Hace una semana la alcaldesa ofreció su tradicional conferencia anual en el Colegio de Periodistas, en la que describió las prioridades de su gobierno y los retos de los años venideros a afrontar en Barcelona. Su contenido fue reiterativo de las anteriores, e inconcreto y retórico propio de un día como hoy, 2 de febrero. El día de la marmota.
Esta vez la marmota no es Phil, sino Ada. Punxsutawaney tampoco es Barcelona, pero Ada Colau sí sería la alcaldesa de la marmota. Su fiabilidad para predecir en su conferencia anual el final del invierno, leáse el final de la pandemia, y sus graves consecuencias sanitarias, sociales y económicas son descriptibles. Su incapacidad para ofertar proyectos de futuro para Barcelona con credibilidad y rigor, y de resolver los problemas de los barceloneses, también.
La gran apuesta retórica anunciada este año ha sido el Plan Besós, al que los comunes llamaban antaño el “corredor de la pobreza”. Sin embargo, y tras llevar seis años en el Gobierno municipal, el balance de la alcaldesa es el enfrentamiento que mantiene con las alcaldías de Badalona, Sant Adrià y Santa Coloma de Gramenet por la gestión del Consorcio del Besós. Ada Colau sigue sin dar respuesta a la necesaria modernización de los ámbitos industriales de La Verneda Industrial, Montsolis y Bon Pastor, entre otros, o el gran parque de la Sagrera para cerrar la “cicatriz” norte de la ciudad.
El turismo, eso sí, ha dejado de ser su enemigo. Ahora que no viene, Colau ceba sus fobias en rechazar los fondos europeos para el puerto y el aeropuerto, los coches, y los emprendedores, a quienes fulmina con sus prohibiciones y restricciones. Trabas que, por ejemplo en la vivienda, ahuyentan inversiones y no facilitan el objetivo perseguido de promover pisos sociales.
Por otra parte, la alcaldesa de la marmota silenció el Plan Delta, que conlleva el impulso a la ciudad aeroportuaria, la nueva economía en la Zona Franca, el refuerzo de la zona logística (ZAL), finalizar los accesos al puerto y el desdoblamiento de la Ronda Litoral en el Morrot, en el eje Llobregat, por citar los proyectos más destacados. La conexión del Vallès con el túnel de Horta, al menos ferroviario, fue otra de las apuestas silenciadas por no formar parte del doctrinario de los comunes y que Barcelona debe encarar para desarrollar todo su potencial real y metropolitano hasta su segunda corona.
Ada Colau persevera en sus errores con su defensa acérrima del caro tranvía por la Diagonal, mientras la línea 9 de metro se eterniza y nos condena a su urbanismo táctico y a las supermanzanas que llevan el gusano de la improvisación y el sesgo ideológico dentro.
El día de la marmota solo es una vez al año, pero la alcaldesa lo es durante un lustro, aunque ahora amenaza con presentarse a la reelección municipal. Es de confiar que los barceloneses nos despertemos de nuestro letargo invernal y seamos capaces de vislumbrar, movilizándonos, una mejor Barcelona.