¡Qué buena es Ada Colau comunicando sin reparos y sin vergüenza alguna lo bueno de lo ajeno, como si se tratara de lo propio!

El repartidor baja las escaleras del metro hasta el andén. Lleva un montón de folletos “informativos” en la mano, con los que obsequiará a los viajeros. Sobre fondo rojo, ataviada también con chaqueta roja, del papel emerge en grande, la foto‑silueta de la alcaldesa de Barcelona. Viajar con transporte público tiene premio, se destaca en letras grandes, como si de una oferta de cacahuetes se tratara. Los títulos de la T-usual, la T-jove y la T-casual caen del cielo, cual premios del gordo de Navidad. Y a su lado, cuadritos indicando el montante de las rebajas: de un 30%, 50% y hasta el 100%. En letras pequeñas, abajo, en la esquina, el logo de Barcelona en Comú.

Hemos conseguido que el gobierno del Estado rebaje el transporte público, tal como la alcaldesa exigió en marzo, se indica para intentar justificar el folletín. La página de apoyo a Ada Colau continúa detallando cómo, desde 2015, ella lleva a cabo una estrategia para que el transporte público sea de calidad y asequible para todo el mundo. Claro que habría que recordar que, en todo caso, se realiza con los presupuestos de otras administraciones públicas, ya que, en esta área, el Ayuntamiento no es competente.

Y es que, desde el pasado 1 de septiembre hasta final de año como mínimo, la tarifa del transporte público se ha rebajado. La reducción de los precios fue aprobada por el gobierno español. Afecta a los trenes de Rodalies y media distancia de Renfe, y al metro y el autobús. En el caso del área de Barcelona, la reducción de precios es asumida también en menor grado por la ATM, un consorcio interadministrativo presidido por la Generalitat, del que, para poner los puntos sobre las íes, hay que decir que también forman parte de él, el Ayuntamiento de Barcelona y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB).

Las elecciones municipales de mayo del 2023 cada día están más cerca. ¿Conseguirá Colau los votos suficientes de la población o de los partidos para volverse a sentar en el trono consistorial? El resultado pende de un hilo. Así que, desde el partido de la alcaldesa, no se desaprovecha ninguna ocasión para repartir propaganda política pura y dura. Ahí vamos. Hay que neutralizar la mala imagen que genera la suciedad de Barcelona.

¿Lo que se cuenta en el folleto es mentira? No, claro. Lo que intenta y consigue la publicidad es, a partir de las imágenes, especialmente de la única foto que se publica --la de la alcaldesa--, de la composición de las imágenes y del texto que las acompaña, atribuir a Colau el mérito de algo tan popular como los descuentos en el precio del transporte público. La publicidad es una forma de comunicación, que trata de persuadir, creando marcos mentales que calen inconscientemente en el consumidor/votante/vecino o vecina de Barcelona. Ninguna oportunidad es mala para no sacar de ella algo de tajada electoral.

Más allá de los pasquines del transporte, Ada Colau ha demostrado desde sus tiempos al frente de la asociación de Afectados por la hipoteca, con aquellas magníficas performances callejeras, que tiene un olfato comunicativo super desarrollado. Huele la oportunidad y se lanza sobre ella, ávida. Esa es su mejor baza y la juega más que bien. Hoy por hoy, mejor que todos sus contrincantes políticos. ¿Líneas éticas rojas? No se llegan a vislumbrar sobre tanto fondo rojo.