Los carquiñolis, son un postre tradicional catalán que ha sobrevivido más de 300 años, ganando un lugar especial en la gastronomía de Catalunya. A pesar de su larga historia y arraigo cultural, este dulce no ha conseguido la misma acogida fuera de la región, donde muchos lo consideran demasiado duro o seco. Pero para los catalanes, los carquinyolis son mucho más que un simple dulce: son una muestra de tradición y de orgullo local, con una receta que ha pasado de generación en generación desde principios del siglo XVIII.

Se documenta la elaboración de los carquinyolis desde esa época, lo que los convierte en uno de los postres más antiguos y tradicionales de Catalunya. Incluso hoy en día, su receta original se ha mantenido casi intacta, lo que ha permitido que su sabor y textura característicos sigan siendo los mismos que hace 300 años. A pesar de su sencillez, la receta requiere ciertos cuidados y un respeto profundo por los ingredientes. El ingrediente principal de los carquinyolis es la almendra entera, que junto con la harina, el azúcar y el huevo forman la base del dulce. Opcionalmente, se puede añadir piel de limón y canela, lo que aporta un toque aromático y especiado que realza su sabor.

Una tradición en pueblos catalanes

Existen muchas localidades en Catalunya donde se elaboran los carquinyolis, pero algunos pueblos tienen un reconocimiento especial por su producción de este dulce. Entre ellos, destacan Caldes de Montbui, Vic y Cardedeu, lugares donde los carquinyolis tienen una gran tradición y son reconocidos por su calidad. Cada uno de estos pueblos ha desarrollado pequeñas variaciones en la receta, lo que hace que los carquinyolis de cada lugar tengan su propio carácter y distinción. Sin embargo, todos comparten la misma base: una galleta crujiente y densa, perfecta para acompañar con vino dulce o moscatel, como tradicionalmente se ha hecho en las sobremesas catalanas.

Carquiñolis en una imagen de archivo

A pesar de su popularidad en Catalunya, los carquinyolis no han logrado conquistar los paladares en otras partes del mundo. Una de las críticas más frecuentes que reciben es su dureza. Al ser un dulce seco y crujiente, puede ser difícil de masticar si no se acompaña con una bebida. Para quienes no están familiarizados con su textura, los carquinyolis pueden parecer menos apetecibles en comparación con otros postres más esponjosos o suaves.

Sin embargo, para los catalanes, esa es precisamente la gracia del carquinyoli: su capacidad de ser resistente y duradero, manteniendo su sabor durante semanas si se almacena correctamente.

Reconocimiento oficial

El carquinyoli también goza de un reconocimiento oficial dentro de Catalunya. Su elaboración está registrada con denominación de origen, lo que subraya la importancia cultural y gastronómica de este dulce. Aunque su popularidad fuera de Catalunya siga siendo limitada, los carquinyolis siguen siendo un símbolo de tradición, y su legado perdura como una joya de la repostería catalana.