Tras el nombre artístico de St Woods se encuentra Nacho García, un joven madrileño de 27 años con sonrisa tímida y ojos vivarachos que se esconden bajo unas gafas de pasta al más puro estilo hipster.
Aunque muchos se saben de memoria sus canciones, que se han ido colando en las selectas listas de reproducción indie y que le han hecho alcanzar la nada desdeñable cifra de 160.000 oyentes mensuales en Spotify, son pocos los que conocen a la figura que las entona.
Este cantautor triunfa en las redes sociales por su peculiar forma de cantar y su sensibilidad única. Se decanta por el indie más sad, aunque asegura que la melancolía nada tiene que ver con él. Los expertos lo han bautizado como el Bon Iver español.
UNA PROPUESTA DIFERENTE
Su voz nostálgica y pura inunda el espacio. La transparencia con la que interpreta sus temas emana sentimientos, que traspasan a través de auriculares o pantallas. Los que han tenido el privilegio de escucharle cantar en directo pueden confirmar que pone el vello de punta y te sumerge en un estado hipnótico.
La gran promesa del panorama nacional habla con BMagazine sobre sus inicios en la calle, su incursión en la industria musical, la aceptación de su primer disco, Bones; el panorama con el que se encuentran los artistas durante la pandemia y más aspectos, todavía desconocidos, sobre su carrera artística.
¿Cómo nace St Woods?
Soy amante de la música desde pequeñito. Tenía un grupo en el que soñaba con ser el cantante de Green Day, pero realmente todo empezó de verdad hace tres años, cuando me fui de Erasmus. Me instalé en Gante, una ciudad de Bruselas, con la curiosidad de cantar en la calle. Un día me lancé. Pensé ‘voy a ver qué pasa, lo que gane se lo doy a un mendigo y a correr’. Lo hice. Vi que era una forma de hacer mucho dinero y comencé a ahorrarlo para ir de ciudad en ciudad. Así me tiré un año entero viajando por Europa. Fue entonces cuando me planteé que si podía hacer eso, podía ir a más. Cuando llegué a Madrid hice una recopilación con las canciones que compuse en Europa. Las grabé y acabé sacando el disco.
¿Qué sensaciones tuviste cuando eras un músico de calle?
La sensación es que cuando tocas en la calle fuera de España se te percibe como un músico, en cambio cuando tocas aquí se te percibe como un mendigo, con todo el respeto del mundo hacia ellos. Una vez estaba en Viena tocando y un señor me echó 20 euros. Le dije que era una exageración, pero él insistió. Me dijo que disfrutar de mí actuación le había valido eso. Cuando estás tocando aquí muchas veces te echan una moneda de un céntimo como para no hacerte el feo. La sensación es que fuera del país se valora más la música.
Entonces, ¿no valora igual el público español que el internacional?
Yo creo que la valoración es distinta, ni mejor ni peor. Sí que es verdad que cuando fui a tocar hace dos años a los Estados Unidos detecté que la gente comprendía más mi música. Al cantar en inglés entendían mejor la letra, el mensaje, etc. Aquí a lo mejor por barrera lingüística el feedback es más emocional.
¿Por qué escogiste el nombre artístico de St Woods?
Cuando tocaba en la calle por Europa la gente me preguntaba por mi nombre y no entendían que me llamase Nacho, porque para ellos era el nombre de una patata frita. Fue entonces cuando decidí poner un nombre artístico al proyecto. Quería que se entendiera bien, que se pudiera concebir y sobre todo que no cerrase la puerta a una banda que quisiera formar parte del proceso creativo.
Justo en ese momento estaba viajando mucho y componiendo en bosques de Budapest, Viena, Amsterdam, etc. De ahí St Woods (Santo Bosque). De momento no me he arrepentido y ahora el batería y el bajista de la banda forman parte de la creación de canciones, por lo que me tranquiliza mucho haber puesto ese nombre.
¿Fue complicada tu incursión en el mundo de la música?
No lo recuerdo como algo complicado. Tuve mucha suerte. Coincidió con que yo trabajaba en una agencia de publicidad y mi jefe, que era Borja Prieto, me echó una mano tremenda para meterme en el mundillo. Por eso no lo vi como algo muy difícil una vez que ya estás dentro. Pero sí que es verdad que se necesita la motivación inicial de ‘a mí que me dejen cantar y el resto me da un poco igual’.
