Las organizaciones se defienden cuando se sienten mal conducidas. Los conservadores británicos han dejado en la cuneta a varios primeros ministros en los últimos meses. Y en la Universitat Pompeu Fabra (UPF), con un enorme prestigio en distintas disciplinas, ha sucedido algo similar. Su rector, Oriol Amat, tomó posesión de su cargo en mayo de 2021, y él mismo anunció que lo dejaba en septiembre de 2022, anticipando las elecciones que convocará oficialmente para finales de febrero. ¿Por qué? La pérdida de confianza de su equipo de dirección, las dudas sobre su liderazgo y un cúmulo de situaciones han forzado que él mismo haya renunciado a seguir.

La explicación ha sido otra. Amat –que se presentó en las listas de Junts per Sí en 2015 obteniendo un acta de diputado, y que mantiene una buena relación con Artur Mas-- ha justificado su fin como rector en el trabajo cumplido, en que sus proyectos en la UPF habían culminado o estaban en marcha y en la buena dirección. Pero ha sido el mensaje que, de hecho, se ha ultimado en los últimos meses para facilitar el cambio. Ha habido “mucha preocupación” y se mantiene, según las fuentes internas consultadas, por el propio futuro de la universidad.

Oriol Amat asumió su nueva responsabilidad con enorme ilusión. La voluntad era la de contribuir con un acelerón a la transferencia de conocimiento desde la universidad a la sociedad civil, una de las grandes carencias de la universidad española. Pero ha dirigido la UPF “como si se tratara del consejo de administración de una gran empresa”, con frialdad en el trato y decisiones equívocas, con destituciones que, después, no asumía con un mando más enérgico tras los nuevos nombramientos. Y los vicerrectores y algunos pesos pesados en la universidad comenzaron a dudar, a perder confianza en él y a pensar que lo mejor para la institución podía ser un relevo cuanto antes.

Una de las decisiones que comenzaron a crear confusión fue el comunicado de la UPF sobre un comentario de un profesor de la universidad, Héctor López Bofill, independentista declarado, partidario de las vías unilaterales. Por decisión personal, Oriol Amat consideró que la universidad debía emitir un comunicado en el que se respetaba “el principio democrático de la libertad de expresión, como no puede ser de otra manera”, pero se añadía que el tuit publicado por López Bofill “no refleja ni la visión ni los valores de esta universidad”.

El comentario del profesor de la UPF era contundente: “Contradicciones independentistas 1: se admite resignadamente que mueran casi 25.000 personas de covid-19 y nos produce un terror absoluto que muera alguien a consecuencia de un conflicto de emancipación nacional”, aseguraba, en una serie de comentarios sobre el procés.

EL HOMBRE DE LAS RECTIFICACIONES

El comunicado de la UPF, a instancias de Amat, añadía que se había pedido “al órgano competente de la universidad que explore si, en virtud de los principios y mecanismos que recoge el Código Ético, corresponde emprender algún tipo de acción”, a pesar de admitir que la frase de López Bofill “no se ha producido en las instalaciones de la UPF ni está relacionada con las actividades académicas”.

Eso se producía el 30 de diciembre de 2021, y pocas semanas después, el 26 de enero, al comprobar las reacciones en contra, tanto de profesores como de la propia dirección de la UPF, Amat rectificaba, y calificaba su decisión anterior de “error de comunicación”, tras lamentar el malestar que se había generado en una parte de la comunidad educativa. A ello se añadió una declaración aprobada por unanimidad en el claustro universitario de defensa y promoción de la libertad de expresión. Un revés en toda regla a la idea inicia de Amat, que se ha sentido inseguro en los últimos años, después de su apuesta independentista, aunque siempre ha estado más cerca de los postulados clásicos de la ex Convergència.

Esas dudas constantes, --de sí pero no--, ya se habían manifestado en su etapa como candidato de Junts per Sí, cuando, en septiembre de 2015 Amat apostó por un nuevo Estatut al final del procés, pero, viendo las reacciones en contra, rectificaba de inmediato para pedir un nuevo Estado dentro de la UE.

Oriol Amat y Artur Mas, en un acto de JxSí, en 2015 / EFE

La cuestión es que el caso de López Bofill generó dudas en el propio Amat, que decidió, a los pocos días, sustituir a su jefa de gabinete y al gerente de la UPF. La politóloga Eulàlia Solé sustituía a Àngels Ingla, --el 16 de febrero de 2022—mientras que iniciaba la búsqueda de un nuevo gerente, tras querer cesar en sus funciones a Jaume Badia, que ya llevaba años en su responsabilidad, tras sus anteriores experiencias como director general de Análisis y Prospectiva en la presidencia de la Generalitat, con Pasqual Maragall y José Montilla, y su paso como gerente del CCCB. Badia, en todo caso, acabó presentando la dimisión, antes del cese. En abril se incorporaba el nuevo gerente, Oriol Escardíbul.

Esos cambios, sin embargo, “legítimos por parte de un rector”, no se vieron acompañados, según las fuentes consultadas, por un nuevo rumbo. Y las dudas de Amat se mantuvieron, generando incertidumbre en el equipo de gobierno. No había un timón capaz de llevar la universidad, una “constatación”, que se unía a un trato frío y “administrativo” por parte del rector respecto a vicerrectores y distintos pesos pesados de la UPF, que ha tenido rectores con personalidad y mandatos completos y largos: Enric Argullol (1990-2001), Rosa Virós (2001-2005), Josep Joan Moreso (2005-2013) y Jaume Casals (2013-2021).

CAMBIOS EN LA LEY

Oriol Amat habría cometido un error de percepción, al pretender cambios más rápidos en la universidad, sin conocer a fondo la naturaleza de la gobernanza de una institución como la UPF. El equipo de gobierno es importante, como los vicerrectores, el equipo que se elige, pero también los distintos departamentos. Y siempre teniendo presente que un claustro “no es un consejo de administración de una empresa”.  

Los vicerrectores, especializados en distintas áreas, han sido importantes en la toma decisiones de los últimos meses: Desde David Sancho a Antoni Luna, Pablo Pareja o Ester Oliveras.

Amat sí señala en su comunicado en el que renuncia a seguir que hay una cuestión legal que afectará a todas las universidades y que la decisión de convocar elecciones puede estar justificada. Señala Amat que la futura Ley Orgánica del sistema universitario (LOU), actualmente en proceso de tramitación en el Congreso de los Diputados, “obligará a las universidades a introducir cambios estatutarios y a modificar los mandatos y las condiciones para acceder a la condición de rector, hecho que comportará que muchas universidades también avancen sus procesos electorales internos. Con esta decisión estoy convencido de que la UPF se avanza al contexto que se está definiendo y refuerza su liderazgo y su singularidad en el conjunto del sistema universitario”.

LA UPF, EN MANOS DE LOS VICERRECTORES

Otras fuentes señalan que sí, que esa cuestión es importante, pero no puede explicar la renuncia de Amat, que se ha visto forzado a esa convocatoria electoral de la que ahora se espera que surja un liderazgo más claro para asumir los retos de la UPF en los próximos años.

Lo que quiere hacer Amat, hasta que se concrete esa convocatoria de elecciones, es concentrarse en sus tareas institucionales, dejando a los vicerrectores adjuntos, David Sancho y Pablo Pareja, las tareas de coordinación y gestión de la universidad.

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