Un comercio histórico, familiar, que ha pasado de generación en generación, de padres a hijos y de hijos a nietos. La Bacallaneria Ros se despide de la capital catalana tras 95 años ocupando esa emblemática esquina de la calle de Torrijos con Travessera de Gràcia.

Es uno de esos negocios de los que pocos quedan ya, de los que conocen a sus clientes por el nombre, de personas que han pasado su vida en el local, sirviendo a su barrio. El producto estrella es, como su nombre indica, el bacalao, pero con los años se ha convertido en un comercio de alimentación variada. Se pueden encontrar olivas, legumbres cocidas y pinchos, incluyendo de pulpo, matrimonios y gildas.

Jubilación

Miquel Ros, el actual propietario y nieto del fundador, ha decidido que "se pira", tal y como marcó simpáticamente en un calendario del local. Le ha llegado la hora de jubilarse.

Las últimas horas han sido para Ros particularmente emocionantes, atendiendo a sus 62 años los últimos pedidos. Ahora, toca disfrutar de la merecida libertad tras una vida trabajando de lunes a sábado.

Pero aunque los Ros, conocedores del barrio, vecinos y amigos que durante generaciones hicieron de este un lugar especial y lleno de historia, se van, el negocio podría perdurar. El propietario cuenta que está en conversaciones para traspasar el negocio.

Casi un siglo abierto

En principio, todo apunta a que el tipo de comercio seguirá. Cambiarán algunas cosas en el local, también se perderá el nombre de Ros, pero seguirá habiendo un local al que, como si de un bar o una iglesia se tratara, podrán acudir parroquianos y feligreses a comprar su ración de bacalao y llevarse de regalo una buena charla con los vecinos.

Sea como fuere, lo cierto es que este local bajó persianas por última vez está pasado sábado dejando en el barrio de Vila de Gràcia un sabor agridulce, pues se pierde en el barrio barcelonés una pizca de esa esencia característica, un poquito de la memoria, viva desde que se abrió en 1929.