidar jamás. Entre las páginas de Els tres cognoms de Lucía van Haart, aparece la mirada de Eva Marie Saint, la elegida por Hitchcock para ‘salvar’ al ciudadano Cary Grant, que ejerce el papel de un hombre que no existe en la realidad. Y con los ojos de la actriz surge una Barcelona que tampoco existe, aunque haya algunos vestigios, en sus calles y también en los profesionales del periodismo.

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