El Carmel es una fusión de culturas. Un barrio obrero de Barcelona. Levantado por migrantes españoles que llegaron a Cataluña en búsqueda de un futuro mejor, conserva su carácter receptor. En las últimas décadas llegaron muchos vecinos procedentes de otros países, en especial de Latinoamérica. Quienes lo hicieron durante el franquismo ya están, en su mayoría, jubiliados, y representan a un amplio sector población. Los jóvenes, en el Carmel, quedan relegados a un segundo plano. El barrio, día tras día, envejece.
La historia del Carmel es una historia de luchas vecinales. La llegada del metro y la lucha contra la drogadicción en las calles han sido algunas de las más relevantes. Años más tarde, otras reivindicaciones han cogido el relevo. Lograr una mayor limpieza, combatir la inseguridad, conservar en buenas condiciones su estimado mercado o salvar los desniveles provocados por la orografía del barrio son algunas de las cuestiones en las que los vecinos no desfallecen.
EL 'PUNTO NEGRO'
De forma prácticamente unánime, los vecinos del Carmel tienen una preocupación mayúscula. Por extraño que parezca, esta preocupación tiene boca de metro, abundante mobiliario público y hasta un parque infantil. Se trata de la plaza Pastrana.
Susana regenta Lencería Gonmar en la calle Llobregós, concretamente en su confluencia con la calle Cifuentes. Tras ocho años en el establecimiento, y como vecina del barrio, asegura que el "mayor cambio" que recuerda "fue el metro". Cuando habla de la plaza Pastrana, que se encuentra a escasos metros de su comercio, cambia la expresión de su rostro. "Es el punto negro del barrio, hay incivismo, peleas, suciedad... ¡De todo!", expresa la vendedora.
En el Carmel, hay quien todavía ha sufrido la plaza más de cerca y durante más tiempo. Elena es el claro ejemplo de ello. "Antes trabajaba en una peluquería en la plaza Pastrana y entraba el olor a marihuana todo el día", recuerda la peluquera, que ejerce desde hace 18 años en un local propio en la calle Jadraque que mantiene cerrado con llave mientras atiende. "Al barrio ha venido de todo, se pasan el día bebiendo, fumando y haciendo ruido. ¡Necesitaríamos un policía 24 horas en la plaza!", remarca.
EL TRÁFICO RODADO, POSIBLE SOLUCIÓN
En la misma plaza Pastrana, Laura y Cristina se encargan del Centre Veterinari d'Horta. La primera explica que en esta zona "los problemas son todo el día", con diversos grupos de origen extranjero a los que algunos vecinos tienen un auténtico temor. Incluso su compañera, Cristina, cierra el establecimiento a las 19:30 horas para evitar posibles conflictos nocturnos. Teme que le pueda pasar algo.
Laura remarca que el problema se ha agravado desde que se peatonalizó la plaza, y defiende la vuelta de vehículos por carretera para disuadir a aquellos que causan problemas a menos de 20 metros de su local. "Queremos que el tráfico vuelva a pasar por la plaza", sentencia.
Maria y Gregoria, clientas y vecinas del Carmel desde hace 40 años, suscriben el relato de Laura. Maria, incluso, insiste en que evita el lugar: "Algunos días vuelan sillas. Yo no paso de noche, me da miedo".
EL MERCADO, CORAZÓN DEL CARMEL
Si hay algún equipamiento querido por los vecinos del Carmel, ese es el mercado. A sus 52 años, está viviendo una segunda juventud. O por lo menos, eso dicen las ventas, en las que los paradistas coinciden que han aumentado.
Fernando está al frente de la Carnicería Ruiz. Después de 42 años tras el mostrador, recuerda que en sus inicios "el mercado era el centro comercial" del barrio. "El barrio ha ido envejeciendo, antes el mercado era un punto de encuentro", recalca.
Sobre los orígenes del Carmel, Fernando afirma que fue "construido por inmigración gallega, andaluza, extremeña y castellanomanchega". Respecto a las ventas, el paradista incide en que los primeros años del siglo presente fueron "una buena época" gracias a la "inmigración latinoamericana", que se "sorprendía" al ver la amplia variedad de productos que ofrecía el mercado. Además, garantiza que "la pandemia" ha resultado un "beneficio" para sus resultados, ya que el confinamiento ha propiciado que los vecinos vuelvan al comercio de proximidad.
REENCUENTRO CON LOS JÓVENES
Amparo atiende a un hombre en su parada, especializada en olivas y conservas. Veterana del mercado, en el que trabaja prácticamente desde sus inicios, cree que el mercado está en un buen momento, y que el coronavirus tiene parte de culpa. La paradista destaca el retorno de los "jóvenes" al mercado, de quienes dice "se han reencontrado" con el equipamiento.
