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Barcelona sabe permitir a las figuras públicas encontrarse con su vida cotidiana con discreción y estilo.

Y mientras los focos se concentran en el césped, Dani Olmo y su novia, la influencer alemana Laura Abla, han encontrado refugio en un rincón elegante y acogedor: La Balabusta, una joya gastronómica del Eixample que destaca por su cocina de Oriente Medio reinterpretada con producto local y espíritu cosmopolita.

Una cita sin aspavientos

Sonidos bajos, mesas diáfanas en la esquina de Rosselló y Enric Granados, y un ambiente íntimo donde robar a la fama solo lo justo para seguir conversando.

Fue en este ambiente donde captaron a la pareja caminando y entrando al local, sin flashes pero con fuerza emocional.

Sabores con raíces y mirada local

Detrás de la cocina de La Balabusta está la chef israelí Ronit Stern, quien propone una relectura de la gastronomía del Mediterráneo oriental con una visión muy barcelonesa: verduras de proximidad, especias cuidadas y una cocina íntima y emocional.

Entre los imprescindibles: buñuelos de berenjena, queso feta frito, burekas de queso y espinacas, y su pan hallah recién horneado, perfecto para compartir.

El formato de servicio refuerza ese aire familiar: platos en bandejas metálicas artísticas, utensilios para auto-servicio y un espacio luminoso con gran ventana que abre a la calle.

Opiniones que lo avalan

Los clientes destacan sabores creativos, atención cálida y diseño atractivo: “Quisiera probar todos los platos… buñuelos de berenjena, feta crujiente, burekas…”. Otro recalca la fusión vegetal-cárnica: “las verduras ganan terreno, pero bien tratadas. La croqueta de berenjena o coliflor… sensacionales”.

Aunque no faltan reservas, algunos advierten del ruido del local y los precios elevados.

Aun así, predominan los elogios al ambiente y la calidad, especialmente entre quienes buscan comidas que despierten la conversación más que la curiosidad.

¿Por qué encaja con el perfil de Olmo y Abla?

La Balabusta ofrece justo lo que la pareja de moda busca: un espacio del que no hacen espectáculo. Cocina sugerente, luz natural, mesas sin pretensión, ese mínimo bullicio que permite hablar sin despliegue mediático.

Y todo en una zona ideal del centro, cómoda para un paseo discreto, llena de cafés, galerías y opciones relajadas para prolongar la conversación.