“Levanta los brazos y abanícate el pelo”, ordena la coordinadora de la sesión fotográfica. El hombre esboza una media sonrisa, la chica se que queda quieta esperando que –de una vez por todas– la fotografía sea la deseada. Clic, clic. Indios, israelíes, americanos, pero sobre todo asiáticos. Ya sean coreanos, malasios, japoneses, hongkoneses o singapurenses: el negocio de las bodas triunfa en Barcelona.

De hecho, desde hace unos años el departamento de turismo de la ciudad decidió promocionar este particular nicho de mercado asistiendo a congresos e invitando a wedding planners, un cargo muy frecuente en países de influencia anglosajona y que cada vez se extiende a otros países como España. De este modo, no es inusual ver a jóvenes vestidos cada uno a su manera –en este caso, con kimonos– sacándose fotos antes (o después) del matrimonio.

EL CENTRO DE BARCELONA, EL MEJOR ESCENARIO

Algunos de los puntos favoritos para los asiáticos –que suelen ser muy jóvenes, entre los 23 y los 25 años– son la Sagrada Família, La Rambla, la plaza de Felip Neri o, como en el caso de la fotografía que nos atañe, las escaleras traseras de la basílica de Santa Maria del Mar, uno de los puntos más turísticos de la ciudad.

No solo triunfan los encuentros nupciales, sino que las despedidas de soltero también son una constante en la ciudad. Barcelona es una de las capitales europeas de despedidas de soltero. Mientras que seis ciudades de España ya las han prohibido, en Barcelona sigue habiendo barra libre para el desfase prenupcial, con disfraces de por medio, claro.