Maite, trabajadora del mercado que opta por mantener el anonimato respecto a su puesto, tiene la misma percepción que Amparo. Relata que "la gente joven viene más al mercado", lo que achaca al "cierre de la restauración". Pese a ello, ve "mucha competencia" en los supermercados de los alrededores.
Isabel y Concepción, vecinas del pasaje Sigüenza desde hace 30 años, son férreas defensoras del mercado. En este sentido, piden que no sea "sustituido" por las grandes superficies, y celebran una "variedad de productos" que no encuentran en los "supermercados".
LA DROGADICCIÓN, UNA PIEDRA EN EL CAMINO
La drogadicción ha marcado la historia del Carmel. Bajo la proclama "Que se curen, pero no aquí", los residentes mostraron su oposición a un centro de asistencia de drogodependientes. Lo recordará bien Albert Batlle, por entonces concejal de Horta-Guinardó, quien cerca estuvo de sufrir una agresión por ello. También lo rememora Joaquín, miembro de la Asociación de Vecinos del Carmel.
El representante vecinal remarca que en el barrio hubo una "fuerte oposición al centro de metadona de la plaza Pastrana", porque los residentes se mostraban contrarios a que los hijos de "un barrio obrero" tuvieran que ver a personas "pinchándose cada día en la calle". Por ello, destaca, ésta fue una de las "grandes luchas de la asociación".
EL METRO, UN BILLETE AL EXTERIOR
Enric es un joven del Carmel que decidió seguir con el negocio familiar junto a su hermana. Cuando su madre se jubiló, ellos cogieron las riendas de El Racó de l'Herbolari, que suma 45 años en la calle de la Conca de Tremp. Tras haber vivido 30 años en el barrio, asegura que el mayor cambio que ha experimentado "fue la llegada del metro", ya que antes el Carmel "estaba aislado". "La movilidad era muy dificil, como las conexiones. El metro permitió estos movimientos. Con la línea 5 puedes estar en Sants en 20 minutos", celebra.
Desde la Asociación de Vecinos, Joaquín destaca la llegada del metro como "la lucha más importante que ha habido en el Carmel". Recuerda que, en primera instancia, les negaban el proyecto alegando su elevado coste. La férrea lucha de los residentes dejó la cuestión económica en segundo plano y el suburbano llegó para facilitar los desplazamientos de los vecinos.
SALVAR LOS DESNIVELES
La orografía del Carmel le convierte en uno de los barrios de Barcelona con mayor dificultad para los desplazamientos a pie. Esta problemática se incrementa teniendo en cuenta el envejecimiento de su población. De aquí la importancia de escaleras mecánicas y ascensores en el espacio público.
Montse Montero, portavoz de la Asociación de Vecinos del Carmel, explica que algunas de las escaleras mecánicas para el barrio "se han pedido desde hace tiempo" y se han instalado progresivamente en "los tramos más complejos".
Respecto a las más prioritarias para los residentes, Montero señala que "unas de las que considera la Asociación de Vecinos que hacen más falta son las del paseo de Font de la Mulassa".
15 AÑOS DEL HUNDIMIENTO
Hace década y media, el Carmel se convirtió en el escenario de la tragedia. Más de un millar de vecinos de diversos bloques pasaron de vivir en sus domicilios a hacrerlo en hoteles de un día para otro, con la incertidumbre inédita que les provocó el hundimiento entre las calles Conca de Tremp, Sigüenza y el pasaje de Calafell.
Desde el mercado del Carmel, Fernando recuerda aquellos días. "A mí no me afectó, pero sí a muchos vecinos, tengo recuerdos de ello", explica sobre la catástrofe.
"Hablé con Jose Luis, que tiene una tienda de informática, y me dijo que estaba asustado porque le había salido una grieta en el suelo", rememora Fernando. El paradista insiste en que, pese al paso del tiempo, aquel fue un duro golpe para un barrio trabajador.
RETOS DE PRESENTE (Y FUTURO)
Las problemáticas que han tenido que encarar los vecinos del Carmel ha sido diversas. Joaquín recuerda, desde la asociación vecinal, que lidian con algunas luchas contra "okupas y botellones". El incivismo y la inseguridad están en el punto de mira.
Bajo la multiculturalidad y su idiosincrasia trabajadora, el barrio afronta el futuro con la voluntad de cerrar definitivamente sus grietas pendientes para que pasen a ser cosa del pasado.