El 70% de establecimientos no son accesibles en Barcelona, según apunta la plataforma Accessibilitat Ciutat i Platges. Este hecho provoca que personas con movilidad reducida se vean excluidas del comercio por la falta de rampas. Ante esta situación, el colectivo reclama la instalación de rampas portátiles por parte de los propietarios de los negocios, algunos de los cuales responden a esta petición con "agresiones verbales". 

Una de las afectadas, Sonia Rodríguez, relata a Metrópoli que en una ocasión intentó entrar a un negocio del barrio de Sant Martí y, al ver que no tenía rampa, le propuso al dueño "muy amablemente" si podría tener en cuenta la instalación de una rampa portátil para que personas con movilidad reducida puedan entrar. 

"UNA PAGUITA"

El propietario del establecimiento respondió de "manera desagradable" a la propuesta, indicando a la persona que no debería "quejarse", justificando que ya recibe "una paguita". Hizo referencia a la pensión ofrecida a personas con un grado de discapacidad reconocido igual o superior al 65% entre los 18 y 65 años de edad.

Seguido de este comentario, el dueño que gestiona el negocio junto a su hija, aseguró con un tono elevado que no tenían dinero para cubrir el gasto que supone una rampa: "¿Tu qué quieres, que mi hija deje de comer?". Ante este reproche, Sonia explicó que la instalación de una rampa portátil no conlleva un coste elevado como el de una reforma integral del local.

NORMATIVA

Por su parte, el encargado manifestó que corresponde al ayuntamiento tomar medidas para revertir esta situación, sugiriendo que deberían "ofrecer algún tipo de ayuda económica" si desean que los comercios sean accesibles. En cierto modo, Sonia está de acuerdo con esta postura, al afirmar que la "ley presente no les beneficia y debería reformarse".

En la actualidad, un negocio no está obligado a ser accesible si su superficie es inferior a 100 metros cuadrados y su licencia de apertura se rige por la normativa anterior a 1994

CASBA

Por su parte, el ayuntamiento recordó en su web el pasado domingo, 4 de febrero, la iniciativa Comerç Accessible Sense Barreres (CASBA) que impulsó en 2013. El proyecto tiene como objetivos formar arquitectos en accesibilidad, hacer el comercio local más accesible, sensibilizar sobre las necesidades de las personas con discapacidad, garantizar su inclusión en la comunidad y mejorar la accesibilidad en Barcelona.

Sobre esta iniciativa, Cristina García, otra de las afectadas de esta discriminación, considera que es un "paripé", ya que esta iniciativa "no garantiza que un comercio sea accesible". 

"NO SOY UN PERRO"

Con estas cuatro palabras define Cristina la situación que sufre cada vez que quiere entrar a un comercio que no es accesible. "Tú dime los botines que quieras y yo te los saco", le dicen las dependientas a Cristina cuando quiere probarse unos zapatos, pero el negocio no cuenta con una rampa. 

En una ocasión, Cristina le dijo a la empleada que le trajera una alfombra porque sino los zapatos rozarían la suciedad de la calle y un espejo para poder verse. La trabajadora le contestó de "malos modales" a su petición: "Encima que te hago el favor de salir y traerte los botines".

Ante este ataque, Cristina le indicó que "no era un perro" para que la dejaran en la calle y que deberían poner una rampa portátil como ya se lo comentó en reiteradas veces, a lo que la empleada contestó que no "estaban obligados". Cristina le contestó que es de "tener muy poca empatía esperar a que te obliguen para tener que hacer lo que se considera correcto y humano". 

Esperar a que las dependientas le saquen todo tipo de prendas de ropa a la calle se ha convertido en su día a día, incluso "las más íntimas como bragas". La respuesta siempre es la misma: "Te atenderemos mejor que cualquier cliente fuera". Cuando Cristina escucha esta frase, la "sangre le hierve", ya que lo que pide es que le atiendan como cualquier persona dentro del local. 

HISTORIA DE ESTOICISMO

Desde que Cristina y Sonia tuvieron que depender de una silla de ruedas, sus vidas se han vuelto un constante trajín de dificultades. Además de sufrir el doloroso maltrato y la discriminación, Sonia especialmente carga en su corazón la dolorosa exclusión de quienes más quería, como lo era su marido y amistades. Sonia relata a este digital el trágico cambio de vida que experimentó cuando una enfermedad empezó a apoderarse de su cuerpo. La misma le llevó a tener que estar durante el resto de su vida en silla de ruedas. A raíz de la enfermedad, tuvo que comenzar a tomar una serie de medicamentos que hicieron aumentar su talla, motivo por el cual "su pareja la abandonó". A su vez, sus amigos también lo hicieron.

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