Mantequerías Pirenaicas se ha convertido en el templo de las tortillas y los desayunos de la zona alta de Barcelona. Este negocio casi centenario nació en 1957 y fue regentado durante años por la familia de Ricardo Cortés.
El barcelonés había sido el encargado de mantequerías Ravell, uno de los establecimientos más conocidos de la capital catalana. Tras su etapa en la histórica mantequería, dirigió su propio negocio, llevándolo a ser un reputado local de productos lácteos frescos y desayunos. Su segunda generación lo regentó durante muchos años, pero la tercera optó por ceder el legado a otros derroteros profesionales, y eso hizo que finalizara su actividad en 2014.
RECUPERAR LA AUTÉNTICA ESENCIA
La familia política de Miguel Puchol Garí, un barcelonés de 31 años, era la propietaria del inmueble. Cuando quedó vacío decidieron resucitarlo y devolverle la magia que siempre lo había caracterizado. "No queríamos alquilarlo a la persona equivocada y que lo terminase convirtiendo en un bar de copas low cost, ya que degradaría al barrio", explica Puchol a Metrópoli.
La familia lo reformó con el objetivo de que tuviese "un toque clásico, pero actualizado" y puso un anuncio para encontrar al inquilino perfecto. "Buscábamos a alguien que lo explotase bien, que tuviese ilusión por empezar un proyecto con cara y ojos. Vimos varios perfiles que no nos terminaron de convencer y finalmente nos atrevimos nosotros", cuenta el empresario.
GRAN RECIBIMIENTO
Las nuevas Mantequerías Pirenaicas tuvieron un gran recibimiento por parte del vecindario: "El primer día ya estaba a tope. La gente tenía ganas. Los desayunos fueron bastante rodados desde el principio. Había tradición. La oferta de comidas fue conquistando a la clientela de forma paulatina, pero gustaron desde el inicio. Cada día cambiaba casi toda la carta porque hacemos cocina de mercado", explica Puchol.
Aunque no era un profesional de la restauración, el joven, que por aquel entonces estaba terminando la carrera, "sabía lo que quería evitar". "Quisimos ofrecer un buen producto con una relación calidad-precio coherente. Nuestro bocadillo es más caro que otros porque ponemos el mejor producto. Hay jamones que van a 12 euros el kilo, que son más malos que un fuet, y jamones que van a 35 euros el kilo", detalla el empresario.
LA TORTILLA DE PATATAS, LA ESTRELLA DEL LOCAL
Aparte de los bocadillos, los croissants de Sacha o las cookies de Nutella de un proveedor de Gràcia, la tortilla de patatas se convirtió en el desayuno estrella de Mantequerías Pirenaicas. "A un punto menos, con una variedad de patata inusual, huevos frescos y de calidad y cebolla caramelizada reducida a fuego lento". "Siempre he sido un loco de las tortillas y me quejaba de que en Barcelona no se hacen bien. Hay personas que no tienen ningún reparo en servir un ladrillo. Con el chef –de la escuela Hofmann– hicimos prueba error, perfilando, hasta conseguir la tortilla perfecta", añade Puchol.
Después de seis años siendo un referente gastronómico en la ciudad, Mantequerías se topó con un bache inesperado: la pandemia. Fue entonces cuando surgió la necesidad de abrir una nueva línea de negocio para prosperar ante las adversidades. "Teníamos el producto, y la gente nos pedía que lo enviásemos a domicilio, pero a mí me daba miedo que no llegase en condiciones", explica Miguel Puchol.
'DELIVERY', UNA NUEVA LÍNEA DE NEGOCIO
Finalmente, este empresario probó suerte con el delivery: "Pedí a todos mis amigos y parientes que vinieran a buscar tortillas, las mareasen y me explicasen cómo habían llegado a casa. Excepto uno, que la fue chutando hasta casa, a todos les llegó bien, por lo que me lancé a la piscina".
El establecimiento creó una fórmula que conquistó a los amantes del servicio millennial: un pack que contiene una de sus tortillas, croquetas, ensaladilla, pan con tomate, un poco de embutido y un postre. Todo ello solventa una comida o una cena para dos.
Durante seis meses elaboraron el delivery en la cocina del mismo restaurante y, más tarde, alquilaron una "dark kitchen" en Lesseps. "Estuvimos ocho meses allí hasta que nos establecimos en la calle de Madrazo, al lado del mercado de Galvany. No me encantaba el concepto de dark kitchen y en ese nuevo establecimiento pudimos ofrecer el servicio de obrador a la vez del de tienda, cosa que también nos ayudaba a visibilizarnos", cuenta Puchol.
PERFECCIONAMIENTO DEL SERVICIO
El resultado de esta nueva línea de negocio fue tan bueno que decidieron mantenerlo después del confinamiento: "Sigue habiendo errores. De 300 pedidos quizás hay uno que no llega bien, pero lo damos por bueno. Hay gente mayor que se ha hecho cuenta en Glovo solo para poder pedir nuestros servicios", confirma, orgulloso, el dueño del establecimiento.
Miguel Puchol explica a este medio que él mismo ha tenido que repartir los pedidos en alguna ocasión con tal de que sus clientes no perdiesen la confianza en el negocio: "Soy un poco Quijote y al principio, cuando había alguna mala interpretación con Glovo, salía a solucionarlo. Yo mismo he llegado a repartir en moto o he metido el pedido en un taxi para que mi cliente, que confía en Mantequerías, no dejase de hacerlo. Me ha costado mucho conseguir la confianza de la gente".
EXPANSIÓN DE MANTEQUERÍAS PIRENAICAS
El cuidado de la clientela ha sido uno de los factores que ha llevado a este establecimiento a ser un restaurante de éxito: "Tenemos clientes fieles a los que conocemos y cuidamos a diario. Les regalamos el desayuno el día de su cumpleaños o mandamos tortillas a nuestras clientas que acaban de parir. Por eso, cuando abrimos a las 07.00 horas de la mañana siempre hay gente esperando para entrar", comenta el gerente.
Aunque sus tortillas se venden en restaurantes de Barcelona como el Zúrich de plaza de Catalunya y el recién estrenado Apriori de Sarrià-Sant Gervasi, Mantequerías Pirenaicas anda en busca de un nuevo local. "Nuestra idea pasa por crecer, pero encontrar un local de características similares, y que su precio no sea una salvajada, es complicado", argumenta Puchol. Además, anuncia que el nuevo negocio se ubicará en la zona alta de Barcelona.