La política es el arte de la estrategia. Y si no, que se lo pregunten a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, que navega entre aguas procelosas tratando de quedar bien con todos y sin comprometerse absolutamente con nadie. Pero Colau tiene un gran problema encima de su mesa: la aprobación de los presupuestos del consistorio para el año 2018. No lo tiene nada fácil para que salgan adelante las cuentas, por lo que ya tiene diseñado un plan B con el objetivo de sortear ese escollo.

Pero quien no tiene memoria está condenado a repetir la historia. De ahí que el plan B de la alcaldesa consiste en ir a la moción de confianza para que las cuentas queden automáticamente aprobadas, ya que de lo contrario no tiene mayoría para darles luz verde en el pleno. De hecho, fuentes municipales explican a Metrópoli Abierta que en el último pleno de diciembre de 2017 ya se había planteado el tema de la moción de confianza. “El pleno fue el 22 de diciembre, al día siguiente de las elecciones autonómicas. En la cúpula municipal y de Barcelona en Comú se llegó a proponer plantear la moción de confianza, aunque finalmente se impuso la propuesta de intentar un acuerdo de último momento”.

Como argumentos a favor de presentar la moción figuraba que el plenario se realizaba al día siguiente de las elecciones, cuyos ecos mediáticos hubiesen tapado el tema municipal. Con ello, se ponía a cubierto de las posibles críticas que hubiese podido cosechar desde la oposición. Pero también dejaba entrever una maniobra política de muy poca ética, pues la alcaldesa no hubiese agotado los caminos del diálogo y la negociación que se deben imponer en cualquier negociación de este tipo.

Así las cosas, un sector de Barcelona en Comú y del propio equipo de gobierno es partidario de llevar al pleno del 26 de enero la presentación de una moción de confianza, exactamente igual que hizo en el mes de enero del 2017: en diciembre de 2016, la oposición en pleno rechazó las cuentas presentadas por Colau y ésta activó la moción de confianza, que fue presentada el 25 de enero del año pasado. Al no haber una propuesta consensuada por la oposición, el presupuesto oficial del equipo de gobierno queda aprobado automáticamente.

CRÍTICAS DE LA OPOSICIÓN

Desde la oposición se critica con dureza la estrategia de la alcaldesa. “No se ha tomado ni siquiera el más mínimo interés en tratar de negociar algo. El equipo de gobierno está en una parálisis total”, aseguran unánimemente desde todos los partidos de la oposición. Con algunos grupos políticos llegó a hablar “en alguna ocasión”, pero antes de las elecciones autonómicas. Desde entonces, no ha habido ningún intento de diálogo.

“Quien se han de mover son ellos. De hecho, nosotros ya nos movimos demasiado y pusimos encima de la mesa un acuerdo de legislatura, que sigue pendiente. Hablamos con el PDeCAT y acordamos ofrecer nuestro apoyo al equipo de gobierno tras la salida abrupta del PSC, pero no nos han dicho nada”, subrayan fuentes de ERC. La formación republicana es una de las que más se ha distinguido a la hora de presionar al equipo de gobierno. Y el último barómetro sitúa a Esquerra como la fuerza preferida en intención de voto de los barceloneses para las próximas municipales.

La circunstancia de que un partido de la oposición sea el favorito en detrimento del partido que gobierna el consistorio sólo se había dado en una ocasión: en la última legislatura del socialista Jordi Hereu, el convergente Xavier Trias le ganó el barómetro del 2010. Y luego acabó ganándole también en las urnas, convirtiéndose en alcalde.

Desde ERC y desde el PDeCAT coinciden en afirmar que “nuestra mano está extendida por si el partido que gobierno quiere nuestra ayuda. Pero han de tener muy claro que no es un cheque en blanco lo que ofrecemos. Es preciso que sean las tres fuerzas las que nos impliquemos, porque de ese modo gozaremos de una mayoría cómoda”. De hecho, cuando los presupuestos pasaron por comisión, el independentismo fue quien echó un cable a Colau para aprobarlos.

LOS TRIPARTITOS IMPOSIBLES

Desde el PSC, por otra parte, también se critica el desinterés de Barcelona en Comú. “No hemos negociado ni un solo día las cuentas. Ya pusimos encima de la mesa que una de las condiciones era que no se subiesen los precios de los transportes, pero ya hemos visto lo que hizo el equipo de gobierno”, enfatizan desde la formación que lidera Jaume Collboni.

A Colau le quedan ahora tres semanas escasas para intentar llegar a un pacto. Los independentistas están por la labor, pero la condición es que han de entrar en la terna PDeCAT y ERC. Esa alianza levanta ampollas en Barcelona en Comú, que prefería un pacto con ERC y el PSC, o sea, un “pacto de izquierdas”.

En realidad, el verdadero escollo está en el PDeCAT, partido con el que los comunes no quieren llegar a acuerdos ni en pintura por diferencias ideológicas, al considerarlos de derechas. Pero, con los números en la mano, el tripartido Barcelona en Comú-ERC-PSC no llega a la mayoría absoluta, ya que suman 20 concejales de los 41 que tiene el consistorio.

La alcaldesa, no obstante, prefiere tener las manos libres. Sabe que es muy difícil que la oposición pueda consensuar un presupuesto alternativo para el 26 de enero. Y ante esa circunstancia, tiene el camino expedito para presentar su propia moción de confianza y ganar un año más la partida a la oposición aprobando sus propias cuentas sin necesidad de pactarlas con nadie. Es cierto que quien no conoce su historia, está condenado a repetirla; pero en el caso de Colau quizá la repita, precisamente, porque la conoce.

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