Hasta mediados del 2024 se podrá ver en el MACBA la muestra Intención poética. Se trata de la nueva presentación de los fondos y las adquisiciones recientes, comisariada por la directora del centro, Elvira Dyangani Ose, con la idea de renovar algunas de las piezas expuestas cada seis meses.
Una oportunidad para comprobar si la actual dirección es capaz, como prometió al hacerse cargo del museo en 2021, de sacarlo de la atonía, y si cumple, como mínimo, con la misión que tiene atribuida de promover el trabajo de los jóvenes artistas locales. Un mérito que no se le puede negar, atendiendo a la larga nómina de novedades que se presentan, entre adquisiciones y aportaciones de la Generalitat y el Ayuntamiento. En cuanto a dirigirse a "audiencias muy amplias", el otro propósito declarado en la web del museo, las dificultades proceden sin duda de que, pese a intentar, como dicen, "renunciar a lecturas unívocas y hegemónicas", el nuevo canon contemporáneo, tan dogmático, se lo impide.
El MACBA, por vía de la homogeneidad, corre el riesgo de profundizar en el modelo que uno de los antecesores de Dyangani en el cargo, Manuel Borja-Villel, ha impuesto después en el madrileño Reina Sofía. Una comparación inevitable coincidiendo con su polémico fin de mandato. Félix de Azúa dedica a la larga gestión de Borja-Villel un elogio que no quiere llegar a serlo: "Ha expuesto las ruinas de la revolución del siglo XX bajo la forma del espectáculo político del siglo XXI. Lo ha hecho bien. Nadie que entienda algo sobre arte, seriamente, ha dejado de percatarse de que hoy sigue llamándose "arte" a un escaparate de agitación y propaganda para lo políticamente correcto".
PÚBLICO HETEROGÉNEO
Dyangani, en su primera muestra, esquiva a duras penas ese peligro. Con acierto, ha querido evitar una lectura dirigida y por eso ha puesto las obras "en el centro", sin criterios cronológicos o temáticos. No obstante, en una época que sospecha del objeto artístico por su valor venal y lo ha sustituido por el archivo, el juego, la puesta en escena o el simulacro, es decir, por ideas, el contexto lo es todo. De esta manera, la comisaria no puede dejar de ser protagonista y la crítica a la institución se convierte, casi sin querer, en crítica institucionalizada.
Si la parte de las intenciones del título Intención poética se puede beneficiar mucho de una visión más plural en el futuro, lo mismo sucede con la parte de la poesía. Con tantas obras exigiendo ser pensadas antes de decirle algo a la sensibilidad, resulta muy difícil que un público heterogéneo salga deslumbrado por la experiencia memorable que se espera de una exposición. La poética que resulta de las piezas elegidas, efectivamente, tiene en su compañía mutua algo de ruina de las revoluciones del último siglo: de las vidrieras de catedral sumergida de Ignasi Aballí a la versión hinchable que ha hecho Lúa Coderch del Pabellón Mies van der Rohe; de las páginas de la novela Nada despojadas por Mar Arza hasta de su propio peso, fijándolas a la pared, a las pancartas convertidas en banderines de Amalia Pica y el parque abandonado de juegos infantiles de Laia Estruch, que invita a jugar y lo impide al mismo tiempo. La pintura, junto a los demás medios tradicionales, está proscrita incluso como vestigio en favor de los ubicuos medios mixtos. Entre las pocas excepciones, los cuadros de Etel Adnan, indultados para servir de antesala al video donde lee su poema Sea and Fog (2012).
¿SOLO UN BUEN DIAGNÓSTICO?
La ventaja del "arte después de la muerte del arte", en palabras de Arthur Danto, era que ya no había una definición oficial de lo que se considera o no artístico. Sin embargo, la nueva academia desecha cualquier relato que no sea el del arte como pensamiento, y el pensamiento, hoy, en un entorno donde "lo personal es político", no tiene más que un objeto posible. En la muestra del MACBA resiste lo poético pero también sorprende, a poco que se profundice, la uniformidad de las miradas sobre la realidad y la creación. Ahora bien, si la eficacia social es la medida de todas las cosas, cabe preguntarse dónde queda el pensamiento crítico, cuya prueba suele ser el precio que se paga por el disenso y no el aplauso que se gana por el asentimiento.
La futura ampliación en el Convent dels Àngels dará más espacio a la permanente del MACBA. De momento, Dyangani quiere poner allí en marcha el Jardín Ambulante, un espacio a disposición de los vecinos para proyectos comunitarios. Considerando que las sucesivas expansiones también han sido objeto de controversia en un área tres veces más densa que la media de Barcelona, probablemente la utilidad dependa, otra vez, de la capacidad de presentar perspectivas diferentes. Para "visibilizar conflictos contemporáneos", como prometen las próximas exposiciones temporales en el edificio de Meier, el barrio lo hace mucho mejor que el museo.
El MACBA cuenta este año con 10,9 millones de euros de las administraciones públicas que conforman el Consorcio y 1,8 de ingresos propios previstos, un incremento del 20% respecto al año anterior. En 2022 recibió en torno a las 220.000 visitas, con una previsión al alza para el futuro inmediato, pero aún muy lejos de las 375.000 que atrajo la retrospectiva de Jaume Plensa en 2019. Sin un Guernica para asegurar el éxito, como tiene el Reina Sofía, el centro barcelonés no se puede contentar con hacer un buen diagnóstico del presente, porque una gran parte del público puede encontrar la propuesta, al contrario de lo que buscan sus creadores, "hegemónica y unívoca". Una actitud más heterodoxa en posteriores renovaciones ayudaría, como dice la crítica Ángela Molina, a alterar "el plan preconcebido de salvación del arte", y que, incluso después de su muerte anunciada, recobre en algún momento el pulso.