“Soy un tendero, que es lo que me he considerado siempre”. Sus reflexiones son contundentes, se basan en la experiencia, y transmiten un enorme entusiasmo por su trabajo. Es Enrique Tomás, el menor de once hermanos, con 56 años, natural de Badalona, donde ha instalado su compañía de jamones que no para de expandirse. Tomás desgrana en esta entrevista con Metrópoli sus planes corporativos, que pasan por doblar la facturación de la compañía, de los 107 millones de 2022, a “más de 200 millones de euros” para 2023. Acaba de poner en marcha dispensadores de bocadillos de jamón en el aeropuerto de El Prat, que desea que sean “perfectos”, como si se compraran, igual de frescos, en una de sus tiendas. Y tiene claro que es “el mejor momento para hacer negocios", porque ahora “se respeta mucho más a quien tiene una idea”.
Pero, ¿cuál es la visión sobre Barcelona de un empresario hecho a sí mismo, que partió de un puesto en un mercado de Badalona? Lo tiene claro Enrique Tomás, a pesar de un cierto clima pesimista que se instaló entre los sectores económicos de la ciudad, en comparación con Madrid. “Me encanta Madrid porque está a dos horas y media de Barcelona”, responde con contundencia Tomás, dejando claro que la capital catalana reúne muchos requisitos para poder hacer negocios, y que es compatible con una gran calidad de vida. “Tenemos la suerte de vivir en el paraíso, de verdad, en Barcelona y en Badalona. Lo tenemos todo, desde el clima hasta una forma de hacer las cosas”, asegura, incidiendo en que la mayor carga impositiva que presenta Catalunya no debe impedir inversiones o el entusiasmo por emprender negocios.
Tomás es claro sobre esa cuestión: “Impuestos como Patrimonio o Sucesiones me afectan directamente, y he debatido sobre si es mejor o no ir a Madrid, pero, ¿qué es lo esencial? Ser feliz, y eso está relacionado con tu gente, con tus amigos, y yo todo eso lo tengo en Badalona, en Barcelona, en Montgat, o en Santa Coloma”.
Con la necesidad de disponer de unos 50.000 metros cuadrados en Badalona para ampliar sus instalaciones, Tomás ha hablado tanto con el actual alcalde, Rubén Guijarro (PSC), como con el posible, Xavier García Albiol (PP). “No quiero ningún regalo, a los catalanes no nos gustan las subvenciones”, señala, pero también considera que espera que no tenga obstáculos, porque su voluntad es ampliar toda la factoría de jamones en Badalona.
Hay también un debate que a Enrique Tomás le interesa especialmente, y es la necesidad de encontrar un equilibrio en Barcelona que haga rentables los negocios y que, al mismo tiempo, la ciudad mantenga su capacidad de atracción. Lo dice al entender que “un café a 1,10 euros, o un menú a 14 euros no son sostenibles”, y que la ciudad se mantiene barata en comparación con otras realidades urbanas en el conjunto de Europa.
¿Solución para Barcelona, en esa competición global? “Lo tengo clarísimo: hay que hacer las cosas lo mejor posible y cobrar con el menor precio posible, pero siempre que los números salgan”. Y se pregunta por los locales de autoservicios de 24 horas abiertos. “Hay muchos locales que si hicieran los números cerrarían y ya no te digo los autoservicios, con 45 en la Gran Via”, asevera.
El “tendero” Tomás asegura que tuvo una idea mientras realizaba el Camino de Santiago, con la esperanza de que los negocios en los aeropuertos fueran a más tras la pandemia. Sin embargo, el mensaje que se imponía era que el flujo de usuarios ya no sería el mismo. “Pensé que podía ir bien, pero la verdad es que nunca tan bien como está yendo”, señala. Su empresa se adjudicó el contrato de Aena de las máquinas de venta automática (vending) del Aeropuerto de El Prat para gestionar hasta 170 máquinas, distribuidas entre la T1 y la T2. En ellas, Enrique Tomás podrá distribuir bocadillos de jamón, agua y mascarillas, con un contrato que tiene una vigencia de cinco años. Y busca cerrar acuerdos con operadores de movilidad como Alsa o Vueling.
Esa expansión de la compañía no hace cambiar a Enrique Tomás, que recuerda sus días en una parada del mercado de Badalona, en la que ejercía de vendedor y de ‘confidente’ de sus clientas. Esa relación se fue perdiendo, porque esas mujeres –la mayoría— que eran amas de casa y trataban de estirar el salario de sus maridos, dieron paso a mujeres y hombres que trabajaban y que compraban de forma autónoma, dando pie a los autoservicios o supermercados.
Todo, siempre, sin renunciar ni a Badalona, Barcelona, Montgat o Santa Coloma, que son las referencias vitales de Enrique Tomás. “Badalona es maravillosa, con un litoral de seis kilómetros de playas, y tiene lo mejor de Barcelona, pero sin ruidos”, señala, para asegurar que también le gustan otras ciudades, pero…. “Me encanta Miami, pero no lo cambio ni de broma por Barcelona o Badalona”.