El alcalde de Cornellà y vicepresidente del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), Antoni Balmón, reivindica la colaboración institucional y aparcar diferencias partidistas para evitar más calamidades como la desinversión de Nissan y que pase igual con Seat. Junto el ex alcalde Xavier Trias, apuestan por el trabajo conjunto y discreto de los partidos para revivir la edad de oro de los sociovergentes o los vergentesocios, que tan bien funcionaron en la metrópoli barcelonesa. Misión imposible, sin embargo, mientras mariposeen por Barcelona una concejala fanática como Janet Sanz, partidaria del decrecimiento y del reparto del excedente de la miseria, y su coro de aficionadas al patinete y al pedal.
De única profesión conocida, político, Balmón perteneció a los capitanes del PSC en el Baix Llobregat que enviaron a Raimon Obiols y a la vieja guardia catalanista a Bruselas. Crecido en el barrio de San Ildefonso, donde los dos hermanos Estopa partían la pana, fue subiendo en el ascensor social del partido hasta que le llegó la hora de ganar elecciones por goleadas y suceder al presidente José Montilla al frente de la alcaldía de Cornellà, ciudad con tradición sindical de izquierdas.
Con la Generalitat y comarcas rurales en manos de CiU, y el cinturón rojo en las del PSC-PSOE, degustó la pax romana de aquel oasis catalán donde cada mochuelo se financiaba en su olivo. Forjado en el diálogo educado y útil, cuando para inquietar a Colau se le pregunta quién manda en la AMB, Balmón responde: “el consenso”. No comulga con el dogma colauita que dice que manda el que no obedece.