La Rambla de Barcelona ha amanecido este viernes repleta de latas y botellas de cerveza, vasos, bolsas de comida y otros restos de basura abandonados por los aficionados del Eintracht de Frankfurt, cuya incívica celebración, también a la altura de la fuente de Canaletes, se ha alargado hasta altas horas de la madrugada.
A primera hora de esta mañana, operarios del servicio de limpieza del Ayuntamiento de Barcelona se apresuraban a limpiar esta zona del centro de la ciudad. A las 9:00 horas, algunos forofos alemanes no habían ido todavía a dormir tras una larga noche de fiesta por el 2-3 que dejó al Barça fuera de la semifinal de la UEFA Europa League. Aquí un vídeo de cómo estaba la Rambla a las 2:20 horas:
La fiesta de los hooligans alemanes también se vivió en los alrededores del Camp Nou. Ahí una cámara de betevé fue testigo de la suciedad que dejaron los visitantes, con latas y botellas por todos lados. Algunos lugares desprenden olor a orina, ya que mucho hicieron sus necesidades en la vía pública.
30.000 ALEMANES INVADEN BARCELONA
Unos 30.000 aficionados del Eintracht aterrizaron entre el miércoles y el jueves en Barcelona para ver a su equipo jugar contra el Barça en los cuartos de final de la segunda competición europea. Y horas antes del partido protagonizaron ya los primeros incidentes en el centro de la ciudad, con un botellón masivo en el Raval y cortando el tráfico en calles tan transitadas como la Gran Via o la avenida Diagonal.
Antes de entrar al Camp Nou se produjeron los primeros enfrentamientos entre ultras alemanes y Boixos Nois, hasta el punto que tuvieron que intervenir los Mossos d'Esquadra a porrazos y balas de foam.
INSULTOS Y AMENAZAS
La tensión se trasladó luego dentro del estadio, donde se vivió una auténtica invasión de aficionados del Eintracht. Seguidores culés han denunciado la actitud de una parte de la hinchada rival, que ocupó espacios que no les correspondía, fumó y lanzó botellas. También han asegurado que sufrieron insultos y amenazas y recibieron escupitajos. Una situación que el presidente del club, Joan Laporta, ha definido ya como "una vergüenza".