El Ayuntamiento de Barcelona ha iniciado negociaciones para comprar la torre de Mas Enrich, conocida popularmente como la Torre del Moro, después de que el 18 de octubre una inspección municipal obligase a precintarla por riesgo de derrumbe.

"Estamos en negociaciones, pero el problema que tenemos es que los herederos son varios y no viven aquí", ha avanzado a betevé la regidora de Horta-Guinardó, Rosa Alarcón. Paralelamente, el consistorio ha comenzado ya a evaluar cuánto podría costar rehabilitar el inmueble.

La Torre del Moro, en una imagen de archivo / INMA SANTOS

LA 'CHATARRERÍA DE HORTA'

Y es que a pesar de estar catalogado como un Bien Cultural de Interés Local tanto por el Ayuntamiento como la Generalitat, los dueños de la finca hace años que se han desentendido de su mantenimiento y ahora permanece en estado de abandono. Además, durante más de 10 años un grupo de 15 subsaharianos la ha usado como almacén de chatarra, motivo por el que ahora se conoce el edificio como la 'chatarrería de Horta'.

De hecho, el estado ruinoso del edificio ha llevado a los vecinos a pedir a la administración que lo expropie y restaure para conservarlo como patrimonio histórico.

Así estaba el exterior de la Torre del Moro hace tan solo un año / METRÓPOLI

DE TORRE DE VIGILANCIA A FÁBRICA DE PIELES

La historia de la Torre del Moro se remonta al siglo XVI, cuando se alzó como torre de vigilancia y defensa en la que hacían parada los soldados que transitaban hacia el castillo de Valldaura desde Barcelona. De planta cuadrada y construida en tapial con esquinas de ladrillo, aún se puede distinguir, en la fachada principal, la puerta de entrada con arco dovelado y dos ventanales de estilo gótico. En el del primer piso hay esculpidas dos cabezas, una de mujer y otra de hombre.

Pasaron más de 200 años y a finales del siglo XVIII se convirtió en una fábrica de pieles. A su alrededor se fue creando un núcleo urbano, fuera del centro histórico de Horta, que sobrevivió hasta principios de los años 90 del siglo XX, coincidiendo con la transformación urbanística para acoger los Juegos Olímpicos. Este edificio albergó también albergó los talleres donde se imprimía la revista comunista Mundo Obrero, tal y como explicó Inma Santos hace pocas semanas en un artículo en Metrópoli.

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