¿Cuándo te diste cuenta de que tu música gustaba?
No fue un click propio. Fue después de un concierto cuando mis padres me dijeron ‘deja lo que estás haciendo y dedícate a esto. No esperamos que tengas un trabajo de corbata de 7.00 a 9.00 horas, persigue tus sueños’. Vieron que donde más feliz era, era en el escenario. Ahí es cuando vi que sí que podía ser. Tengo mucha suerte porque me apoyan en esto al 100%. En cuanto a la demás gente, me agobia mucho el tema de los números, pero sí que en Spotify tienes la oportunidad de ver quién te está escuchando. Recuerdo cuando empecé a sacar las canciones y veía que me escuchaba gente de Taiwan y yo pensaba ‘pero si no conozco a nadie’. Llegué a entrar en Facebook para ver si alguno de mis amigos de la universidad era de allí. Fue entonces cuando vi que mi música llegaba a mucha gente.
En poco tiempo has conseguido cautivar a muchísima gente. ¿Cómo afrontas el éxito?
Empezaron siendo mi familia y mis amigos, y estaba acostumbrado a ello. Ahora que alguien que no conozco me diga que ha escuchado mi música y le ha gustado me parece surrealista. Pienso ‘no te conozco de nada, no tienes que hacerme el favor de decirme esto’. Es muy guay porque siento que lo que estoy haciendo todavía es muy pequeño y que la gente que me escucha no lo hace por hacerme un favor.
¿Cuál es tu público?
Mí público es la gente a la que le gusta escuchar música triste. Yo quiero pensar que hago canciones muy honestas y sinceras con los temas que trato, que a veces no son los más agradables. Como los seres humanos en general somos muy estúpidos y cuando estamos tristes escuchamos música triste para estar más tristes, pues ahí reside mi mercado. Si alguien está pasando un día horroroso voy allí y digo ‘no te preocupes vengo yo a hacértelo más horrible todavía’.
Tu estilo musical no es de los que más venden actualmente, ¿te ha supuesto algún impedimento?
No siento que haya tenido una barrera por el tipo de música que hago. Por estadística pura y dura, hay estilos que funcionan más que otros, pero creo que hay públicos para todo. En realidad estoy siendo muy egoísta y estoy haciendo la música que me gusta a mí. Si alguien la escucha y también le gusta, pues fenomenal.
¿Te preocupa encasillarte en el concepto de sad boy?
No. Sí que es verdad que tengo una facilidad de estar ahí, pero en realidad no me preocupa, tampoco voy a ser una estrella del rock. En realidad creo que el concepto de sad boy es más por la comedia que por otra cosa. En general no me considero una persona triste, cuando canto sí, pero el resto del tiempo parezco un retrasado mental.
¿Qué ha supuesto la pandemia para ti?
2020 no iba a ser el año en el que mi proyecto iba a florecer, pero sí que era el año en el que iban a ocurrir muchas cosas que llevábamos mucho tiempo preparando. Sigo pensando que tengo muchísima suerte, que me va mucho mejor de lo que jamás habría imaginado y que pueden pasar muchas cosas. Soy una persona que lleva muy mal el aguantar las cosas que no le gustan. De puertas hacia fuera muestro que todo es muy guay, pero me cuesta mucho procesar todo lo que está ocurriendo. Está afectando a proyectos que yo tenía planeados antes de que viniese la pandemia. Por suerte o por desgracia trabajo en una industria en la que desapareces un año y tienes que volver a empezar de cero. Independientemente de estas reflexiones, 2020 ha sido el año en el que he sacado el disco. La cuarentena lo salvó, me ayudó a focalizarme mucho en terminarlo. Cuando terminó nos planteamos lanzarlo en septiembre en vez de en mayo, pero nos tiramos a la piscina. Creo que ha sido de las mejores decisiones que he tomado en mucho tiempo.
¿Temes que la pandemia propicie el final de los conciertos presenciales?
A mí me da rabia desde el punto de vista personal artístico porque tengo un proyecto musical que gana más con el directo. Me gustan mucho las bandas que se consolidan en los conciertos. Por eso es una putada ver que se podría llegar a eso, pero creo que, aunque parezca que la pandemia vaya a terminar en 2084, es tan evidente que se está haciendo todo lo posible para hacer conciertos que van a acabar ocurriendo. Ni siquiera el unplug de Nirvana, que es la hostia, es igual que un directo. Es cuestión de tiempo.
