Una llamada días antes del 1-O de 2017, tal vez el momento más complicado como alcaldesa de Núria Marín al frente de L’Hospitalet. Al otro lado del teléfono está Mariano Rajoy, que quiere saber, de primera mano, cómo maneja la situación la primera edil de la segunda ciudad de Catalunya.
Marín se ha plantado frente a Carles Puigdemont, ‘amigo’ desde sus tiempos como alcalde de Girona, y con quien la alcaldesa ha mantenido siempre una relación cordial. No acepta, sin embargo, que los colegios de la ciudad se abran el 1-0 para celebrar un referéndum que no es aceptado por el Gobierno central del PP ni por el PSC. Marín es explícita frente a Rajoy, agradece el apoyo del presidente del Gobierno, que la felicita por su posición firme, pero le comunica que debería haber hecho “mucho más” para que la situación no llegara a esos extremos. Hay confianza, y el presidente del Gobierno le confiesa que las presiones que recibe dentro de su propio partido son “enormes” para atajar con mano dura la ‘rebelión’ independentista y que él quiere que se resuelva de la mejor manera posible. ¿Presiones? Marín se suelta: “los alcaldes socialistas sí soportamos una enorme presión, la del independentismo”, precisamente, para que abrieran los colegios electorales.
Ella misma, el 1-O, llamó a la Delegación del Gobierno y se encaró con la Policía Nacional. Al lado de los vecinos, en la calle, reclamó que los policías dejaran de cargar contra otros vecinos que deseaban votar. Y en esos días se labró una imagen de dirigente que busca el consenso, que tiene personalidad, y que sabe dialogar con el Gobierno central y con el presidente de la Generalitat, el mismo Puigdemont. Su frase favorita, desde siempre, ha sido esa, la de lograr "el consenso", sin enviar a nadie al rincón.
Práctica y tozuda
Marín, esa alcaldesa que comenzó a ejercer en el cargo a la sombra del entonces todopoderoso Celestino Corbacho, hombre fuerte en el PSC, ha llegado ahora a su final en esa responsabilidad. Deja una ciudad completamente distinta, con una transformación urbanística y también con un cambio de piel, porque la sociología no es la misma, al ser la ciudad una mezcla de usos y de gentes, de parejas jóvenes y de profesionales que ven en L’Hospitalet una Barcelona algo más asequible y vivible, a pesar de ser una de las urbes más densas de Europa.
La alcaldesa se ha caracterizado por una forma de actuar entre práctica y tozuda, como explican los que han trabajado de forma estrecha con ella. Siempre con una sonrisa por delante, si Marín no está convencida de algo, aunque cuente con toda la información, no habrá manera de que salga adelante. En su partido lo saben. Con alcaldes con fuerte personalidad, y con dirigentes que accedían a lo más alto del PSC tras tener una larga experiencia municipal, Marín se ha destacado por no dejarse amedrentar. Primero, por el mismo Corbacho, que pensó que su sucesora en el cargo no podría durar mucho. La relación, que era excelente, se fue complicando y derivó en casi inexistente. Y luego frente a la Generalitat, en contra de los responsables de vivienda o de seguridad si los planes se demoraban o, finalmente, no se cumplían. Marín ha llegado a afirmar, sin inmutarse, que el consejero de Interior de la Generalitat “parece de la CUP”, siendo muy consciente, precisamente, que ese consejero, Joan Ignasi Elena, procedía de las filas socialistas, hoy en Esquerra Republicana.
Marín accedió al cargo en 2008. Era primera teniente de alcalde, y Celestino Corbacho fue nombrado ministro de Trabajo en el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. A los dos les llegaría una mala época. ¿Pero, dónde se puede paliar mejor la situación, desde un Ayuntamiento o desde un Ministerio? La crisis económica comenzaba y sería muy intensa en los años posteriores. Para Corbacho fue un vendaval. Para Marín fue la oportunidad para resistir, para rehacer y reconvertir proyectos, para buscar partidas de aquí y de allá y destinarlas a servicios sociales. L’Hospitalet sufrió de forma severa esos años. Y la alcaldesa supo poner en práctica una idea que se había diseñado previamente: los impuestos municipales de la zona sur de la ciudad, con la Plaza Europa convertida en el núcleo del desarrollo económico, con oficinas y hoteles, con la potencia de Fira Barcelona, podrían financiar las necesidades sociales del norte de la ciudad, con una renta per cápita muy inferior a la de Barcelona.
Rostro del poder socialista
Esa preparación previa, en la que ella misma participó, aunque con el alcalde Corbacho, fue clave para que, con la recuperación económica, la ciudad comenzara a recoger los frutos. Marín ha protagonizado esa etapa, con un incentivo: el acceso al poder de Ada Colau en Barcelona en 2015, con un proyecto de decrecimiento económico, llevó a Marín a abrir las puertas de L’Hospitalet para recibir inversiones, construcción de hoteles, o, producto del encarecimiento de precios en Barcelona, a la creación del llamado distrito Cultural. La alcaldesa percibió que la llegada de artistas, motivados por alquileres de naves más bajos que en Barcelona, podía ser aprovechado para crear una marca. Y el icono de ello es la apuesta de Rosalía, que tendrá un estudio de grabación musical en lo que había sido un antiguo hospital que se encuentra en ruinas.
Rehabilitación urbanística y marca de ciudad. Es lo que ha puesto sobre la mesa Núria Marín, que se proyectó todavía más a partir de la presidencia de la Diputación de Barcelona, que asumió en 2019. En ese momento, y con el PSC en horas bajas, con el proceso independentista todavía en auge, Marín se convirtió en el rostro del poder socialista, centrado en las ciudades del Baix Llobregat y el Besòs Nord.
Marín ha sabido conjugar esa faceta popular, al lado de los vecinos, con una personalidad dura cuando ha visto que el adversario no tenía ningún deseo de llegar a acuerdos. ¿Sofisticada, en línea con otros antiguos dirigentes del PSC, los que orbitaban en el alma más catalanista? No, nadie la caracteriza por ello. Pero de Marín no se deja de valorar su pragmatismo y su deseo de levantar la segunda ciudad de Catalunya, que ya no se puede decir que sea una urbe dormitorio. Eso ha quedado para la historia.
Ahora mantendrá su cargo como senadora. Y estará al servicio del partido, que puede brindarle otras responsabilidades a corto y medio plazo.