3 de noviembre de 2017. Han pasado cinco años desde que Jordi Ballart deja la alcaldía de Terrassa y abandona el PSC. Dijo que su partido lo había dejado de representar. Un año antes, ante el cruento Comité Federal del 1 de octubre de 2016, el flamante alcalde quiso pasarse por el forro la democracia y pretendió fletar autobuses a la sede de Ferraz y rodear el edificio de militantes cercanos a Sánchez. Si dentro la situación fue tensa y “encabronada”, solo hubiera faltado que esa tensión y confrontación se hubiera llevado a la calle. Toda una ocurrencia que no se llevó a cabo, por suerte, para el Partido Socialista. 

No voy a cuestionar la decisión del ahora alcalde de Tot per Terrassa. Fue la que fue. La pregunta es que ha hecho en estos cuatro años en la alcaldía. Estos días he hablado con egarenses. Los hay partidarios del alcalde, solo faltaría que no los tuviera, pero sobre todo hay insatisfacción. De las palabras del 2019 a los hechos en 2022, el trecho parece insalvable. 

Del Plan de Rieras, explicado a bombo y platillo, nada se sabe. Hay cuestiones oscuras como que en las cuentas de su flamante partido en las pasadas elecciones no aparece ni una sola asignación a publicidad. Cuentan que si protestas a través de las redes sociales, el alcalde se apresta a dar solución porque “las herramientas sociales forman parte de la gestión”. Pero no solo de las redes vive el ciudadano. También tienen derechos los que siguen los cauces habituales para resolver sus cuitas y sus trámites. Ahora, lo mejor que pueden hacer es esperar sentados. Por si fuera poco, hace unos días se reunió con vecinos y comerciantes del centro que protestaban por la movilidad y la respuesta del alcalde, que no ha desmentido, corre como la pólvora “ya sabéis que la directora de Movilidad es una talibana, ¿qué queréis que haga yo?”. Y se quedó tan pancho. 

Si consideran que el talibán soy yo criticando al alcalde, sigan el hilo de Twitter que siguió a la publicación del Diari de Terrassa sobre el aniversario de la espantá del alcalde. “¿Por qué volvió? La ciudad estaría mejor cuidada”; “Lástima de como va a dejar la ciudad. Hecha una pena con ciudadanos de primera con calles sin tráfico, y de segunda con calles con socavones”, “Para terremoto como ha quedado la ciudad con su gestión”; y así un largo etcétera. Los insultos se los ahorro

Ciertamente, Terrassa no está para tirar cohetes. La inseguridad es una constante y el malestar policial una realidad, aunque el alcalde saca pecho y afirma sin rubor que “la seguridad es una prioridad. Por eso, seguimos mejorando el servicio, ampliándolo y dotándolo de los recursos necesarios y haciendo que sea más próximo a la ciudadanía. Trabajamos en la calle, pero también en las redes sociales para estar conectados con vosotros”. Le sale el populista que lleva dentro, en las redes sociales of course, solucionándolo todo a golpe de tuit o acusando a la oposición socialista, “el PSC utiliza la seguridad ciudadana para desestabilizar gobiernos”. Y tan pancho, otra vez. 

Terrassa no está bien. Basta pulsar lo que piensan los empresarios, las entidades deportivas, los comerciantes... El estado de salud no está para lanzar las campanas al vuelo porque la ciudad pierde fuelle. La que no pierde fuelle es la familia Ballart. Su marido es el asesor designado por el partido en la Diputación de Barcelona. ¡Qué hubiera dicho don Jordi si este desmán lo hubieran cometido otros! Como decía la noticia, “la familia que cobra unida, permanece unida”. 

Ya les digo que hay partido. El señor Ballart y “TOT-ARRASSA” ya no se aprovechará de los votos que cayeron en su saco porque el personal pensaba que seguía en el PSC. Los socialistas, hace cuatro años, estaban noqueados pero ahora tienen una candidata activa y belicosa, que escucha y no va a quedarse de brazos cruzados. Eva Candela es aparejadora y su profesión es un acicate para reconstruir Terrassa. Tiene un don: escucha, algo que se echa a faltar. Los comunes están dispuestos a dar la batalla. Pidieron ir juntos con Ballart y han sido ninguneados. Si presentan candidatura propia, por la que apuesta Iniciativa, los movimientos serán teutónicos en la izquierda morada. Junts no está en su mejor momento pero Josep Rull es mucho Rull en Terrassa y no puede ser menospreciado y ERC, socio de Ballart, ha pagado el precio del ostracismo porque el protagonismo es de otros. La derecha de toda la vida está en sus propios líos. VOX ha bajado el pistón, el PP lo ha subido y Ciudadanos puede “acabar en ná” como el resto del partido naranja. Conclusión, en Terrassa hay partido porque la ilusión que algunos dijeron representar si ha disuelto en solo cuatro años como un azucarillo. Es lo que tiene el populismo, dura lo que dura.