¿El incremento de consumo de música y plataformas digitales durante los meses de pandemia ha ayudado a mejorar las cifras que teníais previstas?
Ha funcionado guay. Había un montón de artistas que estaban retrasando sus lanzamientos y eso nos dio más espacio a los más pequeñitos. Los números que tenemos en el disco están muy lejos de mis mejores escenarios. Tampoco voy a hacer ver que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo, pero creo que hemos llegado casi a los tres millones de reproducciones. En cuanto a la respuesta cualitativa del proyecto, eso sí que está a años luz de lo que yo pensaba. Me han llegado mensajes que me han dejado descolocado. Es alucinante ver que tu proyecto forma parte de la vida de otras personas.
Normalmente, los lanzamientos vienen precedidos de una gira de conciertos. ¿Qué ha supuesto no poderla hacer?
Eso mismo era lo que a mí me apetecía hacer: sacar un disco, hacer una gira extensa de un año y medio y acumular experiencias para grabar un segundo álbum. Como no se puede, la única vía que nos ha tocado para seguir estando en ese punto de relevancia es seguir sacando canciones. La idea este año es sacar cuatro o cinco más. No puedo decirle a la gente que tiene que escuchar mucho mi disco y conformarse porque ha habido una pandemia de por medio. Hay que adaptarse.
Entonces, ¿te sumas a esta nueva moda de sacar singles en vez de recopilatorios?
Al principio pensaba que estaba en contra, pero ahora estoy a favor. No creo que sean exclusivas la una de la otra. Sí que es verdad que al principio para ser eficiente de forma económica los singles son la vía a tomar, pero también por otras razones más. Hacer este disco era una manera de encajar 10 canciones bajo el mismo concepto, con un hilo narrativo, que tuviese un leit motiv que me gustase, pero yo no me veo ahora mismo animicamente preparado para volver a hacerlo. Por eso considero que la dinámica de los singles me da la libertad de sacar una canción de un estilo y en dos meses hacer otra completamente diferente sin que se me juzgue.
Quizás con lo que no estoy tan de acuerdo es con lo de sacar canciones cada dos minutos, sobre todo porque no es sostenible ni a nivel psicológico ni a nivel de impresión. No me parece mal que otros lo hagan, la música es oferta y demanda. Yo soy más de sopesar.
Con esta nueva modalidad las canciones no pasan desapercibidas como puede ocurrir en los discos. ¿Te ha pasado en Bones?
En el disco las canciones que se han escuchado menos han sido las que no han sido singles. Es normal. Siempre explico que estuve tres meses metido en un estudio haciendo una investigación de sonidos de referencia y que la canción que más reproducciones tiene es la canción que grabé en 15 minutos con una guitarra y una voz, sin más producción. No me disgusta que ocurra con mi música porque sé que todas las canciones tienen su público.
¿Qué proyectos tienes en mente?
Quiero sacar cinco o seis canciones a lo largo de este año. No sé exactamente en qué onda, estoy escribiendo mucho desde las experiencias de otras personas y me está yendo guay. A nivel de conciertos lo que venga lo cogeré. Estoy deseando hacer el concierto de Madrid que llevo aplazando como 50 años.
También me apetece culturizarme más. Estoy rodeado de gente que se nutre mucho como artista, y lo envidio. Me apetece ser más culto a nivel musical para tener una opinión mucho más formada. Y por supuesto, seguir escribiendo para otras personas que me funciona muy bien y me gusta.
¿Es verdad que cada vez se exige más el concepto de artista '360 grados'?
Pienso que si no quieres serlo es mejor que no te metas a músico. Es una putada porque tienes que ser músico, community manager, editor de vídeo, foto, estratega de marketing y lo que sea. Yo lo disfruto porque soy un control freak de todo lo que hago. Mis vídeos intento editarlos yo, también trato de hacer las fotos, el marketing, etc. Intento disfrutarlo. En un mundo ideal el músico se dedica solamente a cantar o tocar, pero es verdad que eso ocurría en un momento en el que en la industria cabía una selección de 50 artistas. Ahora que la selección es de muchísimas personas pues has de utilizar todos los recursos que puedas para poder competir. Lo guay de esto es que te quita excusas para hacer lo que no quieres hacer. Para mí quejarse es no saber dónde te estás metiendo.
