El Parc Güell de Barcelona / EUROPA PRESS

El Parc Güell de Barcelona / EUROPA PRESS

El pulso de la ciudad

Pintan en Vallcarca grafitis para desorientar a los turistas del Parc Güell

Los vecinos de varios barrios de montaña de Barcelona combaten como pueden la masificación turística

9 abril, 2023 17:40

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Con el final de la pandemia, Barcelona vuelve a sentir el duro embate del turismo. Cada año, millones de personas de todo el mundo acuden a la capital catalana para visitar sus monumentos y, sobre todo con la llegada de temperaturas más agradables y periodos vacacionales, se renueva el debate de si la urbe puede esponjar a todos esos visitantes. Y es que, si bien hay zonas de la ciudad que siempre van a estar tranquilas, hay otras en las que el ajetreo es constante por los rincones que allí se encuentran.

Hartos de la situación, muchos vecinos de los distintos barrios de la ciudad han comenzado a combatir lo que consideran una lacra que no les deja vivir. Ejemplo de ello es la encarnizada batalla que los vecinos del barrio de El Carmel le disputan a las hordas diarias de jóvenes que acuden a los búnkeres del Turó de la Rovira en busca de fiestas y borrachera. En el monte aledaño, el Turó del Carmel, se vive otra lucha que, si bien tiene otros objetivos, se disputa con tácticas mucho más sibilinas.

INDICACIONES TRAMPA

En el monte que sirve de frontera entre los barrios de El Carmel, La Salut y Vallcarca i els Penitents se encuentra el Parc Güell, uno de los rincones de la ciudad que, por sus vistas y su arquitectura, concentra a más turistas cada año. La forma más sencilla de llegar es a través de la estación de metro de Vallcarca y, una vez allí, seguir a pie, y por eso algunos vecinos del barrio han comenzado a pintar grafitis indicando la supuesta dirección que los turistas deben tomar.

Protesta vecinal para salvar los jardines / AVV VALLCARCA-BARÓ DE LA BARRE

Protesta vecinal para salvar los jardines / AVV VALLCARCA-BARÓ DE LA BARRE

He aquí la trampa: las pintadas les guían en la dirección contraria y mandan, a cualquiera que quiera seguirlas, al Tibidabo. Se trata de una forma sutil de desviar la inasumible cantidad de visitantes que el parque y el barrio tienen que soportar. Es, por tanto, una acción colectiva que vuelve a sacar a la palestra el eterno debate entre la economía a través del turismo y el derecho de los vecinos a poder vivir en paz y tranquilidad en sus propios barrios.