Malik es uno de los veteranos de la playa de la Barceloneta. Se dedica a la venta ambulante desde 2008. Tras dos años de pandemia, pronostica un buen verano, pero aun es pronto para cantar victoria. "Hay más gente que el año pasado cuando había coronavirus, pero también hay mucha policía. Antes han venido cuatro secretas y se han llevado pareos, sombrillas y dinero", se queja. Son las 16.00 de este jueves y, aunque la playa no registra una gran afluencia, el tránsito de clientes potenciales es continuo.
La Guardia Urbana se hace notar estos días. El Ayuntamiento ha activado esta semana la Operación Verano con el objetivo de garantizar la convivencia con los vecinos. Los botellones y los bicitaxis son los principales retos de la policía, que patrulla a pie, bordo de quads por la arena y con coches, motocicletas y bicicletas desde el paseo. Entre enero y marzo de este año, los vehículos a tres ruedas acumulan 1000 denuncias, la mayoría por estacionar donde no deben.
MULTIREINCIDENCIA
Malik vende sombrillas a 12 y 15 euros, aunque también las alquila por 5 euros. A él le han multado con 68 euros en más de una ocasión. Sentados en la pasarela de madera cerca de una ducha, un grupo de cinco vendedores coincide con su compañero. A todos les han sancionado. "Hay mucha policía, no nos dejan trabajar", lamenta uno de ellos. "Vienen 20, 30 policías. ¿No tienen nada más que hacer o qué?", se pregunta otro.
La venta ambulante, prohibida por la ordenanza del Ayuntamiento, se concentra sobre todo en verano y a la Unidad de Playas de la policía barcelonesa se les gira faena. Son 90 policías que hasta mediados de septiembre juegan una especie de juego del gato y el ratón con el ejército de vendedores ambulantes que pulula entre los bañistas. Una pareja de agentes de paisano retiene e identifica a dos jóvenes en la arena. La multireincidencia delictiva, que preocupa también a los vecino, es otro de los objetivos del cuerpo, como subrayaba el lunes el regidor de Seguridad, Albert Batlle. Los guardias urbanos colaboran con los Mossos d'Esquadra en el Pla Tremall desplegado por el cuerpo autonómico para detener a los ladrones con decenas de antecedentes.
UNA CAMARERA: "CON ESTOS PRECIOS NO PODEMOS COMPETIR"
Ratuji viste gafas oscuras de sol y sostiene con aplomo su bandeja de mojitos. "Cinco euros, amigo. Allí delante cuestan 10", dice señalando con la cabeza la terraza de uno de los chiringuitos ubicados a unos metros del agua. Más adelante, cerca del Club Natació de la Barceloneta una camarera denuncia la competencia desleal de vendedores como Ratuji. "El otro día vendieron a un grupo 10 mojitos por 25 euros. Con estos precios no podemos competir".
En una mesa de la terraza, un policía recoge la denuncia de una pareja de turistas. A unos metros, dos agentes más vestidos de civil hacen lo mismo con un joven de unos 30 años. Lo registran, le hacen vaciar la mochila y, tras media hora, le dejan marchar. Las terrazas son un sitio más para vigilar la actividad de los ladrones que actúan al descuido en la playa de la Barceloneta. Siguen con la mirada a los sospechosos y, si tienen suerte, les detienen in fraganti.
HOSTIGAMIENTO A LOS BICITAXIS
Han conduce bicitaxis desde hace cuatro años. Asegura que algunos jóvenes que ahora pedalean junto a él por la costa barcelonesa antes se dedicaban a la delincuencia. Ofrece paseos desde siete euros por persona, prefiere a los turistas ingleses y despotrica del regateo de italianos y franceses. También se queja de los pocos lugares para estacionar y captar clientes que habilita el Ayuntamiento. Recientemente, el consistorio ha pedido a la Generalitat que prohíba estos vehículos.
En el caso de Abdel alquila su bicicleta a una empresa de triciclos. Su relato también implica una crítica a la ofensiva policial. "Estamos esperando el día 15 porque vendrá mucha más gente. Lo que pasa ahora es que tenemos muchas multas. No podemos pasar por aquí, pero aquí está la faena", describe. Una patrulla uniformada en coche de la Urbana interrumpe la entrevista para advertir al conductor, que se marcha rápido de esa zona dejando al periodista antes incluso que el coche se detenga. "Ya sabes que no puedes estar aquí", le lanza una agente.
BOTELLONES
Un restaurador describe la convivencia ordenada entre los diferentes tipos de vendedores ambulantes: "En la orilla se ponen los de los mojitos, en la arena los manteros y arriba, en el paseo, los lateros. No se molestan y se respetan, también a nosotros, pero cuando cerramos también empiezan a pasar por aquí", comenta en referencia al porche cubierto que acoge restaurantes y escuelas de surf.
Los trabajadores de la playa de la Barceloneta también dan cuenta del estado "alborotado" de la gente tras el levantamiento de las restricciones sanitarias. Las juergas con alcohol son diarias en la arena. La cerveza y las copas también bombean la sangre de los más alegres durante el día. A primera hora, los socorristas se encuentran la resaca fiestera en forma de vasos y botellas esparcidos por la arena.