¿Es tan complicado entrar en el panorama musical español como se dice?
Yo como hombre blanco cis hetero no lo he tenido complicado. En cuanto a la competencia, la industria musical española lo es, y en eso ayuda mucho el españolito que todos llevamos dentro. Cuando se me rompía el amplificador tocando en una calle de Londres, venía el colega que tenía que esperar dos horas a que yo terminase y me prestaba el suyo. Mí sensación es que eso en España no ocurre. Aquí si ven que se te ha roto el amplificador te dicen ‘tu puta madre, pírate que me toca a mí’. Yo pienso diferente, si a un grupo que hace lo mismo que yo le va guay, ¿por qué me voy a enfadar si eso significa que a mí también me puede ir bien? Cuanto más se abra el camino más cabremos.
¿Cuál ha sido tu experiencia en el mundo de las discográficas?
Cuando planteamos el disco había ofertas de varias discográficas, más grandes y más pequeñas. Finalmente escogí una distribuidora digital que se llama One RPM porque me parecía un tiro demasiado largo irme con una discográfica de primera. Es como si ahora me monto un estudio y me compro unos altavoces de 50.000 euros, pues no. Mejor me compro unos normales y cuando necesite unos más grandes pues iré a por ellos.
Cuando firmé con la distribuidora dejé claro que la última palabra artística la iba a tener yo. Creo que también suele pasar que los artistas pensamos que la gente que trabaja en la industria sabe más que nosotros y, a veces puede ser que sí y a veces que no. Por eso creo que nadie tiene una varita mágica para saber lo que funciona y lo que no.
Como cantautor, ¿qué tal llevas que las letras más sencillas muchas veces sean las superventas?
El hecho de que se puedan consultar las ventas hace que me replantee constantemente qué tipo de canción hacer. Condiciona un montón, pero al final siempre hago lo que yo quiero. Si le gusta a la gente genial y sino pues lo siento mucho, pero es lo que hay. Sería mucho peor para mí seguir esa dinámica y hacer una canción pensando en lo que le gusta a la gente, que lo pete y tener que tocarla en todos los conciertos pensando ‘en qué momento hice esta puta mierda’. Sería una tortura. Los proyectos más honestos son en los que se nota que el artista ha hecho lo que le ha dado la gana.
En el momento que estamos viviendo hay un gran debate de si todas las letras valen. ¿Qué opinas al respecto? ¿La libertad de expresión lo comprende todo?
No sé si tengo toda la información necesaria para pronunciarme sobre esto. No seguía a Pablo Hasél y no conozco su música, lo que sí que es verdad es que es muy raro que alguien se vaya a la cárcel por sus letras. Teniendo en cuenta la cantidad de burradas que se sueltan por ambos lados y que quedan impunes, que pase esto no lo entiendo. Me da vergüenza ajena sentir que mi país es un lugar en el que se encarcela a peña por escribir cosas, me parece del medievo. En mí opinión estoy en contra, no me parece súper cool escribir letras en las que se desee la muerte a nadie, pero al mismo tiempo ¿quién soy yo? He llegado a escuchar unas barbaridades en canciones de extrema derecha con las que he alucinado, por eso da la sensación de que hay una permisión en ciertos tipos de pensamientos políticos. No quiero parecer oportunista quejándome de esto, pero no me cabe en la cabeza que este chico esté en la cárcel ahora mismo.
¿Es suficiente el apoyo que se da a la cultura en España?
Hay poco apoyo y el poco que hay está puesto en la dirección completamente opuesta. Yo tengo mi trabajo paralelo con el que me pago mis facturas, tengo un techo, tengo comida, pero al ser artista me puedo grabar una canción en el móvil, subirla a Spotify y que me dé millones de euros en reproducciones. Pero, ¿y los técnicos y las técnicos?, ¿y los productores y las productoras? Estos profesionales también necesitan el apoyo de la cultura. No se está teniendo la visión suficiente para ver hasta dónde alcanza el problema. Yo no puedo ir a una entrevista a decir que lo estoy pasando fatal por la pandemia cuando técnicos de sonido me están contando que se están planteando irse a trabajar al campo, con todo el respeto del mundo a ese oficio, porque no tienen trabajo. Me parecería de ser un hipócrita del 50. No hay las ayudas correctas hacia los sectores correctos de la industria. El Gobierno está en otra movida.
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