Son las 16:00 horas de la tarde y dos hombres hablan resueltamente entre ellos a las puertas de la Biblioteca Font de La Mina. Son Tío Joaquín y Tío Nico, miembros y presidente, en el caso de Tío Nico, del Consejo de Ancianos del barrio. Ambos esperan, impacientes la llegada de Moisés y Simón. "No les esperaremos mucho más porque tenemos asuntos que resolver más tarde", explican los populares mediadores, que señalan que detestan la impuntualidad y más cuando hay conflictos que tratar.
Moisés, vecino del barrio, y Simón llegan media hora más tarde de lo previsto porque la reunión a la que previamente han asistido "se ha alargado". Están siendo días de mucho trajín para el presidente de la FAGIC, Simón Montero, que se prepara para organizar los actos de uno de los días más importantes en el calendario para el pueblo gitano: el 8 de abril. La Federación ha optado este año por preparar un acto institucional alternativo al del Parlament, el cual "han secuestrado", señala Simón.
LA CALLE VENUS, LA MÁS ABANDONADA
El grupo decide empezar el "tour de la miseria" por la calle Venus, famosa por el bloque, bautizado con el mismo nombre, que espera desde hace años el derrumbe. Los árboles del exterior ya dan cuenta del estado de este tramo: basura de todo tipo cuelga de las ramas. "¿Vosotros creéis que es normal vivir así?", pregunta Moisés, mientras se adentra en el edificio.
Un estrecho túnel recibe a los visitantes, que se dirigen a la zona del ascensor y los buzones. Allí, los cables y las tuberías penden del techo sin ningún tipo de control y a la vista de cualquiera. Las paredes están desconchadas y es una suerte que haya luz. El rellano, mugriento, es el hogar de muchas ratas, aseguran los vecinos.
El número 11 es el más "famoso", según el grupo. Sin ni siquiera una puerta de entrada, una especie de galería interior vallada recibe a los residentes del destartalado edificio. Justo en ese momento, alguien arroja algo desde los pisos superiores. Al mismo tiempo, Tío Joaquín explica el curioso sistema de correspondencia que se ha adoptado en el bloque: "Como veis, los buzones dan pena. El cartero deja las cartas en el suelo, en la escalera. Si tienes suerte de encontrar la tuya, bien, y si no, también", explica el hombre, que denuncia el palpable abandono de las instituciones en esa zona de La Mina.
LA COMISARIA DE MOSSOS, TESTIGO DE LA ADICCIÓN
El mayor choque de realidad se la da cualquier paseante que abandone Venus y enfile Cristóbal de Moura. Allí, la comisaría de los Mossos d'Esquadra se erige como una especie de vigía del barrio. Algunos vehículos policiales incluso van emergiendo de algunas calles durante el recorrido. Simón y Moisés agradecen la labor de la policía en determinadas actuaciones, pero también inciden en que "hay asuntos a los que ellos no llegan".
Tío Joaquín, por su parte, se muestra más crítico, especialmente por la nula actuación de los agentes con los drogadictos. El hombre recapitula algunos episodios vividos en el aparcamiento gratuito, un descampado, situado justo enfrente de la policía: "Aquí he visto yo a muchos jóvenes pincharse, a plena luz del día. Alguna vez he entrado en la comisaría para pedir que, por favor, hiciesen algo. Ningún resultado", explica apenado el hombre, que mientras cuenta la anécdota, señala unos pañuelos con sangre esparcidos por el suelo.
PARCHÍS Y DOMINÓ EN LA CALLE MARTE
La comitiva continúa el trayecto por detrás de la calle Marte, algo más cuidada que Venus. Allí, grupos de vecinos se congregan en los bares de la zona, viendo la televisión o pasando el rato mientras juegan al famoso parchís o al dominó. El cambio del estado de las porterías salta a la vista.
Entrando en la plaza donde se encuentra el Busto de Camarón de la Isla, se cruzan varias personas que saludan al grupo. Mientras se ponen al día, un hombre montado en una especie de triciclo grande lleva de paquete a un joven con un casco. Se trata de un familiar de Joaquín: "Adoptaron al chico, que es autista, y la única manera de que se calme es que le de una vuelta por aquí". El conductor, que comenta a Metrópoli que vive a las afueras de Sabadell, explica que viene a la Mina cada día porque en el resto de lugares no lo dejan circular: "Así él se despeja y cuando se cansa, nos vamos". Una de las tantas historias humanas que se pueden encontrar en el barrio.
LA MINA "NUEVA"
Siguiendo la Avenida de Manuel Fernández Márquez, el barrio se empieza a transformar. Edificios nuevos, parques infantiles, el nuevo CAP. Todo ello conforma una Mina que el vecindario define como "nueva", a diferencia de la "vieja".
El Tío Nico comenta que en el barrio viven unas 10.000 personas, "mucha gente". Al hombre le molesta la imagen del barrio que se muestra en los medios de comunicación. "Nos mezclan a todos. Se mencionan a los clanes familiares muy deprisa cuando hay temas, como la redada de la semana pasada, que no tiene nada que ver con ellos". Tío Nico defiende a los habitantes de su barrio y asegura que "hay gitanos abogados, médicos. Mi sobrino tiene la carrera de ingeniería aeronáutica". El presidente del Consejo de Ancianos aboga porque se muestre también la otra cara de La Mina, la positiva.